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¿Tercera o primera vuelta?

Emmanuel Macron celebra el resultado de las elecciones. EFE/EPA/Christophe Petit Tesson

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Desde la misma noche electoral tanto por parte de Marine Le Pen como de Jean-Luc Mélenchon se inició la campaña electoral de lo que ambos  denominaron “tercera vuelta”, que no es otra cosa que la campaña electoral de las elecciones legislativas, que tendrán lugar en el mes de junio.

En realidad, de las elecciones que se celebrarán en junio dependerá la formación del gobierno que dirigirá políticamente el país. La tercera vuelta es la primera. Es la mayoría parlamentaria y no el presidente de la República la que decide quién será el primer ministro. Aunque la celebración de las legislativas tras la elección presidencial se ha traducido, por lo general, en que la mayoría presidencial arrastra a la parlamentaria, no siempre ha sido así. Cuando esto ocurre, se produce la “cohabitación”, es decir, el presidente de la República y el del Gobierno responden a mayorías distintas, que tienen que entenderse. 

Pero quien dirige la política del país es el presidente del Gobierno y no el de la República. Es la mayoría parlamentaria la que ejerce la potestad legislativa y la presupuestaria y establece, en consecuencia, el orden de prioridades con que se va a dar respuesta  a los problemas con  los que la sociedad tiene que enfrentarse.

Hasta el momento el fenómeno de la “cohabitación” ha sido la excepción y no la norma. Se ha producido en tres ocasiones, dos con François Mitterrand como presidente y una con Jacques Chirac. El marco en el que se ejercía era el de una suerte de bipartidismo imperfecto, pero bipartidismo. El presidente de la República o era del partido de origen “gaullista” o del Partido Socialista. Y la cohabitación se producía o con una mayoría parlamentaria de origen “gaullista” (1986-1988 y 1993-1995) o con una mayoría parlamentaria de origen socialista (1997-2002).

Este marco es el que se rompió en la elección presidencial de 2017. Ruptura que, a la vista de los resultados de este pasado domingo, puede considerarse definitiva. Los dos partidos que se habían sucedido en la presidencia de la República de manera ininterrumpida desde su fundación, ya que la presidencia de Valery Giscard d’Estaing se puede encajar en la mayoría de origen “gaullista”, tuvieron un descenso muy notable en 2017 y se han convertido en partidos marginales en 2022.

En 2017, la novedad que supuso la irrupción de Emmanuel Macron se tradujo en una clara mayoría parlamentaria de su nuevo partido en las elecciones legislativas celebradas a continuación. El presidente de la República ha tenido libertad absoluta para designar al jefe del Gobierno.

No está nada claro que vaya a ser así en las elecciones del próximo mes de julio. Nada parece indicar que se vaya a producir un escenario de “cohabitación”, como se produjo en las tres ocasiones anteriores, pero sí es muy posible e incluso muy probable, que el resultado electoral imponga la formación de un gobierno de coalición, algo que no ha ocurrido todavía bajo la V República. 

Tengo la impresión de que, tras las próximas elecciones legislativas en junio, en Francia se va a volver a plantear la reforma del sistema electoral en la dirección de un sistema proporcional. La tradición histórica francesa está en contra de tal sistema. La tradición histórica anterior a la V República y durante ella, en la que el sistema proporcional se introdujo en 1985 por la mayoría parlamentaria socialista, para ser eliminado por la mayoría parlamentaria “gaullista” en 1986. 

Se ha considerado que el sistema electoral proporcional era incompatible con el sistema presidencial y se consideró la reforma de 1985 como una suerte de “ocurrencia” de Mitterrand ante la coyuntura electoral que dibujaban los estudios de opinión para las elecciones de 1986. El triunfo “gaullista” en las elecciones de ese año pondría fin a dicha ocurrencia.

Lo que se ha considerado incompatible desde que se introdujo la elección del presidente de la República por sufragio universal, me parece que va a resultar indispensable en el escenario político de quiebra del “bipartidismo imperfecto” en que había venido descansando la operatividad del sistema semipresidencial de la República. Con el sistema mayoritario a doble vuelta en las elecciones legislativas la sociedad francesa no va a poder hacer una síntesis política de sí misma que le permita gobernarse. 

En 2017 se empezó a apuntar en esa dirección. En 2022 lo va a hacer con mucha mayor intensidad. La “lógica parlamentaria” se va a acabar imponiendo a la “lógica presidencial”, porque es la única que puede expresar políticamente la complejidad de la sociedad francesa. Con la enorme reducción de la complejidad social que supone el sistema mayoritario a doble vuelta, el resultado electoral se convierte en una suerte  de “caricatura” de la sociedad francesa, con la que va a resultar imposible la dirección del país. 

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