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Toshima Yasumasa: una mirada japonesa del “¿quién soy yo?” de Unamuno

Toshima Yasumasa: una mirada japonesa del "¿quién soy yo?" de Unamuno

EFE

Salamanca —

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La obra del pintor japonés Toshima Yasumasa (1934-2006), que desde hoy protagoniza un homenaje al escritor Miguel de Unamuno con motivo del VIII Centenario de la Universidad de Salamanca, es una especie de reflejo de la eterna pregunta unamuniana del “¿quién soy yo?”.

“Pintar es nada más que sufrimiento. Debo cumplir mi responsabilidad por esto, así que no soy un simple pintor. Sólo puedo recompensar mi carma escarbándome a mi mismo y doblando mi dolor varias veces”, escribió el pintor nada más llegar a Madrid, en 1974.

En una entrevista con la Agencia EFE, la comisaria de la exposición, Misaki Abe, ha explicado que Yasumasa encontró en la literatura de Unamuno una visión muy cercana sobre la vida y su sentido trágico, una búsqueda del alma de las personas sencillas que fue plasmada en su serie de retratos, algunos de los cuales pueden contemplarse en esta colección.

Uno de ellos, el de la vieja Berta, tiene especial trascendencia porque conectó al pintor con el granadino Ángel Ganivet, conocido amigo de Unamuno y abuelo de esta improvisada 'musa' de Yasumasa, pintada con un trazo 'goyesco' y con los habituales colores oscuros del artista, que le conectan con la tradición japonesa, en palabras de la comisaria.

Los visitantes de esta exposición, que abrirá mañana sus puertas y permanecerá abierta hasta el 15 de junio, recorrerán varias estancias del Centro Cultural Hispano-Japonés de la Universidad de Salamanca y apreciarán la distinción entre tres capítulos: “Fe de los pueblos sencillos”, “Paisajes del alma” y “Amor y dolor”, este último una representación gráfica del poemario de Unamuno sobre “El Cristo de Velázquez”.

Los textos del que fuera rector de la Universidad de Salamanca complementan en esta ocasión las obras de un pintor a quien sus amigos llamaban “Quijote” por su desafío constante a lo imposible y su vinculación con la tradición caballeresca española representada en la obra cumbre de Miguel de Cervantes.

Precisamente la conexión del guerrero-caballero y los samuráis japoneses es otro de los nexos entre ambas culturas que cultivó Yasumasa, quien emprendió un recorrido por España que le llevó a ciudades como Granada y Cuenca, muy representadas en sus obras, dejando atrás la universidad en la que daba clases y su familia.

La admiración de Unamuno por la caligrafía y la papiroflexia -origami- está también presente en esta exposición, con algunas de las pajaritas elaboradas por el escritor y la colección de obras japonesas que le acercaron a la cultura nipona.

En opinión de la comisaria de la exposición, uno de los pilares de la atracción de Unamuno por Japón fue sin duda la pregunta de “cómo un país tan pequeño” podía haber adquirido el poder imperial que atesoraba Japón en la primera mitad del siglo XX, en una especie de reflejo de lo que él cavilaba con relación a qué era España.

La galería que reúne en Japón la obra de Yasumasa se encuentra en un lugar privilegiado de Tokio, donde su director, Shigyo Sosyu, reside y cultiva los “sufrimientos y alegrías comunes” que le unieron por casualidad al pintor, con quien compartía su pasión por la obra y pensamiento del escritor.

Ambos aprovecharon la segunda etapa de prosperidad de la traducción de la obra de Unamuno en Japón, datada por la exposición entre 1969 y 1978, para acercarse a “El sentimiento trágico de la vida” que encumbró al escritor por su similitud al pensamiento llano de los japoneses. “Unamuno es muy japonés”, ha ironizado la comisaria.

Óscar R. Ventana

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