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Manel Fontdevila: “Aznar más que un chiste, tiene un diagnóstico. Es un personaje de tragedia pura”

Manel Fontdevila, estado de gracia, / Enric Catalá

Ramón Lobo

Manel Fontdevila (Manresa, 1965) es uno de los dibujantes más provocadores de España; también, uno de los mejores. Suya fue la viñeta de la abdicación que provocó que el nuevo dueño de la revista El Jueves se autosecuestrase y mandase destruir la tirada. Después de todo solo era un rey pasando una corona llena de mierda a otro rey. En estos días, en los que ha estallado un nuevo caso de corrupción en Madrid, otra de sus grandes viñetas de hace unos años ha vuelto a hacer furor en Twitter. En ella se ve a Esperanza Aguirre vestida con una túnica blanca en medio de la mierda. Los demás están manchados hasta las cejas. Uno le pregunta: “¿Y tú, cómo lo haces?” Aguirre responde: “¿Lo que?”.

Acude a la cita en autobús desde Manresa, a algo más de una hora de Barcelona. Nos vemos en el hotel Pulitzer, cerca de la plaza de Catalunya, para ver si se nos pega algo. Fontdevila acaba de publicar un libro con la editorial de eldiario.es que recoje 100 de sus mejores viñetas. Se titula En el lado bueno de la valla (eldiario.es Libros), es decir el nuestro.

¿Es difícil hacer humor ahora en España y en Cataluña?

¿Es difícil? Hostia, no me lo he planteado. Hay días que me cuesta, es verdad. Pero hacerlo se hace fácil porque el humor es un mecanismo, una distorsión. A veces, lo difícil es tener ganas. Llega un punto en el que las noticias te enfadan. De repente te encargan un chiste de esto que dé risa. Intento que en el humor haya una reflexión, o lo que sea, pero no renuncio a buscar la risa; si no la risa, la sonrisa al menos. Es un poco agotador. Lo es también porque las noticias se repiten. Estamos con la corrupción, cambiamos los apellidos del corrupto pero hablamos de lo mismo. Llevamos una temporada en la que hemos ido empalmando de los Pujol a los púnicos y con Acebes entremedio, y lo que veremos. Está bien, pero en cierta manera es un rollazo.

Tiene una ventaja sobre el resto de ciudadanos; no tiene que esperar a unas elecciones para mostrar su cabreo, no necesita tirar un cóctel molotov con riesgo de que le detengan. Tiene la posibilidad de tirar una viñeta todos los días.

La viñeta no hace el daño de un cóctel molotov ni tiene la influencia de unas elecciones, pero estamos ahí, haciendo un poco. Muchas veces me preguntan: ¿por qué haces humor? ¿Qué consigues? ¿Para qué sirve el humor ahora mismo? Y no tengo ni idea. El cóctel molotov lo descartamos. La pregunta es ¿el humor cambia las cosas? Está claro que no las cambia. Pese a que no tiene nada que ver, intento relacionarlo con los cantautores de los años 70. Ahora no hay cantautores o no hay himnos. Pasaban cosas en los 70 y los cantautores hacían canciones y las canciones eran tarareables, hablaban del momento que estabas viviendo. Ahora esto se ha perdido un poco. Siempre hay alguno, pero en general se ha perdido, y no sé por qué. Quizá porque una canción es demasiado emocional para este momento que vivimos.

Los humoristas hacemos un poco esto: pequeños himnos, pequeñas canciones para que puedan retuitearse en el momento en el que haga falta y para que puedan dar forma a las pancartas. El Roto estuvo en las pancartas del 15M. Muchas eran sus chistes. Tenemos la función de estar al lado de lo que pasa, no de provocar lo que pasa, pero sí de arroparlo un poco.

En la corrupción es fácil: todos estamos en contra. Pero en el debate que vive Cataluña debe ser complicado. Puede ser complicado si haces viñetas en contra o que ridiculicen la parte esperpéntica. A veces es peligroso salirse de la corriente.

