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Entrevista Director y actor

Xavier Dolan: “Hacer películas me duele demasiado y no me da lo suficiente a cambio”

Xavier Dolan dirige su primera serie, 'La noche que Logan despertó'

Javier Zurro

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Xavier Dolan tiene 34 años, ocho películas y una serie. Pocas carreras tan prematuras y fulgurantes se recuerdan como la del cineasta canadiense. Desde su portentoso debut, realizado con solo 19 años, marcó unas señas de identidad propias que mostraban una personalidad milenial que no se avergonzaba de serlo. Dolan tenía, o aparentaba, una seguridad aplastante para introducir canciones y guiños pop, cámaras lentas y recursos que normalmente son señalados con desdén. Él los pasaba por su imaginación, por su particular forma de entender el melodrama y acababa ofreciendo momentos de una belleza sobrecogedora; la escena de Mommy en la que el protagonista ensancha el formato de la pantalla al ritmo de Wonderwall es una de los momentos más hermosos e influyentes del cine de autor de los últimos años. 

La llegada de Yo maté a mi madre al Festival de Cannes fue una revelación. Todos hablaban de él, y comenzaron las etiquetas y los ataques. La primera que le cayó fue la de enfant terrible. Luego la de 'joven genio', y con esas etiquetas puestas, cierta parte de la crítica, salvaje y despiadada fue a por él. Le acusaron de moñas. Se rieron de él cuando lloró como una Magdalena al recoger un premio por Mommy que compartió con Godard. Ataques que escondían un bullying machista y homófobo. Cualquier hombre con una sensibilidad diferente, que rompiera lo que se pensaba que debía ser un autor, era señalado con burlas.

Una presión que ha ido creciendo y que ha hecho que anunciara, en el pasado Festival de Sundance, que se retiraba. Lo hacía tras la presentación de su nuevo trabajo, la serie La noche que Logan despertó, que ya se puede ver en España en Filmin y que supone el regreso al mejor Dolan, a su universo de familias disfuncionales, secretos enterrados, el pasado que vuelve y, como siempre, la tolerancia y lo LGTB en el corazón de todo. Está su uso de las canciones, las secuencias con lluvia, su cámara lenta y todo con un ritmo y una emoción que recuerdan a sus grandes trabajos.

Dolan confirma que su idea es cumplir su amenaza de retirada, y explica cómo ha vivido desde su debut todas las etiquetas y las cosas que se decían de él. “No muy bien…”, dice mirando hacia el suelo y chasqueando la lengua antes de coger aire y seguir respondiendo. “Al principio, leía todas las críticas sobre mis películas. Para aprender. Para tratar de entender cómo crecer, cambiar y evolucionar. Para evitar repetir los mismos errores todo el tiempo. Y estaba de acuerdo con la mayoría de ellas, pero hubo un momento en el que las críticas empezaron a volverse muy personales. La gente pensaba que conocía mi vida. Me atribuían intenciones. Hablaban de mí, de quién era yo en mi vida. Decían saber cómo pensaba o por qué había hecho una película, y decidí alejarme de eso. Dejé de leer todas las reseñas”, comienza diciendo.

Pero eso solo ha sido uno de los motivos que le han llevado a tomar esa decisión. También ha influido que el público no va a los cines. “La gente no va a ver mis películas a las salas. Ahora, con la serie, lo que me molesta es que no se está vendiendo en territorios donde normalmente se vendían mis trabajos. Se va a estrenar en España, se ha estrenado en Francia, en Japón… y ya. Eso es todo. No se va a ver en EEUU. Tengo una base de seguidores en lugares que no creo que vayan a poder ver la serie. Nunca la van a ver, así que me pregunto, ¿entonces por qué la he hecho, para quién, por qué? Sé por qué la he hecho. Para contar una historia de tolerancia, una historia de redención. Para divertirme. Por pasión. Para trabajar con Hans Zimmer. Para trabajar juntos. Para buscar y encontrar actores. Para crecer. Para contarme. Porque soy artista. Porque quiero. Pero todas las decepciones que me trajo la industria… toda la ansiedad por el rendimiento que conllevan las películas me desalienta a hacer el esfuerzo de hacer más películas”, añade.

