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La investidura convertida en payasada

Felipe VI y Alberto Núñez Feijóo, durante la ronda de contactos en la Zarzuela.

Javier Pérez Royo

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Si sigo bien informado, Alberto Núñez Feijóo es en este momento el único candidato a la investidura. No fue el único que comunicó al rey su predisposición a serlo, ya que Pedro Sánchez también lo hizo. Algo que, sin que se sepa por qué, se oculta en el comunicado de la Casa Real. Pero el rey, atendiendo a lo que en el Comunicado de la Casa Real se califica de “costumbre”, completamente inexistente, si por “costumbre” se entiende lo que se considera como tal entre todas las personas jurídicamente bien formadas e informadas, y con una prisa inexplicada e inexplicable, decidió proponer al presidente del PP como candidato a la investidura, plegándose a lo que la dirección de dicho partido había venido pidiendo, de manera inequívocamente anticonstitucional, desde antes de la constitución de las Cortes Generales y la elección de la presidenta y de la mesa del Congreso de los Diputados.

El rey esperó a que las Cortes Generales se hubieran constituido, pero nada más, considerando de manera implícita que era irrelevante para el proceso de investidura la constitución de los grupos parlamentarios y que, con ello, se empezara a ver cómo respiraba el órgano que tiene que aprobar la propuesta del rey. 

El por qué de la propuesta de Alberto Núñez Feijóo con una justificación fake, plagada de medias verdades y de ausencia de información inexcusable y a una velocidad temeraria, es imposible de explicar en términos objetivos y razonables. Cuando esto ocurre, se puede apostar doble contra sencillo que quien así ha actuado, se ha metido en un jardín en cuya salida va a dilapidar todavía más el prestigio de La Corona como órgano del Estado, del que él es portador. La apariencia de imparcialidad, no solamente la imparcialidad, es exigible al rey en el proceso de investidura por imperativo constitucional. Dicha imparcialidad ha brillado por su ausencia. Como consecuencia de ello ha pasado, está pasando, lo que tenía que pasar: la investidura de Alberto Núñez Feijóo se ha convertido en una payasada. De lo que son responsables tanto el rey que propone como el candidato propuesto.

La prueba de esa irresponsable conducta de ambos la estamos viendo desde el día siguiente al de la propuesta del candidato. De lo que sabemos, porque así se ha informado en todos los medios de comunicación, es que la trayectoria de Alberto Núñez Feijóo ha sido y continúa siendo una trayectoria errática, plagada de ocurrencias, como la de entrevistarse con el presidente del Gobierno en funciones para pedirle acortar a legislatura a dos años, permitiendo que sea él quien gobierne, o de 'vacíos' por parte de todos los partidos políticos excepto Vox. El candidato propuesto, que exigió un plazo dilatado para poder negociar apoyos para su investidura, no ha dado todavía más pasos que una entrevista con el presidente del Gobierno en funciones y otra con Santiago Abascal.

De los pasos que han dado Núñez Feijóo o miembros de la dirección del PP, sin que se haya informado de los mismos, no hay nada más que rumores contradictorios, que generan tanto ruido como poca claridad. En todo caso, lo que parece claro es que, para hacer lo que se está haciendo, no hacía falta tanto tiempo. No hay nada que permita deducir que, en el campo de Núñez Feijóo, se está negociando la investidura de un presidente del Gobierno. Más bien todo lo contrario, como ha puesto de manifiesto la entrada en escena de Carles Puigdemont, que se ha convertido este pasado martes en la figura principal de la agenda política con su intervención desde Bélgica. El espejismo que había alimentado González Pons acerca de la posibilidad de llegar a algún tipo de acuerdo con Junts, que había provocado algunas reacciones negativas en el interior del PP, se ha desvanecido al primer contacto con la realidad. 

Tras la intervención de Carles Puigdemont este pasado martes nadie dirigió su mirada al candidato propuesto por el rey, sino que todas las miradas se dirigieron hacia el candidato no propuesto, indicador inequívoco de que, independientemente de lo que diga el rey, para la sociedad española solamente hay un candidato con posibilidades de explorar la constitución de una mayoría parlamentaria de investidura. Si el rey hubiera atendido la indicación de Aitor Esteban y no se hubiera precipitado en la propuesta de Núñez Feijóo, ya habría comprobado que dicha propuesta no tenía sentido. No eran precisos más que algunos días o un par de semanas para que no quedara duda de quien podía intentar conseguir una mayoría de investidura. 

No digo conseguir, porque eso no está claro que vaya a producirse, sino intentar conseguir. Núñez Feijóo no tiene ninguna posibilidad. Pedro Sánchez tiene alguna. Muy difícil, pero no imposible. 

Esto es lo que el rey tenía que haber evaluado antes de hacer la propuesta. Proponer a un candidato imposible degrada la investidura como institución democrática. La transforma en un espectáculo grotesco, en el que el candidato aparenta estar haciendo cosas, a las que nadie presta la menor atención, porque todo el mundo sabe que son estériles.

La única justificación que, en mi opinión, podría haber tenido la propuesta de Núñez Feijóo como candidato, habría sido una propuesta, aceptada por el candidato socialista, para que el presidente del PP pudiera dirigirse desde el Pleno del Congreso de los Diputados a todo el país haciendo público su programa de Gobierno para los próximos cuatro años, sometiéndose a continuación al debate con todos los grupos de la Cámara y a la votación definitiva. Para esto no hace falta más de dos semanas. 

Esto habría tenido sentido, ya que realmente durante la campaña electoral Núñez Feijóo no ha explicado al cuerpo electoral cuál sería su programa de gobierno y estaría bien que lo hiciera desde el Congreso de los Diputados en un auténtico debate con los demás portavoces de los distintos partidos. Sería un acto de pedagogía democrática de enorme valor, independientemente de que no reuniera la mayoría suficiente para la investidura. El ejemplo de la moción de censura de 1980 de Felipe González que lo “acreditó” como presidente del Gobierno, a pesar de que consiguió menos votos de los que conseguiría en esta ocasión Núñez Feijóo, es un buen punto de referencia. 

Una propuesta de esta naturaleza podría haber tenido sentido. Como se ha hecho, no tiene sentido. El espectáculo que está dando el presidente del PP, como era de prever, es grotesco. Y como también era de prever, ya está empezando a derivar la responsabilidad hacia la Casa Real y hacia la presidenta del Congreso de los Diputados, convirtiéndose en un ejemplo de lo que Kant calificó de “fuste torcido de la humanidad”. 

Llegados al punto al que hemos llegado, pienso que el candidato propuesto debería renunciar y comunicarle al rey que no está en condiciones de configurar una mayoría parlamentaria de investidura y que, en consecuencia, no se debe hacer perder más tiempo al país. 

En circunstancias tan difíciles como las que nos encontramos no nos podemos permitir el lujo de que el proceso de investidura se convierta en una payasada. Y menos que se prolongue de la manera en que lo está haciendo.   

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