Igor Yebra: “Es una gran pérdida para la danza en Latinoamérica”

El director español del Ballet Nacional de Uruguay (BNS), Igor Yebra, dijo este jueves a Efe que la muerte de la gran dama de la danza cubana Alicia Alonso “es una gran pérdida para la danza en Latinoamérica” por “lo que significó” en estas artes.

Yebra tuvo la oportunidad de conocer a Alonso y consideró que “hay pocos iconos de esa envergadura actualmente”.

El director del BNS expresó que a figuras como la de Alonso, a la que describió como “mágica”, se las conocía más como “un mito” y que, debido al rol que juegan los medios de comunicación, las “estrellas” que vemos hoy “no son como las de antes”.

Además, destacó su técnica y destreza física “increíbles”, que la hicieron brillar por su rol en el ballet dramático Giselle.

Alonso fue una de las primeras bailarinas del American Ballet Theatre de New York en 1940 y una de las más destacadas por su famosa interpretación en 1943 de la protagonista del ballet dramático Giselle, una campesina traicionada.

En 1941, a sus 21 años, le diagnosticaron desprendimiento de retina que le provocó una ceguera parcial con la que convivió el resto de su vida y que no le impidió seguir bailando.

Alonso recibió el título de “prima ballerina assoluta” del ballet cubano y fue la fundadora de la compañía Ballet Nacional de Cuba durante el gobirno de Fidel Castro, al que fue fiel durante su vida y del cual se transformó en embajadora cultural.

Consultado por la presencia y el carácter que algunos resaltaban de su personalidad, Yebra prefirió no opinar, aunque manifestó que su persona podía “gustar más o menos, pero no deja de ser un icono”.

La estrella falleció este jueves en el Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas (CIMEQ) de La Habana a causa de una enfermedad cardiovascular, según la Agencia Cubana de Noticias.

Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo era su nombre de pila pero tomó el apellido Alonso de su marido, el bailarín cubano Fernando Alonso, con quien fundó en 1948 su compañía que, tras el triunfo de la Revolución cubana en 1959, pasó a ser el Ballet Nacional de Cuba.

Entre los numerosos reconocimientos que recibió a lo largo de su vida figuran la Orden José Martí, máxima condecoración que concede Cuba, la Encomienda de la Orden Isabel la Católica, otorgada por España, el premio “Anna Pávlova” de la Universidad de la Danza de París y el cargo de embajadora de Buena Voluntad de la Unesco.