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La rica ambigüedad de Richard Hamilton

Instalación 'The funhouse' de Hamilton en el Museo Reina Sofía / Joaquín Cortes/Román Lores

Prado Campos

Fue el fundador del pop art pero no se quedó ahí. Richard Hamilton por encima de todo es uno de los artistas más importantes de la segunda mitad del siglo XX y puede ser considerado el primer artista postmoderno de la historia. Incombustible hasta su muerte en 2011, el artista británico nos ha legado más de 60 años de trabajos tremendamente actuales y tan heterogéneos y anacrónicos que dejan clara la reticencia de Hamilton a definirse a través de un estilo concreto así como su espíritu independiente.

El Museo Reina Sofía inauguró ayer la primera gran retrospectiva dedicada a Hamilton, que podrá verse hasta el 13 de octubre. La exposición reúne 270 obras que van desde la pintura hasta el dibujo, el grabado, la fotografía, las instalaciones –de las que fue precursor y que fueron los verdaderos antecedentes de los happenings de finales de los 50 y los 60–, o el apropiacionismo.

Lo interesante de esta muestra, además de la completa colección de obras, es que la pinacoteca comenzó a idearla cuando Hamilton estaba vivo y trabajó mano a mano con él. El artista se encontraba escribiendo su autobiografía y colaboró estrechamente hasta su muerte en 2011 en la creación de esta muestra. Como aseguró ayer en Madrid su viuda Rota Donagh, salvo tres préstamos que finalmente no se han conseguido, “sería la exposición que él habría querido”.

La importancia de la observación, la relación que mantuvo con otros artistas y la gran influencia de Duchamp por encima de cualquier otro dan cuenta, aseguró ayer Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, de “la importancia que le daba a la yuxtaposición de imágenes y al lenguaje”. Hamilton, prosiguió, “es el padre del pop europeo pero es mucho más. Era un gran artista capaz de entender el mundo moderno y postmoderno, que entiende la importancia de la vigencia de la pintura al mismo tiempo que entiende una sociedad basada en el consumo y los objetos en serie”.

La ambigüedad baila entre la coherencia y el anacronismo, y está presente en toda su obra para evidenciar, en palabras de Paul Schimmel, comisario de la exposición junto a Vicente Tolodí, el legado de Hamilton como “un magnífico puente entre el amor por el arte moderno y el sentido de que todas las cosas son iguales y que no existe jerarquías entre pintura, grabado, fotografía”. “Me gustaría pensar que el propósito de mi arte es la búsqueda de lo que hay de épico en las actividades y objetos cotidianos”, comentó el propio Hamilton.

El precursor de las instalaciones

Uno de los principales atractivos de esta extensa retrospectiva es la reconstrucción de cinco instalaciones de gran envergadura creadas durante la carrera de Hamilton. En concreto, Growth and form, de 1951, fue la instalación que más le costó a los comisarios que accediera a que se reconstruyera. “Hamilton se había negado siempre a que se reconstruyera. Le dijimos que era fundamental para esta exposición y finalmente accedió”, recordó Tolodí, quien la definió como obra histórica y muy avanzada a su tiempo, en la que se pueden ver el interés del creador por el mundo científico y por el artístico. Junto a mítica instalación, también se han reconstruido siguiendo los archivos del artista Lobby, an Exhibit, This is Tomorrow y Man, Machine and Motion, esta última propiedad del Reina Sofía.

Cuenta Victoria Walsh en el catálogo de la exposición que históricamente Hamilton se había negado a reconstruir Growth and form porque las labores de investigación y producción ya habían sido muy complejas en 1951 pero en 2011, cuando le plantearon la idea de nuevo para esta retrospectiva, “desapareció de pronto y regresó con un montón de cajitas de cartón y sobres manila. Cuando empezó a abrirlos, me di cuenta de que aquello era una importante colección de fotografías inéditas de la instalación original de Growth and form, negativos de vidrio de las imágenes individuales que se habían expuesto y otros documentos de archivo. Dos de ellas eran películas originales que se habían proyectado en la exposición de 1951, y la tercera grabación de un recorrido a pie por Un objeto de exposición, la muestra que había preparado en 1957, en su primera instalación en la Hatton Gallery de Newcastle”.