Bueno, pero salirme de la corriente no es algo que me dé miedo, así de entrada. Es interesante si puedes justificarlo. En el asunto de Cataluña estoy en una situación curiosa: los chistes los publico en Madrid y la información de la que partimos es distinta. Además vivo en Manresa, no en Barcelona. Es un tema complejo. Ni yo mismo tengo una opinión formada. Cuando voy a dibujar un chiste, primero pienso el tema y qué quiero decir sobre él. Hago chistes cuando lo tengo claro, cuando el mismo chiste explica la situación.

En Cataluña tengo claras algunas cosas. Tengo claro que hay que votar y que la ley de consultas era buena. Lo demás es una historia rara. Intento dibujarla en una historia larga y sudo tinta. No porque quiera quedar bien con nadie, es porque quiero estar seguro de lo que pongo y muchas veces no estoy seguro. Perdemos un poco la referencia de la gente. Estos debates son muy políticos y periodísticos. Votar un cambio de Estado, decir “ahora estoy en España y voy a estar en Cataluña” no es una opción política, es una opción personal. Al final todo el mundo va a votar por una cuestión personal.

Hay un problema gordo y es que nadie nos ha contado cómo estaremos luego porque no interesa contar esto. No interesa aquí, en Cataluña, porque igual no se sabe y no interesa, ni en España, porque contar cómo estaremos sería aceptar que puede existir este luego, algo que se está negando. Me parece erróneo. Es una decisión personal y no tenemos datos para tomar esta decisión. Trabajo para Madrid y me pregunto ¿qué voy a hacer cuando seamos independientes? Parece una tontería pero al final esto forma más parte de mi discurso que el hecho de que haya una injusticia histórica, una reparación de no se qué y no sé cuántos.

En el humor es fundamental el contexto, el contexto cultural en el que se entiende la viñeta. Hay contextos que se están moviendo, que son tan emocionales que es difícil saber cómo se va a entender el chiste.

Sí, claro. Lo emocional es complicado. Pero no sé hasta qué punto lo de la independencia es emocional.

Hay catalanes que dicen mantener el mismo discurso en Barcelona y en Madrid, gente como Carles Francino, Milagros Pérez Oliva, Gemma Nierga, Javier Sardá. Aquí se les tilda de españolistas y en Madrid de independentistas.

Sí, son situaciones pintorescas. Nos ha pasado a todos. Digamos que soy un independentista frío, porque no me apasiono con esto y porque no consigo hacerlo. Mi problema es que se nos pide una opción nacionalista más que independentista. El nacionalismo es una cosa irracional, es el amor que sientes por tu señora, tu equipo de fútbol, tu país, que es el mejor del mundo, que tiene momentos históricos importantes, algunos ninguneados, todo muy injusto.

Pero el independentismo no responde a esto. Ahora estamos así y nos iría mejor de otra forma por unos puntos que podemos escribir en un papel y que son éste, éste y éste, que responden a cosas concretas. Todo bien hasta aquí, pero estos puntos no se han concretado, con lo cual volvemos a una votación que responde a criterios nacionalistas. Aún así es muy importante que se haga la consulta. Sólo así sabremos si merece la pena seguir hablando de esto o no. No querer hacerlo es perpetuar un problema que no sé hasta qué punto a quién sirve y a quién le beneficia porque es básicamente agotador.

¿Siempre ha querido ser dibujante? ¿Siempre ha dibujado desde pequeño?

No sé hacer otra cosa. Desde pequeño me gustaba dibujar. Me encontré pronto trabajando en este oficio. Eran los años 70 y mi familia estaba metida en asociaciones de vecinos, grupos ecologistas y antimilitaristas, era la Transición y los carteles los dibujaba yo. Enseguida entré en el periódico de mi pueblo. Tenía 16 años. Nunca me he cuestionado lo que quería hacer porque lo estaba haciendo. Entonces me gustaba menos, ahora me gusta más.

¿Siempre ha podido vivir de esto?

No, vivir no. Hacerlo sí, vivir no. Hemos pasado desiertos también. Mare de déu, esta ha sido buena. Ahora tampoco estoy viviendo estupendamente, pero bueno. Vivo bien en el sentido de que no me levanto a las siete de la mañana para ir a la fábrica a preparar neumáticos, que era lo que hacía mi padre. No puedo pedir más a la vida. Hago lo que me gusta sin tener que hacer malabares, de momento, lo cual está bien.