Eso es lo que le ha hecho plantearse si quizás “ya haya dicho todo lo que tenía que decir y hecho todo lo que tenía que hacer”: “Después de ocho o nueve películas, creo que eso es suficiente para mí. Estoy satisfecho. Podría ir más allá, podría mejorarme y siempre podría aprender, crecer, convertirme en un mejor artista, un mejor ser humano. Pero me duele demasiado y no me da lo suficiente a cambio. Ya no me da lo suficiente a cambio. Así que prefiero dedicarme a proyectos personales, donde los resultados son más inmediatos y donde no dependo de nadie para determinar si lo logré o no”.

Su visión del mundo actual no ayuda. “La forma en que las cosas se están deteriorando social y medioambientalmente, la Inteligencia Artificial… Tengo la impresión de que vamos directos hacia un muro muy, muy grande y que vamos a chocar a 100.000 por hora. A la gente no le importa un comino, no se da cuenta”, continúa y se disculpa por el tono de la entrevista. “Es bastante deprimente esta entrevista. Lo siento. Pero, desde un punto de vista personal y profesional, me siento muy bien con mi decisión de retirarme de la industria del cine, de ocuparme de otras maneras, conocer gente nueva, probar cosas nuevas. Pero reconozco que, globalmente, en cambio, me preocupa enormemente la perspectiva de lo que nos espera como sociedad en los próximos años. Podría fingir que tampoco existe esa realidad, pero ya no puedo estar en negación. Siento que tenemos que enfrentarnos a ello”, lamenta.

Esa voluntad de enfrentarse al problema está también en su cine. Con la forma de melodramas desatados, siempre hay en sus películas una defensa del colectivo LGTB que le ha convertido en un icono. También ocurre en La noche que Logan despertó, que cambia la obra de teatro en la que se basa y añade un delito de odio en la línea narrativa del presente que hace que la serie escueza al saber demasiado actual, con al auge de los crímenes homófobos y de la extrema derecha. Un problema que Dolan tuvo muy claro que quería abordar desde su nuevo trabajo.

El propio autor de la obra, Michel Marc Bouchard, del que Dolan ya adaptó Tom en la granja, le contó al cineasta que en su pueblo de Quebec se izó la bandera del orgullo y la misma noche fue quemada. Al día siguiente, volvieron a ponerla en su mástil y volvieron a incendiarla: “Y se dieron por vencidos… se dieron cuenta de que no iban a poder izar la bandera del orgullo. Y está ocurriendo también en EEUU, donde el partido republicano continúa atacando todos los días, en todos los momentos posibles, los derechos de la comunidad LGBTQ para evitar que se enseñe a los niños en la escuela la diferencia, para que ni siquiera podamos pronunciar la palabra gay u homosexual a un niño menor de 17 años o corramos el riesgo de ser encarcelados. En Florida, el proyecto de ley del Gobernador del Estado de Florida, Ron de Santis, pretende quitar sus derechos inalienables y fundamentales a las personas trans”. Una situación que considera “violenta” y alerta “del giro a la derecha que hay en todo el mundo”.

“La gente sale a la calle con sus esvásticas. Neonazis que dicen que habrá derramamiento de sangre. Es una derrota muy grande que tengo la impresión de que seguirá y seguirá cada vez más, y será tolerada por los gobiernos si no nos protegemos, si no nos manifestamos y si no nos organizamos para que en las constituciones de cada país las leyes que entren en vigor nunca más se puedan cambiar. Si nadie va a proteger los derechos de la comunidad LGBTQ, solo empeorarán los episodios violentos. Estas manifestaciones continuarán y solo empeorarán y aumentarán”, zanja de forma contundente. Ojalá La noche que Logan despertó no sea su último trabajo. Sería una triste noticia que el cine perdiera una voz tan única, que además ha adquirido una valentía y una claridad que se confirman en este trabajo que, de momento, sirve de despedida.

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