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El arte agita las conciencias sobre el territorio y la memoria en Paraguay

El arte agita las conciencias sobre el territorio y la memoria en Paraguay

EFE

Asunción —

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Fomentar el pensamiento crítico es el objetivo del proyecto “Invernadero: arte, política, experimento”, en el que nueve artistas paraguayos reflexionan sobre los conceptos del territorio y la memoria y buscan explicar el arte como el proceso de prueba y error que conduce a la obra final.

El proyecto de arte audiovisual, concurso y espacio de formación y creación, es promovido por el Centro Cultural de España Juan de Salazar de Asunción.

En él han trabajado durante casi un año creadores ya consagrados, como Marcos Benítez y Arnaldo Cristaldo, ambos poseedores del premio Henri Matisse de la Alianza Francesa, y otros emergentes, como Ana Baumann y Luis Ocampos, todos bajo la tutoría y el acompañamiento del artista visual paraguayo Fredi Casco.

En las nueve obras resultantes, que se exponen en el Juan de Salazar hasta el 4 de agosto, se reflexiona en torno al concepto de territorio y las barreras que supone en diferentes realidades sociales, desde las minorías indígenas hasta los obstáculos arquitectónicos.

En el centro de la sala se ubica una décima instalación, un invernadero que integra los materiales desechados durante el proceso de prueba y error hasta llegar a la obra definitiva, que es el eje de este proyecto colectivo.

Casco explicó a Efe que se busca poner ante “la mirada pública ese proceso, que puede ser una visualización más didáctica o pedagógica de cómo trabaja un artista”.

“Mientras se crea una obra se crean memorias y trabajar en esas memorias es algo novedoso” y pionero en Paraguay, aseguró.

Una de las artistas, Leticia Alvarenga, destacó la importancia de la unión entre arte y política, “una mezcla que en este país es demasiado necesaria, porque casi no hay espacio para arte emergente o disidente”.

La instalación de Alvarenga, “Despojo”, una serie de letras herbáceas y colgantes que en su conjunto afirman en guaraní “Ndaikua ái mooguipa aju” (no sé de dónde soy), denuncian “el despojo de tierras a los indígenas”.

La frase se la dijo en castellano a Alvarenga un integrante de una de esas comunidades “que no tienen un territorio específico”, y ella utilizó el guaraní como forma de reivindicar la lengua anterior a la colonización.

La obra de Marcos Benítez, “Poha Ñana”, que recibió el primer premio, supone una colección de hierbas medicinales utilizadas por la etnia mbya guaraní y recolectadas en el populoso Mercado 4 de Asunción, con base en una investigación de etnomedicina.

Las hierbas, expuestas y convertidas en pigmentos usados para realizar mapas aleatorios, conforman la instalación de Benítez, en la que comenzó a trabajar antes de sumarse a Invernadero.

La instalación que recibió el segundo premio, “Cicatrices”, de Arnaldo Cristaldo, sitúa en un mapa artesanal y proyectado hechos dolorosos de la historia paraguaya.

Sandra Dinnendahl, con su instalación “Avance” muestra, como en una instantánea, el momento de encuentro entre dos territorios, “el de fuera y el doméstico”, mediante una cama invadida por una ola de cigarras, que simbolizan lo íntimo y lo salvaje.

Y Ana Baumann interviene el espacio público destrozado “por una sociedad individualista” para hacerlo “más amable” e inmortalizadas esas intervenciones conforman su obra “Micropolíticas Vagabundas”.

Luis Ocampos, que obtuvo la primera mención, llevó el concepto de territorio a lo más íntimo y recreó un crimen familiar del pasado, donde las últimas palabras escritas por su padre se unen a la imagen de la terraza de la casa donde ocurrió el hecho luctuoso, para hacer memoria en su instalación “Biografía de un instante”.

Parte de los artistas se reunieron esta semana con Casco y los representantes de la institución para transmitirles las deliberaciones del jurado que otorgó los premios el pasado 4 de julio y durante la reunión continuó el proceso creativo y los artistas aportaron ideas sobre las obras de sus colegas.

Surgieron además reflexiones políticas, hablaron de territorio, de la invisibilidad de las mujeres indígenas y de las mujeres participantes en el proyecto (no recibieron premios ni menciones), y el objetivo del proyecto Invernadero se cumplió.

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