¿Cómo encuentra uno su estilo?

Eso es una lucha. Me di cuenta desde el principio de que el estilo es muy importante. Cuando empecé con 16 años a dibujar chistes no sabía hacerlos. No nos vamos a engañar: copiaba a otros dibujantes. Compraba lotes de Por favor, Barrabás… Además de hacerme una cultura, miraba los dibujos y me daba cuenta de que no se pueden copiar los buenos chistes. Pones uno de Chumy Chúmez en tu dibujo y no tiene ni puta gracia. El chiste es suyo.

Entonces empieza la obsesión por el estilo. Es una cosa que me preocupa, lo que pasa es que no sé cómo se consigue. Trabajando día a día no te puedes permitir florituras y de repente miras para atrás y parece que hay unos recursos. Al final, como todo, nace de las limitaciones y de unos trucos que te inventas para sacar adelante los chistes y al final tienes un estilo. Ves lo que te queda bien, te apoyas en lo que sabes hacer. No sé hacer caricaturas y las evito en la medida de lo posible. Sé hacer señores gordos con traje y saco todos los que puedo. Ese es el viejo truco.

¿Era de los que estaban todo el día dibujando en el colegio?

Sí, mucho. Aunque empecé a dibujar porque lo hacían otros en clase, es decir que ni siquiera salió de mí, pero leía muchos tebeos. Quería ser dibujante de historietas. Aún quiero ser dibujante de historietas.

En una entrevista pregunté a Ismael Serrano si tocar la guitarra daba ventajas para ligar y él decía que no, que en las fiestas era el único que no bailaba. ¿Cómo lo tienen los dibujantes?

¿Para ligar? En absoluto. El que toca la guitarra se puede lucir en una fiesta, pero yo no puedo dibujar un chiste. Bueno, no lo sé, digamos que ligar no forma parte de mi vida. Estoy en otro paradigma. En cualquier caso, si lo he hecho o lo he dejado de hacer no ha sido gracias al dibujo. El Perich decía que ligaba el músico y el cineasta porque le podían decir a una chica que la iban a sacar en una película, pero ¿cómo le dices que la vas a sacar en un chiste? De hecho el chistoso no es el más popular de las fiestas. Dibujo chistes pero no soy el gracioso de las bodas.

¿Quiénes son sus referentes? Ha hablado de Perich, Chumy Chúmez, Hermano Lobo…

Los dibujantes de la Transición eran muy buenos. Chumy Chúmez, Hermano Lobo, Por Favor… Me gusta mucho El Roto. También me gustan los dibujantes franceses. Los que me gustan de aquí es porque sus referencias vienen de Francia.

¿Plantu de Le Monde?

Sí. Y no es de los que más, aunque es un buen dibujante. Me gusta más el grupo de dibujantes que hicieron [la revista] Charlie Hebdo, porque es un tipo de dibujo que habla de la actualidad y es más gamberro. Son los que inspiraron El Papus. Siempre me ha hecho ilusión, pero no he encontrado sitio para meter estas barbaridades, eso de meter el dedo en el ojo por deporte. Lo haces y luego piensas “qué gilipollas, ¿por qué estoy haciendo esto?”, pero da satisfacción. Te pones a trabajar enfadado y de repente ya no lo estás, y dices: “Ahora me lo estoy pasado bien”. Eso me gusta, me gusta esa especie de maldad.

¿Cree que debe haber algún tipo de límite o es peor la autocensura?

Hay algunos límites que te impones inconscientemente. Hay cosas que no hago, que no digo; no me apetecen y ya está. Pero en principio no tengo límites. Hago mía la frase “siempre disparo hacia arriba y no hacia abajo”. Es básico. Lo decía el otro día Belén Gopegui, reírse de los que están por debajo es prepotencia. A partir de ahí, pista libre. El sentido común te dicta. No me gusta reírme de un disminuido psíquico, ni de los mariquitas y los gangosos. Eso no me gusta. El chiste de contar, tampoco me gusta. Es una cuestión personal; cada uno dibuja sobre lo que quiere. Al final esto es un contrato que tienes con quien te lee.

Cuando trabajaba en El Jueves sabía más o menos cuál era su público. Ahora con las redes sociales desapareció el contexto. Sin él es fácil pasarse con un chiste.

