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La subjetividad en ARCO 2017 y lo que hay fuera

Moria in snow

J.M. Costa

Madrid en ARCO no es que sea la capital del arte mundial, pero tiene de bueno que en torno a la feria se ha desarrollado uno de los fines de semana más agitados de la ciudad. Y si se enfoca bien, de los más entretenidos. Hay de todo, tanto en el lejano Ifema como en pleno centro de Madrid, en esas calles por las que se deambula de bar en bar los fines de semana. Se puede incluir en el trayecto algo de arte -para todos los gustos- y luego incluso irse a bailar a fiestas relacionadas que parecen tener buena pinta. Porque ARCO es un punto de encuentro. Y no solo de la fauna que se aloja en hotelones, sino de todo tipo de seres menos o nada pudientes que también establecen sus contactos, de bajo nivel pero alta intensidad.

Visto lo que hay, ha de apuntarse que lo expuesto en la feria es más barato de media que lo que reluce en un salón del automóvil. El alto mercado será para ricos, que lo es. Y habrá transacciones de cierto porte que conoceremos o no, pero buena parte de lo presente en ARCO sería en principio asequible para sectores de población bastante más amplios. Por debajo de 10.000 euros hay para escoger y revolver. No es lo que se llama popular, pero tampoco 1%.

Volvemos a la frase del conceptual Joseph Kosuth sobre que “El arte es decoración cara”. Buena parte del arte cumple ese dictum en mayor o menor medida y no hay nada de peyorativo en ello, al menos desde que Rafael pintó las estancias privadas del Papa Julio II a principios del siglo XVI. De la misma forma, recordar que la mayor parte de lo que se expone en ARCO se revalorizará poco o nada. Y tampoco tiene por qué. Uno no se compra la vivienda familiar pensando en su revalorización, sino en habitarla.

Que mucho sigue siendo cuestión de gustos lo revelan las recomendaciones de diferentes medios, generalistas y especializados. Prácticamente ninguno coincide en sus favoritos. ¿Es que no hay criterio? Si, claro que hay, pero no uno, sino muchos. Por ejemplo, hay quien se queda extasiado ante un Dalí en Leandro Navarro (¡y ademas cuesta 1,5 millones!) o la recuperación de Joan Ponç en Mayoral, pintura surrealista tardía que ya ha sido plenamente asimilada.

También hay quien se queda asombrado de que a estas alturas Luis Gordillo (Rafael Ortiz) siga mutando. O a quien le parece estupendo todo cuanto tenga luces, como lo de Olafur Eliasson en Elvira González, de Pedro Guirao en T20 o lo de Juan Carlos Martinat en Revolver. Habrá quien se quede maravillado con el control formal-conceptual de Elena Alonso en Espacio Valverde. Realmente es aconsejable echar una ojeada a varias de estas lista de Mejores de ARCO, porque cada una le resultara atractiva y útil a diferentes grupos de personas.

ARCO lo ves, ARCO no lo ves

Dado que hemos aceptado como principio la subjetividad, aquí va algo de la propia. Por ejemplo, resulta siempre enternecedor reencontrar a héroes de hace treinta años, cuando La Caixa expuso El Arte y Su Doble, una antologia de nuevos artistas de Nueva York (Jeff Koons incluido) realizada en Madrid antes de Nueva York. Se trata de Matt Mullican y de Peter Halley, este último un experto en Ortega y Gasset, para más rareza.

El primero, un habitual en ARCO, vuelve en buena forma sampleando dibujos de Tintín y el segundo sigue con sus células-carcel pero ahora metalizadas. Resulta que en la misma galería de Mullican, hay fotografías que no conocías de la últimísima serie del alemán Thomas Ruff, de pequeño formato, algo no tan frecuente en él. Y como has trabajado con Ruff, te resultan interesantes, claro. Siguiendo el viaje te fijas en las lunas de Francesc Ruiz, porque a primera vista una de ellas te recuerda el logo de La Luna de Madrid y porque están en García Galería junto a esculturas de Karlos Gil, a quien has seguido casi desde el principio. O te topas con una de las nuevas piezas de José Maldonado en Aural, que estuviste presentando hace apenas dos semanas en Alicante.

Hay más, porque siempre quieres saber lo que van haciendo Daniel García-Andujar o Teresa Solar, dos cariños tan diferentes como las Constelaciones de Irene Grau, un trabajo con muchos niveles ópticos sobre la frontera y sus señales. Gavin Turk, de aquellos Jóvenes Artistas Británicos de los 90 presenta unos falsos Lucio Fontana que, dada la presencia de Argentina como invitada en la feria, resultan divertidos, malvados y te sacan la sonrisa. Porque para serio ves en Ida Pisani un Santiago Sierra sobre ratas bebiendo leche de una cruz gamada que como metáfora resulta un poco literal, pero también bastante efectiva, a qué negarlo. Y sin tener mayor conocimiento ni relación te impresiona el Moira in snow del irlandés Richard Mosse con un tratamiento brutal del invierno en un campo de refugiados en la isla de Lesbos.

Lo anterior es solo un botón de muestra de la subjetividad. Lentes particulares que pueden conducir a miradas afiladas o a una curiosa ceguera para algunas obras que a otros sí les han llamado mucho la atención. Con justicia, según recapacitas. La verdad, está muy bien esto de que no haya una linea estética hegemónica. Tampoco esperamos todos lo mismo del arte.

Las otras que no son ARCO

Pero salgamos de Ifema y vayamos a la ciudad. Hay seis o siete ferias alternativas, que no son pocas. Una de ella es Art Madrid, sita en el Ayuntamiento, y va de arte moderno/contemporáneo. Antes hablábamos de lo decorativo. Pues aquí hay bastante con esa vocación. JustMad (Hortaleza 63) está dedicada en principio al arte emergente, pero no lo es tanto. Hay variedad aunque el año pasado abundaba un tipo de pintura demasiado sensiblera, lo cual no pasa de ser un juicio de valor porque al vecino le podía resultar (le resultaba, vaya) sensible y apreciable. Por resumir, en ambas ferias el visitante puede decir que algo le parece bonito en vez de interesante.

Según criterio general las más atractivas de estas ferias off son Drawing Room (Velazquez 12) e Hybrid (Plaza de Santa Bárbara 10). Ambas comenzaron el año pasado y ambas tuvieron éxito. Drawing Room, como su nombre inglés indica, va de dibujos con una selección muy bien traída y llevada. Hybrid (parece un poco raro esto de titular en inglés cuando en la feria la mitad de los forasteros que uno encuentra entienden castellano) que trata de arte de verdad emergente presentado en las habitaciones de un hotel. Muy entretenido y con historias a veces muy diferentes de las habituales. Además, que la plaza esta llena de cervecerías.

Dejemos de lado enumerar los desayunos, cenas y fiestas exclusivas de los VIPS y esperemos que no suceda en alguno de ellos como en Venecia, donde unos invitados en la Bienal acabaron en el canal cuando iban a una fiesta de Prada. Porque hay música, como la serie de los encuentros AVLAB (día 25 en Medialab Prado) tirando a experimental. Luego, en plan tirando a nocturno y en la cafetería del Reina Sofía tiene lugar L'art Dance Club de 23 a 2,30, hoy con Javi Redondo. En el ya mencionado Hybrid siempre hay historias de música y ayer tuvo lugar un minifestival en ChaChá.

En fin, un año más de ARCO que, como siempre habrá salido de perlas y a satisfacción de todos. Las ferias pueden y deben ser cuestionadas, pero hay algo en lo que son insuperables: la fabricación de optimismo.

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