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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Por qué Europa debe reconocer el Estado de Palestina

Xavier Abu Eid

El nuevo gobierno de Suecia ha decidido anunciar su reconocimiento del Estado de Palestina. La noticia ha descolocado a muchos, incluyendo a quienes llevan años prometiendo que van a reconocer a Palestina, pero al final titubean arguyendo: “no podemos ser los únicos de la Unión Europea en hacerlo”. Suecia se convierte con ello en el segundo país de la Unión Europea (después de Chipre) en anunciar el reconocimiento de Palestina. Hoy la pregunta debe centrarse en países como España y Bélgica, cuyos parlamentos ya han solicitado al ejecutivo reconocer a Palestina ¿Qué impide que lo hagan?

Hasta el momento, alrededor del 80% de la población mundial vive en uno de los 138 países que reconocen a Palestina, incluyendo a todos los miembros de Brasil, China, Rusia, Sudáfrica e India. Colocados en un mapa se puede apreciar la proporción minoritaria de los que no lo hacen: en toda Latinoamérica, solo tres países no reconocen el Estado de Palestina (Colombia, Panamá y Mexico); en África, el número es similar; y en Asia, salvo Japón y Corea del Sur, son pocos los que no han dado el salto. En otras palabras, la gran mayoría de los países que han sufrido de forma relativamente reciente el colonialismo y la violación de sus derechos ha dado el paso de reconocer a Palestina.

En Europa, el debate sobre el reconocimiento de Palestina se extendió desde 2011, cuando países como Irlanda, Malta y Luxemburgo se opusieron a la propuesta defendida por Catherine Ashton, y apoyada principalmente por Gran Bretaña, Holanda y Alemania, de que todos los miembros de la Unión Europea se abstuviesen en la votación para la admisión de Palestina en la ONU. Fueron tres países, que algunos consideran “pequeños”, los que plantearon una petición de principios, que llevó a catorce miembros de la UE, incluyendo España, Francia, Bélgica y Suecia, a votar a favor del reconocimiento de Palestina como “Estado no miembro de la Asamblea”. De aquel evento tan poco comentado, debe recordarse la memorable intervención del Ministro de Relaciones Exteriores de Luxemburgo, quien rechazó firmemente los desprecios a su país por “pequeño”, dejando claro que, en cuanto a dignidad y respeto por la legalidad internacional, no hay grandes o menudos, sino unos que la poseen y lo practican y otros que no. Aquella votación, hoy tan poco mencionada, fue la antesala de uno de los días más esperanzadores para quienes creen en una paz justa y duradera para Palestina basada en dos estados.

El Estado de Israel fue creado con base en una resolución de Naciones Unidas. Independientemente de que Israel haya violado, desde 1948, todas las resoluciones de la ONU que le han concernido, negando sistemáticamente los derechos inalienables del pueblo palestino, ningún país europeo ha cuestionado su reconocimiento de Tel Aviv. De hecho, ni siquiera el incumplimiento sistemático por parte de Israel de las condiciones más elementales puestas por la Unión Europea para la firma de un Acuerdo de Asociación, que incluye el respeto por los derechos humanos, ha llevado a sus estados miembros a cuestionar la aplicación del acuerdo mismo. Es más, ni siquiera los esfuerzos por parte de Israel de introducir productos de las colonias como productos israelíes en los mercados europeos, una práctica sabida y reconocida, ha sido sancionada en forma alguna por la UE.

Por su parte, Palestina se ha comprometido abiertamente con los principios del derecho internacional y con las resoluciones de Naciones Unidas por lo menos desde el 15 de Noviembre de 1988, cuando declaró su Estado sobre el 22% de la Palestina histórica, es decir, sobre la frontera de 1967. Aunque a muchos les cueste figurárselo, el reconocimiento de Palestina sobre esta línea fronteriza no es una posición originalmente palestina, sino la adopción palestina de la posición de la comunidad internacional en la forma de un compromiso histórico para lograr la paz. Hoy, mientras Palestina le recuerda a Europa que para la solución de dos estados se necesita, efectivamente, el reconocimiento de los dos estados, parece que las cosas han cambiado. La pasada semana, en una reunión con representantes de uno de los muchos países europeos que afirman que reconocerán a Palestina “en el momento debido”, les expresé mi posición personal al respecto: “Es vergonzoso que 26 años después tengamos prácticamente que rogarles que reconozcan el Estado de Palestina en la frontera de 1967, mientras ustedes se llenan la boca hablando de la solución de los dos estados”, les dije. Su respuesta fue el silencio.

El reconocimiento de Palestina es una responsabilidad moral de los mismos países que propiciaron su partición en 1947. Es una responsabilidad legal para quienes dicen adherirse a los derechos inalienables del pueblo palestino. Y es también una responsabilidad política para quienes dicen apoyar la solución de dos estados. Desde un punto de vista palestino, el reconocimiento es una reafirmación de los derechos nacionales de su pueblo, significa un paso decisivo para la consecución del derecho de autodeterminación, negado durante más de sesenta años, y, sin lugar a dudas, contribuirá a cerrar las heridas abiertas durante décadas por la complicidad sufrida con la violación sistemática de los derechos inalienables del pueblo palestino, al garantizarse la impunidad a Israel mientras el Estado de Palestina continúa bajo ocupación. El reconocimiento generalizado de Palestina sería una inversión para la paz que agradecerían las generaciones por venir.

Señalar que se reconocerá a Palestina en el “debido momento”, o solo a través de negociaciones con Israel, significa simplemente condicionar el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino a la “buena voluntad” de Israel, un país completamente comprometido con la ocupación y colonización de Palestina. Esconderse detrás del “llamamiento a las partes para retomar las negociaciones” sin tomar acciones concretas para terminar con la ocupación, es simplemente un refrendo a la impunidad israelí y una culpable evasión de las responsabilidades que, en este contencioso, atañen a todo estado. Reconocer a Palestina sería un paso que las generaciones futuras recordarán como la decisión de Europa de ponerse en el lado correcto de la historia. Algo muy parecido sucedió en la lucha contra el apartheid sudafricano. Y los países que lo toleraron son recordados con bochorno hasta el día de hoy.

El valiente anuncio sueco de reconocer el Estado de Palestina debe ser el comienzo de una nueva ola de reconocimientos internacionales. Probablemente, el ejemplo se extenderá a otros países europeos en las próximas semanas. Hoy, cuando el Consejo de Seguridad debe discutir si poner, o no, una fecha de término a la ocupación israelí, Europa debe reafirmarse en su presunta posición histórica: terminar con la ocupación israelí, no reconocer cambios en la frontera de 1967 y apoyar la creación de dos estados soberanos y democráticos, Israel y Palestina, viviendo ambos en total respeto al derecho internacional. El reconocimiento de Palestina es una prueba básica de la existencia, o no, de la voluntad política para que esta visión se haga realidad.

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