Sí, no hay contexto. Esto es un problema. Me sucedió cuando Ortega Cano tuvo el accidente de coche en el que estuvo a punto de morir. Tuve que hacer un chiste relacionado con el mundo del toro. Lo pensé y me dije, “bueno, lo tienes que hacer; estamos en el siglo XXI, entendemos que ya nadie quiere que se muera otra persona”. Hice un chiste sobre toros aprovechando el accidente y la figura de Ortega Cano, que estaba moribundo en un hospital. Lo publiqué en El Jueves y enseguida saltó a las redes sociales.

Aprendimos que las redes han acabado con estos pequeños reductos de confianza entre amigos. Para mi sorpresa hay mucha gente que lee en internet con el mismo espíritu con el que antes leía su periódico. Hay muchas cosas que están en “su internet”, por decirlo así, que antes no salían en “su periódico”, y que ahora le indignan mucho. En internet está todo, lo bueno y lo malo. Hay que ser consciente de que lo que dices sale al mundo. No hay contexto. Estamos desnudos, pero tampoco me asusta. Hay que estar seguro de lo que haces, nada más.

Quien compraba El Jueves estaba en la misma frecuencia de prejuicios, por decirlo así. Con las redes sociales, mucha gente lee desde sus prejuicios y no desde la viñeta, y se ofende con algo que no se ha dicho.

Sí, antes había gente que compraba El Jueves y que por lo menos sabía que era una revista de humor. Ahora hay gente que no es un consumidor de humor ni lo entiende, que lee el chiste y deja un comentario: “Esto que dice ahí es mentira”, y tú estás por contestar: “Claro que es mentira, es un chiste, una exageración”. Me preocupa poco; intento trabajar como si el que me está leyendo está de acuerdo conmigo, no en lo que digo, pero sí en por qué lo hago. Y ya está, porque si no es una locura.

Hay asuntos delicados: el Holocausto, los negros, la homosexualidad. En el contexto de un bar o de un grupo de amigos donde hay homosexuales, negros, puede pasar. Los chistes más fuertes de judíos los cuentan cómicos judíos. Ellos pueden. Si cuentas uno en Twitter estás muerto porque no hay matices.

No hay ningún matiz. Cuando estás en un bar con amigos existen los codazos y los guiños de advertencia. Se me ocurre el tema de Mahoma. No hago chistes de Mahoma, de momento, porque no sé nada de Mahoma y porque no me afecta como Jesucristo, que sí forma parte de mi historia. Cuando Charlie Hebdo sacó las viñetas y se montó todo el follón en Francia, hubo dos noticias. Una es que al día siguiente tuvieron que escoltar a todos los niños franceses de un colegio de Egipto, y la otra que a pesar de eso el Gobierno apoyó a los humoristas. Dudo que aquí nos apoyasen en un caso parecido, de hecho nos tirarían a un río con una piedra en los pies. Si a alguien le pasara algo por un chiste mío, diría “es mi libertad de expresión”, pero no podría dormir durante mucho tiempo. Aún así hemos hecho chistes de Mahoma, del integrismo islámico. Del integrismo, sí. De eso hay que hacerlo porque es malo por definición. Pero son temas complicados.

Cuando salieron en Dinamarca las viñetas de Mahoma pasaron desapercibidas hasta que un clérigo decidió utilizarlas para agitar a las masas contra Occidente. Se indignaron por algo que no habían visto. Hubo un debate sobre la libertad de expresión. Plantu lo resolvió bien en la primera página de Le Monde, con frases en favor de la libertad de expresión y dibujar con ellas la figura de Mahoma. Vino a decir, respeto sí, pero sin censura.

Aquí aún no hemos tenido una situación similar. Es jodido; desde entonces Charlie Hebdo y los dibujantes van con escolta. No quiero llevar escolta por la calle. Pero sí sé que hago muchas cábalas con las cosas. En general improviso sobre el día, digo “¿qué coño digo ahora?”. Admiro mucho por eso a los franceses. No a los dibujantes, sino a los que permiten dibujar chistes. Cuando el director de Hebdo fue a juicio, Sarkozy, que es un poco peliculero, mandó un motorista para que le entregara una carta en la que le decía que le apoyaba hasta las últimas consecuencias. Y te preguntas: ¿tengo el apoyo de mi país?

