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Los clubs berlineses recurren a la creatividad frente al cierre

EFE/EPA/OMER MESSINGER

EFE

Berlín —

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La escena nocturna de Berlín, meca mundial de la música tecno, fue la primera afectada por la pandemia de COVID-19 en la capital alemana y será también la última en volver a la normalidad, según teme el sector, que está apostando por soluciones creativas para poder sobrevivir.

Desde otros ámbitos de la vida pública se presiona para la reapertura, pero la Comisión de Clubes Berlineses admite que la vida nocturna de la capital, que según estimaciones propias mueve 168 millones de euros al año, no es compatible con las medidas de higiene y distanciamiento físico.

“El ambiente de los clubs tiene un factor social. La gente viene a ver a los artistas, pero también por la interacción”, explica a Efe el portavoz de la comisión, el promotor Lutz Leichsenring, destacando que en espacios estrechos donde la gente se aproxima para hablar debido a la música alta no es posible evitar contagios.

“Ya no sería el mismo ambiente”, señala. La Comisión, resignada a que los clubs permanezcan cerrados hasta que exista una vacuna contra el coronavirus o se haya inmunizado una parte significativa de la población, busca sin embargo fórmulas para mantener viva la escena nocturna hasta entonces.

Entre ellas destaca “United we Stream”, un programa de sesiones en directo desde diversos clubs que nació en el salón de la casa de Leichsenring para expandirse rápidamente a escala internacional, incluyendo locales de Madrid y Barcelona y a punto de dar el salto a América Latina.

FIESTAS DESDE CASA

Estos sets de música electrónica, con más de 30 millones de visionados desde su inicio en marzo, han recaudado unos 500.000 euros en donativos hasta la fecha, que serán distribuidos entre los clubs más afectados por la pausa forzosa que ha traído la pandemia.

Una parte de los fondos recaudados por la iniciativa, que pretende ofrecer una plataforma en la que artistas y clubs se den a conocer y concienciar al público sobre los efectos de la pandemia, van destinados además a causas sociales como el salvamento marítimo en el Mediterráneo.

Un martes por la noche, Lilly Kazan se prepara para pinchar en una sesión que se emitirá en directo desde el club que lleva con su marido Sertaç Kazan, el “Christa Kupfer”, situado, al estilo berlinés, en un entresuelo de un antiguo edificio industrial en la frontera entre los populares distritos de Neukölln y Kreuzberg.

“Fue un gran choque para nosotros, nadie se lo esperaba, además aquí en Berlín donde la música y la cultura están tan vivas,” cuenta en referencia a la pandemia que les obligó a cerrar el local tan solo tres meses después de haberlo inaugurado.

Una pareja de performers semidesnudos que serán los primeros en actuar se acercan para una consulta sobre los micrófonos mientras los técnicos se prepara para comenzar la retransmisión, concebida para que los fans del tecno la sigan desde sus casas en cualquier rincón del mundo.

“Mucha gente nos pregunta: ¿Cuándo vais a abrir? ¿Cuándo podemos volver a venir, aunque sea con aforo limitado?” destaca Kazan, que cree que muchas personas están deseando “recuperar sus vidas”, aunque la cuestión de cuándo podrán volver a funcionar con normalidad está aun “en el limbo”.

REINVENTARSE PARA CUBRIR COSTES

Gracias a las ayudas estatales, el “Christa Kupfer” ha podido pagar los tres últimos meses de alquiler, pero el futuro es incierto y el matrimonio está reacondicionando a marchas forzadas un pequeño espacio al aire libre para abrirlo como terraza, algo que sí está permitido, “aunque sea para cubrir costes”, señala el marido.

Otros clubes se decantan por medidas similares y tratan de implementar nuevos formatos sedentarios o enfocados a grupos, como el “safari gastronómico” puesto en marcha por el Sage, una sala a orillas del río Spree que los fines de semana alberga al emblemático club KitKat, uno de los históricos de la escena berlinesa.

Pero los locales de mayor extensión han expresado dudas sobre la viabilidad económica de estos modelos, con los mismos costes -e inversiones adicionales en infraestructura- pero con solo una fracción de los ingresos de antes.

“Por qué vas a ir a un club si no es un club, ” resume Leichsenring, también escéptico.

El portavoz de la Clubcommission agradece el “esfuerzo” que han hecho las autoridades con las ayudas estatales pero incide en que el sector, del que en Berlín dependen unos 9.000 empleos y que se caracteriza por márgenes escasos y dificultades en el acceso a créditos, precisa de más ayudas para sobrevivir.

FIESTAS AL AIRE LIBRE

Entretanto, con el buen tiempo, muchos berlineses se han llevado la fiesta y la música al aire libre en lugar de esperar a la reapertura de los clubes, formando aglomeraciones en las que por lo general no se respetan medidas de higiene ni distancias mínimas.

A principios de mes, lo que comenzó como una protesta en barca por los canales de Berlín a favor del sector cultural, terminó como una “rave” de 3.000 participantes y música a todo volumen delante de un hospital, que fue duramente criticada tanto por las autoridades como por la propia Clubcommission.

Otros adeptos de la escena musical berlinesa se muestran sin embargo más precavidos y no tienen prisa por volver a los clubs, a pesar de echarlos de menos.

“Aunque vuelvan a abrir y haya aforo limitado y medidas de higiene tendría bastantes reparos en ir” apunta Laura, una aficionada al Synthwave que antes de la pandemia solía salir todos los fines de semana. “Tendría que esperar un tiempo para volver a sentirme segura”.

Clara Palma Hermann

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