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'Mary Shelley': el drama personal de la creadora de 'Frankenstein'

La escritora británica, apoyada en la tumba de su madre feminista

Ignasi Franch

En ocasión del bicentenario de la publicación original de Frankenstein o el moderno Prometeo, se estrena un filme que narra la etapa de juventud de su autora. Mary Shelley publicó anónimamente la novela cuando contaba con apenas veinte años. A esa temprana edad, ya se había enfrentado al repudio familiar y social derivado de su relación amorosa con el poeta y agitador Percy Bysshe Shelley (Prometeo desencadenado).

La realizadora saudí Haifaa al-Mansour (La bicicleta verde) ha optado por defender una lectura biográfica de Frankenstein, entendida como una historia de abandono y pérdida altamente influida por las experiencias de su creadora. Por ello, pone la lupa sobre la red de relaciones que la marcaron íntimamente.

El padre de la protagonista, el intelectual y librero William Godwin, le dispensó un trato distante y en algunos aspectos bastante contradictorios con los ideales de educación que decía defender. Su madre fallecida tras dar a luz, la feminista Mary Wollstonecraft (Vindicación de los derechos de la mujer), sirvió de referente y también de advertencia sobre las consecuencias posibles de ensayar un choque frontal con la sociedad.

El co-protagonista de la película, con todo, es Percy Shelley. Al-Mansour y compañía se fijan especialmente en las turbulencias de la pareja. Si él quería mantener una relación sexualmente abierta, esta práctica generaba conflictos en su mujer y dificultaba que esta alcanzase la reputación social que codiciaba. Una gestión muy desigual del duelo, evidenciada tras la pérdida prematura de tres de los cuatro hijos que la pareja tuvo en común, también enrareció la vida del matrimonio.

Una vida repleta de experiencias extremas

La anécdota sobre la creación de Frankenstein ha sido llevada al cine en diversas ocasiones por autores como Ken Russell (Gothic) o Gonzalo Suárez (Remando al viento). Los Shelley, Lord Byron y el doctor John Polidori se retaron a escribir historias de terror en sus veladas en Ginebra. Los escritores más consolidados, Byron y Percy Shelley, acabaron distanciándose del pasatiempo, pero los empeños de sus compañeros sí que germinaron.

Polidori aportó una mirada a un mito preexistente en El vampiro. Por su parte, Mary Shelley consiguió crear su propio mito, recordado durante dos siglos, a través de un largo proceso creativo que culminó en la redacción de su primera novela. Supo dar vida a un cuerpo nuevo hecho con pedazos de los intereses científicos contemporáneos, de la sensibilidad romántica, y de impulsos atávicos como el deseo de trascender la muerte y gobernar la vida. Las connotaciones transgresoras de su obra, tildada de blasfema y repugnante, fueron amortiguadas en sus primeras encarnaciones teatrales y cinematográficas.

Mary Shelley termina transformándose en una película sobre los orígenes de Frankenstein y las dudas iniciales que generó su autoría. Anteriormente, tiene aires de paseo por la escena literaria del romanticismo inglés (también aparece Samuel Taylor Coleridge) con componentes de denuncia antimachista. Percy Shelley y Lord Byron no salen bien parados: se les retrata como dos hombres irresponsables e insensibles. Su amor libre no deja de ser muy asimétrico, al llevarse a la práctica en un contexto social manifiesta machista.

El folletín sentimental predomina en la película. Los acontecimientos reales marcan este camino: la escritora se escapó de casa con el poeta cuando este ya había tenido dos hijos con otra mujer sin el pararrayos reputacional del matrimonio; posteriormente, él se acostó con la hermanastra de Mary, que alumbró una niña de Lord Byron. En el entorno cercano de los Shelley, además, se produjeron multiples suicidios, intentos de suicidio y accidentes letales. El mismo Percy murió ahogado a los 29 años.

Las guionistas Emma Jensen y al-Mansour alteran algunos acontecimientos para potenciar el romance inicial de los Shelley. Con todo, no aprovechan todas las oportunidades que les proporcionaba la historia real: el misterioso pasado de la madrastra de la protagonista bien podría haber merecido alguna subtrama.

Mary Shelley puede resultar una película atractiva y, a la vez, algo inadecuada. Remite a las adaptaciones cinematográficas, más o menos convencionales, de Jane Eyre u otros títulos del gótico femenino. Quizá la Mary Shelley de juventud y su primera novela hubiesen merecido una traslación a imágenes más arriesgadas estilísticamente. Aunque se pueda aducir que al-Mansour propone una expansión conceptual de los dramas de corsés y castillos austenianos mediante sus pinceladas feministas, de la misma manera que Frankenstein expandió la iconografía (y no tanto el estilo) de una novela gótica en pleno desgaste.

La propuesta de la cineasta saudí, nos tememos, tendrá un impacto mucho menor. Su película puede tener un agradable envoltorio estético e incluso resultar divulgativa, a pesar de las constantes (y a veces sorprendentemente gratuitas) licencias creativas respecto a la historia real. Aun así, desentona con el arte de esa mujer que se enfrentó a la sociedad y a su familia. Quizá sintoniza más con la Shelley madura que introdujo cambios en clave conservadora a su obra, tras verse empujada a llegar a pactos con la sociedad que la había excluido previamente.

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