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Maurice, Katia y los volcanes, un original trío amoroso para un documental con olor a Oscar

Katia Krafft, muy cerca del fuego, en 'Fire of Love'

Javier Zurro

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Muchas parejas argumentan que se les “ha acabado la chispa”, que “ya no hay fuego” entre ellos. Precisamente el fuego, de forma literal y no metafórica, es lo que unió a Katia y a Maurice, los dos vulcanólogos que se han convertido en protagonistas de Fire of Love, documental que ha crecido en popularidad desde que se convirtiera en la sensación del pasado Festival de Sundance, donde ganó el premio al mejor montaje. Su conexión con el público se ha ido confirmando en todos los festivales por los que ha pasado, como el Docs Barcelona, donde se llevó la mención a la Mejor película. Desde entonces, ya suena como la gran favorita para el Oscar al Mejor documental.

La película de Sara Dosa, original, atípica e hipnótica, cuenta un triángulo amoroso muy peculiar, el que forman Maurice Krafft, Katia Krafft… y los volcanes. Esa es la peculiaridad del filme de Dosa, que narra el romance de esta pareja cuya relación se mantiene por la pasión de ambos por ir a estudiar volcanes y acercarse a ellos cuanto más mejor. Todo ello sostenido en las increíbles imágenes del archivo de ambos. No hay entrevistas mirando a cámara con bustos parlantes, solo un trabajo increíble de documentación y montaje. 

Fire of Love contiene algunas de las escenas de volcanes más potentes que se han visto nunca, y tras ellas, toda una historia de amor que parece creada por un guionista de Hollywood. La de Maurice y Katia, que murieron mientras hacían lo que más les gustaba el 2 de junio en 1991. Su relación había comenzado casi 16 años antes, cuando ambos acudieron una cita a ciegas, o eso dice la versión más extendida, donde comenzaron a hablar de su pasión por el Etna y el Strómboli y salieron de aquel café siendo inseparables.

Hay pocas imágenes de ellos juntos, más allá de las entrevistas que dieron como pareja, ya que se convirtieron en unas celebridades. Pero en sus misiones entre cráteres y lava no hay muchas. Las pocas que hay están en Fire of Love. Era Katia la que solía ir con la cámara para registrar las imágenes, que a menudo grababa con una cámara de 16 milímetros y con una cámara fija que protegía con artilugios para aguantar las altas temperaturas y aislando sus equipos con aluminio y asbesto.

Es curioso que la primera foto de ellos juntos sea en la portada del periódico L’Humanité en una manifestación contra la guerra de Vietnam en 1967. Ambos dijeron siempre en las entrevistas que su pasión conjunta por los volcanes se vio impulsada por su decepción, también conjunta, por el ser humano, capaz de provocar guerras y destruir el mundo. Es la misma época donde se desarrolló la teoría de las placas tectónicas, que supuso una absoluta revolución para los vulcanólogos y también para esta pareja, que en los 70 salieron en sus primeras expediciones. La primera acabó con su coche roto, 27 paradas de motor y la pierna de Maurice despellejada “como una cebolla” tras meterla en un cráter con agua hirviendo. No les paró y hasta crearon un grupo llamado 'El equipo volcán' con el que alcanzaron la gloria como profesionales y la plenitud como pareja.

La directora llegó a la historia de esta pareja por casualidad, cuando buscaba imágenes de volcanes en Islandia para su anterior filme, The seer and the unseen. Buceando en imágenes de archivo llegó al increíble material de los Krafft y quedó hechizada por las imágenes, pero también por su historia según iba aprendiendo de ella al darse cuenta de que “no era solo una relación entre Maurice y Katia; era casi un triángulo amoroso entre ellos dos y los volcanes”. “No hay Maurice y Katia sin volcanes”, dice en el dossier de prensa.

Una vez decidió que iba a hacer el documental, tocaba buscar todo el archivo que Katia y Maurice grabaron durante más de una década y que había ido cambiando de manos a lo largo de los años. Lo encontraron en Image’Est, una compañía de archivos con sede en Nancy, Francia. Bertrand, el hermano de Maurice, había confiado el archivo a la empresa, pero autorizó a la realizadora a acceder a él. Tras reunirse en varias ocasiones lograron el permiso para poder utilizar todo el material y comenzaron a digitalizarlo. Gracias a esas imágenes fue posible su decisión de no utilizar declaraciones a cámara y apostar porque sus imágenes fueran las que narraran la historia. En Fire of Love hay imágenes que no se han visto en casi tres décadas y nunca con esta calidad. Muchas de ellas se usaron en documentales educativos en los años 80, pero nunca en una sala de cine.

La directora tuvo que tirar de ingenio para contar una historia de amor sin apenas imágenes de los dos protagonistas interactuando o juntos. No hay vídeos ni fotos de ellos dándose un beso, ni abrazándose, y fue esa ausencia de imágenes lo que les hizo darse cuenta de que “su verdadero amor compartido eran los volcanes; se amaban, pero también trabajaron juntos para estar con su tercer amor”. En un trabajo de montaje original, comenzó a asociar imágenes para sugerir ese amor a través de los volcanes que ellos habían rodado, convirtiendo Fire of Love en la historia de un triángulo amoroso extraño y romántico que, además, ha contado con el apoyo en la producción de la actriz y directora de cine Miranda July, que se enamoró del proyecto cuando se lo presentaron y accedió a poner la voz en off que guía al espectador en esta sorprendente historia.

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