Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.
El viento no está cambiando todavía
El 4 de mayo Zack Beauchamp publicó en VOX un artículo, 'Canadá triunfó donde Estados Unidos fracasó. ¿Por qué?'. En dicho artículo el autor ponía de manifiesto que ambos países se encontraban en la misma posición respecto de la Covid-19 en el punto de partida. Ambos tenía poblaciones similarmente envejecidas y una distancia similar respecto de Asia y Europa que eran los lugares en los que se inició la propagación del virus. Sin embargo, a finales de abril en Estados Unidos el número de contagios era el doble que en Canadá y el número de muertes un 30 % superior. Por cada 100.000 habitantes, obviamente.
El 24 de julio David Frum ha publicado un artículo en el que contrasta la situación en ambos países a finales de abril y a finales de julio, subrayando la acentuación de la tendencia negativa en Estados Unidos respecto a Canadá. Si a finales de abril el número de contagios era el doble, a finales de julio era 14 veces más. El 22 de julio en Canadá con 37.5 millones de habitantes se habían producido 543 contagios y 8 muertos. En Estados Unidos con 328 millones, 69.730 y 1136. Al '¿por qué?' que figuraba en el título de Zack Beauchamp, David Frum daba una respuesta contundente en The Atlantic: “Canada got better. The United States got Trump”.
Con los conocimientos científicos de que se dispone ahora mismo, la reacción política frente a la propagación del virus marca la diferencia. Países parecidos, con un nivel de renta per cápita similar, con buenas universidades y hospitales... pueden acabar siendo protagonistas de trayectorias completamente divergentes. Y únicamente la política explica esa divergencia. En un plazo muy breve de tiempo, la divergencia puede llegar a ser espantosa. De estar en la misma posición a finales de febrero, es decir, 0 casos en ambos países, se pasó al doble a finales de abril y a 14 veces más a finales de julio. A esta diferente velocidad se puede llegar a transmitir el virus, según sea la reacción política frente al mismo.
En España deberíamos aprender a escarmentar en cabeza ajena. Lo que se ha ganado en cuatro meses se puede perder en poco tiempo. La evolución de la respuesta política a medida que se fue prolongando el estado de alarma y la manera en que se le puso fin, nos ha conducido a que nos hayamos vuelto a encontrar con rebrotes sin la preparación suficiente para hacerles frente. La trayectoria positiva que tuvo la evolución del contagio durante los meses de confinamiento, ha empezado a invertirse en cuanto se puso fin al mismo, sin que el sistema político en su conjunto, Estado y Comunidades Autónomas, hubieran puesto a punto las medidas necesarias para hacer frente a lo que era previsible.
Llevamos cinco meses de convivencia con el virus. Aunque, a diferencia de lo que ocurrió con el virus del SIDA, en este caso parece casi seguro que se acabará disponiendo de una vacuna contra la Covid-19, podemos dar también por prácticamente seguro que van a ser muchos más de cinco meses los que van a tener que transcurrir para que la vacuna pueda considerarse una respuesta a la pandemia. Por eso no me pareció oportuno el mensaje que transmitió el Ministro Manuel Castell el pasado día 24 en 'La Vanguardia' en su artículo titulado 'Cambia el viento'.
En mi opinión el Gobierno de la Nación y los Gobiernos de las Comunidades Autónomas deberían estar preparando a la población no para que el viento está cambiando, sino para resistir durante bastante tiempo. Vivimos en un estado de alarma material, aunque formalmente no esté declarado el previsto en el artículo 116 de la Constitución. Justamente por eso, el estado de alarma no se debería haber levantado. El mensaje que se ha transmitido a la población es el equivocado. La emergencia sanitaria que la Covid-19 representa sigue ahí. Y no hay vacuna que nos vaya a librar de ella en bastante tiempo. No se pueden crear falsas esperanzas de que “cambia el viento”, porque a lo único que pueden conducir es a extender la desmoralización cuando se vea que el cambio de viento que se anuncia, no se materializa. O mejor dicho, su materialización se retrasa.
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