Esta instalación, inaugurada por Le Corbusier y que nació gracias a su colaboración Nigel Henderson y bebe de corrientes como La Bahaus, de las tesis del desarrollo morfológico de Thompson, la idea de periodicidad de James Joyce y, claro está, Duchamp, pretendía enfatizar a través de la experiencia visual, como escribió Hamilton, que “el pintor y el escultor se pueden beneficiar enormemente de la ampliación de su universo de experiencia si son capaces de apreciar las formas de la naturaleza más allá de su entorno visual más inmediato. Queremos revelar las propiedades visuales de la ampliación del entorno que proporcionan los estudios ciéntificos”.

De este modo, y combinando y yuxtaponiendo el discurso científico, la fotografía, el vídeo, los elementos naturales y las estructuras reticulares propias de la modernidad arquitectónica con formas irregulares y biomórficas o cuadriculares, Hamilton quiso desdibujar la distinción entre la forma artística y la natural, entre apariencia y realidad a la par que sentaba las bases de su modelo paradigmático de exposición.

La influencia de Duchamp

Fra Angelico, Le Corbusier, James Joyce, Kurt Schwitters, Dieter Roth y, sobre todo, Duchamp fueron fundamentales para Hamilton. “Joyce me convirtió en el pintor que soy, y gracias a Marcel conseguí darme cuenta de ello”, aseguraba. El primero le enseñó la necesidad de crear su propio estilo y de Duchamp aprendió que el arte no era dominar unas técnicas determinadas sino que era “totalmente intelectual”.

“Tengo la sospecha de que Hamilton encontró su medio de expresión gracias a Duchamp, y que este descubrimiento le liberó del cautiverio del estilo al que le hubieran abocado sus considerables logros como precursos del arte pop”, explica Schimmel en el catálogo de la exposición. Y añade que es llamativo que en los sesenta, mientras otros artistas pulían su estilo, él lo dejó todo de lado para dedicarse a rehacer y estudiar la obra de Duchamp La novia desnudada por sus solteros, incluso (El gran vidrio) con el objetivo de recrear su obra y comenzar también de algún modo con los homenajes y reinterpretaciones de artistas anteriores que se inició en el último tercio del siglo XX.

El vasto estudio que hizo Hamilton para reconstruir la completa obra de Duchamp para una exposición en la Tate de Londres se puede ver en la muestra del Reina Sofía al igual que obras como Five Tyres o Sieves, donde el imaginario de Duchamp está claramente conectado por Hamilton. Por cierto, Duchamp fue quien conectó a Hamilton con España, en concreto con Cadaqués cuando la familia le invitó en 1963. Ese mismo año también fue por primera vez a Estados Unidos.

Pop e iconos

Si algo conocemos por encima de todo de Richard Hamilton es su 'paternidad' del arte pop. Fue quien lo definió y le puso palabras cuando creó el Independent Group. Y fue quien creó la primera obra que puede considerarse pop introduciendo los objetos de consumo de masas en el collage, presente en la exposición, Just what is it that makes today's homes so differents, so appealing? (¿Qué es lo que hizo que los hogares de ayer fueran tan diferentes y tan atractivos?) (1956). Además, la exposición recoge otras obras míticas del pop art de Hamilton como Hommage à Chrysler Corp (1957), Hers is a lush situation (1958), $he (1958-1961) o Pin-up (1961). Obras en la que se resalta el papel de la sensualidad en el diseño contemporáneo y la publicidad de la sociedad de consumo.

Sin embargo, el enfoque de Hamilton respecto al de sus coetáneos pop tiene marcadas diferencias. Estamos ante obras más sobrias, frente a la eclosión de colores y energía de los artistas americanos, y más objetivas. Son más sofisticadas y carentes de cinismo que las obras que producían entonces Andy Warhol o Roy Lichtenstein.

Mientras sus contemporáneos sustutían las técnicas pictóricas tradicionales por el ready-made, Hamilton se situaba a medio camino entre ambas sin dejar nunca de lado a la tradición encarnada en pintores como Cezanne, Picasso o Velázquez. Esto lo podemos ver en otra obra fundamental de este periodo que Hamilton creó tras su viaje a Estados Unidos en el que conoció a los artistas pop y con la que seguía delimitando sus diferencias: Interiors I (1964). Por cierto, los interiores, sean domésticos o de otra naturaleza, son otra de las constantes de la obra de Hamilton a los que volverá durante toda su carrera. La exposición también muestra otros collages de interiores marcados por la obra de Duchamp mediante la introducción de desnudos como son Descending nude (2006) o The Passage of the bridge (2004).