Los dibujantes trabajan con la ironía, un producto sutil de la inteligencia. ¿Cree que su público es una minoría muy selecta?

No lo creo. Intento no trabajar para una minoría. Intento trabajar para la mayor parte de gente posible, intento hacerme entender. Antes de trabajar en eldiario.es estuve 25 años en prensa local, y eso te cura de ponerte estupendo. También tengo la suerte o la desgracia, según como se mire, para mí es una suerte, de vivir en Manresa, que está donde Cristo perdió el gorro en cuanto a influencia política. Ahí no pasa nada. No hablo con políticos ni con periodistas; no hablo con nadie que pueda decirme “esto que ha pasado en realidad no sé qué”. Nadie me dice que pasa algo. Es importante, al final es como se aguanta el humor: parto de que sé lo mismo que sabe el que me lee. Esto es en lo que intento basar el chiste. No hago esto que hacen ahora los periodistas, de dar a entender que ahí hay muchas cosas que no se saben. Seguro que en todos sitios hay cosas que no se saben. Si apuntas cuando haces chistes, a lo peor aciertas. Intento trabajar para gente que no está súperinformada ni súperpolitizada.

¿Qué le parece Quino?

Quino es mi maestro.

Le leí hace años un chiste: un grupo de gente muy seria y un tipo en el centro sonriendo con dos policías alrededor que dicen: “Documentación, por favor”.

Esto hacía Quino. Me da la sensación de que chistes en los que hay un señor sentado en el sillón de su casa y llega el mayordomo y dice “llaman sus deseos de juventud que están en la puerta” son los que peor han envejecido. Me gusta Quino como humorista narrador. Técnicamente tiene todo: el punto justo de dibujo, las expresiones, el movimiento, el ritmo. Lo que menos me gusta es Mafalda. Y la chica llamada Libertad, aún menos; me parece una figura tan obvia que digo: “No hacía falta, Quino”. Pero todo lo que es Felipe, hablar de la gente que duda, representar a la gente, en esto es un genio. Lo leí muy temprano que es cuando te hacen daño las cosas y he quedado dañado para toda la vida.

Los viñetistas británicos tienen mala leche, algo que comparten con escritores como Chesterton o Bernard Shaw. ¿Esto no lo tenemos nosotros?

No, aquí no. Aquí el afán de quedar bien lo estropea todo. Lo que peor que se lleva en este país es el desorden y la gamberrada. Esta cosa que tienen los franceses. En los ingleses da más risa que a veces sean tan escatológicos. En Inglaterra, por ejemplo, la gente más estirada sale en una revista que se llama Viz; esta revista es la más primaria que he leído en mi vida. Me gustan estas sociedades. Aquí se permiten pero no tienen repercusión, interés o influencia.

Enric González contaba el caso de Garry Trudeau, el creador de Doonesbury. Un día se metió con los despidos del The Washington Post y dejó de salir dos días. Fueron tales las protestas de los lectores que regresó con las viñetas censuradas, bueno, para el Post, extraviadas. En los países anglosajones es costumbre reírse de uno mismo y aceptar las críticas. ¿Por qué nos cuesta tanto aquí?

Sí, es muy sano reírse de uno mismo, de los periodistas… Es lo que falta. Cuando estaba en la prensa local me reía del propio diario, como periódico de pueblo. No sé, era una cosa que a mí me divertía mucho, pero no sé si al periódico le gustaba tanto. Creo que sí. Aparte de sano, es muy divertido. Si decimos que reírse funciona cuando tenemos todos los mismos códigos, si te ríes de ti mismo, tienes todos los códigos para que esto funcione.

¿Cuesta reírse de España o de Cataluña?

