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Sissako: se habla poco de las consecuencias de ocupaciones como la de Tombuctú

Sissako: se habla poco de las consecuencias de ocupaciones como la de Tombuctú

EFE

Madrid —

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Durante ocho meses Tombuctú estuvo ocupada por los islamistas y sus efectos en la vida diaria de la población es lo que cuenta Abderrahmane Sissako en una película nominada al Óscar y que partió de la enorme “tristeza” del realizador por la situación de la ciudad maliense.

“Cada vez es más fácil de entender este tipo de situaciones debido a la actualidad, se habla mucho de cómo se imponen las cosas pero muy poco de las consecuencias que esos actos tienen para las personas”, dijo a Efe Sissako desde Los Ángeles, donde está en plena campaña para conseguir el Óscar a la mejor película de habla no inglesa.

Y eso es lo que cuenta en “Timbuktu” una película dura y emotiva que da una lección de dignidad por el impactante comportamiento de una población que soporta con estoicismo ya no las barbaridades -que las hay y muchas- cometidas por los islamistas, sino por las humillaciones absurdas a las que les someten.

Porque la película se centra en varias historias individuales de habitantes de Tombuctú y de su enfrentamiento con unos islamistas que les prohibían cantar, bailar o simplemente salir a la calle, en el caso de las mujeres.

“Cuando perteneces a una geografía concreta, es normal que haya un sentido de urgencia para implicarse y contar lo que pasa”, explicó el realizador mauritano.

Eso fue lo que le pasó a él, que pensaba que si no denunciaba esa situación a través de su cine, era como si se escondiese de una realidad que le era tan cercana (Mali es país vecino de Mauritania).

“Hay que hacer siempre una elección, que a menudo está determinada por el hecho de que te veas afectado por el asunto”, reflexiona Sissako, que resalta que todos apuntamos a menudo a la gente que dirige el mundo y a sus responsabilidades. “Pero es uno mismo el que tiene que comprometerse”.

Además, para el realizador, “el cine no es solo una distracción, tiene una función educativa, como la literatura” y cree que debe de haber un cine que “tenga ese papel de denuncia”.

En su caso es un estilo muy claro en su filmografía, centrada en la situación social africana.

“Yo he elegido esta profesión y es lo que hago en la vida, ser un testigo contemporáneo de mi época y poder hablar de cosas como esta”.

Y en este caso aún más, ya que el director había conocido Tombuctú antes de la ocupación de junio de 2012 y que duró hasta enero de 2013, cuando fue liberada por tropas franco-malienses.

La película comenzó siendo un documental que luego se transformó, aunque siempre con el objetivo de mostrar la violencia sufrida por sus habitantes, que sufrieron un shock “que no desaparece inmediatamente y que deja huellas a diferentes niveles, a veces no visibles”.

Pese a todo, asegura, “es una población sólida que tiene una enorme capacidad de resistencia silenciosa y pacífica y que son capaces de superar esa situación”.

Una historia que rodó en una ciudad mauritana llamada Oualata, que es casi gemela de Tombuctú y cuyo guión construyó con las informaciones que leía en los medios de comunicación y con lo que le contaba gente que había podido salir, aunque pudo recoger más testimonios en el terreno tras la liberación.

Tras el guión llegó el momento de buscar los actores y quería a toda costa que la pareja protagonista hablara la lengua de los Tuareg y encontró lo que buscaba en el mundo de la música.

El músico Ibrahim Ahmed, originario de Tombuctú y que vive en Madrid, fue el elegido para interpretar a Kidane y la cantante Toulou Kiki, de Nigeria y que reside en Francia, a Satima.

Dos de los personajes principales de una película coral que ha calado profundamente en los festivales en los que se ha exhibido y que ha llegado hasta las nominaciones al Óscar.

“Ya sea en África, el Magreb, Europa o Estados Unidos, es una película que no deja indiferente a las personas que la ven”, reconoce Sissako, inmerso ahora en la campaña por el Óscar, que le enfrenta a “Ida”, de Pawel Pawlikowski (Polonia); “Leviathan”, de Andrey Zvyagintsev (Rusia); “Tangerines”, de Zaza Urushadze (Estonia) y “Relatos salvajes”, de Damián Szifrón (Argentina).

Un premio “extremadamente importante”, reconoce. “No por mí mismo, sino por lo que he hecho, por el filme, por el país y sobre todo por África, que tiene visibilidad a través del cine”.

Alicia García de Francisco

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