Otras obras emblemáticas de Hamilton que podemos descubrir en el Reina Sofía son sus primeras experimentaciones en el diálogo y la integración mediante la distorsión de la pintura y la fotografía como White Bay (1965) y Trafalgar Square (1965). Junto a ellas, iconos culturales del momento como la carátula del doble disco White Album de The Beatles (1968), la serie My Marilyn (1965), en la que utiliza los contactos de una fotos que la actriz había tachado para trasladarlos a la pintura. En Swingeing London 67 (1967-69) Hamilton reinterpreta el movimiento Swinging London, como se apodó al estadillo del pop y el punk en la capital británica en la segunda mitad de los 60, llamándolo el Londres severo en vez de libertino. Alteró una fotografía de Mick Jagger, líder de los Rolling Stones, esposado junto a su galerista Robert Fraser tras su detención en una redada antidrogas.

También se merece una mirada con detenimiento el conjunto de polaroids de la exposición. Hamilton se topó con esta cámara de fotos en una visita al estudio de Lichtenstein en EE UU. Le pidió al norteamericano que le hiciera una foto y así comenzó, en 1968, una colección que se ha extendido hasta el año 2000 con la última imagen tomada en noviembre por el diseñador Bruce Mau. Se exhiben 128 instantáneas de Hamilton tomadas por personalidades tan dispares como Francis Bacon, Warhol, Ritcher, Roatella, Paul McCartney, Cartier-Bresson, Man Ray, John Lennon o Ferrán Adrià. Fotos que bailan entre el retrato y el autorretrato y en la que cada fotógrafo improvisado ha dejado su impronta por medio de la luz, el encuadre o el contexto. Y fotos también con las que Hamilton nos habla de la autoría y el apropiacionismo.

En esta estela también destacan los retratos y autorretratos que son modificaciones pictóricas hechas sobre fotografía. Destacan Portrait of the artist by Francis Bacon (1970), serie en la que Hamilton se sintió intrigado por la Polaroid que le hizo Francis Bacon y decidió convertirla en un colotipo y recrear sobre ellas las manchas características de la pintura de Bacon, así como sus retratos de Dieter Roth o Derek Jarman.

El diseño industrial, por otro lado, fue otro de los temas que centró las investigaciones artísticas del británico, como podemos ver en la sala dedicada a las variaciones sobre los productos de Braun, ahora con la marca Hamilton, como la serie The Toaster Deluxe (1966), o del logotipo del pastín francés Ricard, convertido en Richard. “Mi intención era introducir una contradicción en el léxico de las fuentes del pop. En esta serie se planteaba la siguiente pregunta: ¿es cierto que los productos de la cultura de masas que podrían ser seleccionados por un comité de ”diseño de calidad“ de un Museo de Arte Moderno han quedado excluidos del arte pop americano?”, explicaba sobre esta línea de su trabajo.

Junto a estas también destaca la serie Shit & Flowers, que inició en 1971 y juega con la dicotomía aprendida de Duchamp contraponiendo las imágenes idílicas publicitarias a una línea escatológica sobre los beneficios laxantes de las aguas de la localidad francesa de Miers; o sus imágenes de protesta que beben de la televisión para denunciar la indiferencia de los medios ante ese instante, como el que nos muestra en la serie Kent State (1970), donde el joven Dean Kahler es gravemente herido por la policía en unas protestas estudiantiles.

Volverá también a estas imágenes políticas con obras sobre las dos guerras de Irak y la ocupación israelí de los territorios palestinos. La última obra de esta temática y casi de su carrera es Shock and Awe (2010), en la que retrata al exprimer ministro británico Tony Blair como un pistolero de western.

El Hamilton más reciente

La exposición, como hemos dicho, recorre el trabajo de Hamilton desde 1949 hasta su muerte en 2011. Es a finales del siglo XX y principios del XXI donde volverá a recuperar sus interiores, sus reinterpretación de los productos o reunirá en una exposición llamada Modern Moral Matters (Cuestiones de moral moderna), celebrada en Londres en 2010, sus obras políticas más importantes.

Cierra la muestra un tríptico sin título en el que trabajó los últimos años de su vida inspirado en el relato de Balzac La obra maestra desconocida. En estas tres obras, Hamilton nos presenta a una mujer tendida desnuda y tras ella Poussin, Courbet y Tiziano se miran y nos miran en una suerte de genealogía de los artistas que mantuvieron un duelo irresuelto con la práctica de la pintura y que él reivindicó en toda su obra. Son obras creadas digitalmente e impresas sobre lienzo según sus directrices y que se crearon para una exposición en la National Gallery de Londres. La última de esta terna está fechada el 9 de septiembre de 2011. Hamilton murió el 13 de septiembre.

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