Nos cuesta un huevo, sí. Nos cuesta menos enfadarnos: Es algo que siempre me ha llamado la atención. Uno puede permitir que le insulten, que le digan usted es un incapaz, un inútil, un sinvergüenza, un corrupto y además debería estar debajo de un camión. Pero si te ríes y le dices “usted es ridículo”, esto molesta mucho. No entiendo por qué… Bueno, sí lo entiendo, yo vivo de esto: de aprovechar este arma que molesta a la gente, de que se rían de ellos y no ser capaces de reírse de sí mismos. Pero intento hacer el ejercicio. Intento reírme de mí mismo, me dibujo mucho, me dibujo feo, bueno como soy. También soy un tipo que duda mucho y me parece sano presentarme como un tipo que no tiene nada claro. Reírse de las limitaciones. Lo terrible es tomarse en serio. Aquí nos tomamos demasiado en serio todo lo que nos afecta.

¿Representa la censura de su viñeta de la abdicación la defunción de El Jueves?

No lo sé. Espero que no. Creo que el editor es un tipo que no sabe la revista que tiene entre manos y espero que los que se han quedado sepan contárselo. En ese momento hice lo que creía que tenía que hacer. El Jueves es, desde hace tiempo, un anacronismo, como lo es Mongolia u Orgullo y Satisfacción. Son revistas que nadie pide y no sabes por qué haces las cosas. Pero por el bien de ellos, de los que viven de la revista y por el bien de todos, espero que continúe. Ahora es un tiempo muy complicado, luchar contra tu editor. No sé qué sentido tiene editar algo que no les interesa. No tiene sentido comprar una revista y querer cambiarla. Igual cree que la mejora y piensa que va a ser el nuevo Mortadelo para gente más joven.

Este tipo de revistas nunca tienen publicidad. La rentabilidad está en la venta.

Creo que sí. Cuando estaba en El Jueves pensaba que la publicidad era compatible, porque a pesar de que alguna vez tuvimos algún problema, en El Jueves siempre se habló de marcas publicitarias. Cuando empezaron a faltar los dineros entonces fueron los primeros recortes, decir “vamos a quitar este Coca-Cola de aquí”, todo asumible. No hablar de una marca aún puedes entenderlo, pero qué sentido tiene no hablar de políticos en una revista crítica. Ahora todo está mezclado. Antes podías hablar de política sin hablar del dueño del Banco Santander y ahora ya no.

¿Se acuerda de Los guiñoles? Su Aznar era más entrañable que el real.

Sí y está esa tendencia de los políticos a imitar a sus personajes. No me parece mal. Pero son casos aislados. Aznar era el teleñeco. Y en Cataluña cuando la gente ve a Artur Mas, ve al actor que hace de él en Polònia [el programa de TV3]. No digamos ya cuando estaba Montilla y lo hacía Sergi Mas; era brutal. Tiene un gran valor lo de Polònia, que esté en la televisión pública es muy destacable. Esto no se ve en mucho sitios. Supongo que quitarlo sería un escándalo mayor que el que pueda tener cualquier chiste. El verdadero golpe sería eliminar el programa. ¿Y por qué quitaron los teleñecos de Canal+?

No sé, supongo que debe ser agotador después de tantos años. Es difícil ser ocurrente todos los días por muy buenos que sean los guionistas.

Es muy complicado. Me acuerdo cuando el Prestige, que Aznar salía subido en una escalera con un traje blanco inmaculado. Lo más salvaje que se estaba haciendo ese momento era aquello. Pero los de Canal+ no tenían muñeco del rey.

Pero tenían a Javier Solana que salía siempre diciendo “bla, bla, bla, bla”. Solana protestó.

Bueno pues este es el valor. El humor es cuando conectas con la gente y tienes el apoyo. Estoy seguro que hay gente que por lo que sale en Polònia de TV3 protesta, pero el apoyo popular es tan grande, la audiencia, que me imagino que es lo que aguanta el programa.

Aunque son de otra frecuencia que el dibujante de viñetas, humoristas como Tip y Coll, Faemino y Cansado hacen un humor social que es político en el fondo. Y Martes y 13.

Sí, eran buenos, pero era otra época. Esto se ha perdido un poco. No, bueno, no se ha perdido el humor, ¡qué digo!

Estaba Gila.

Gila era tan bueno. Era tan políticamente incorrecto. Tenía chistes como en el que iba una señora con muchos niños y le decía otro “qué niños más feos tiene usted” y ella le respondía “¡y los que he tirado!”. ¡A qué clase de persona se le ocurre un chiste así!

Otro muy bruto era Chumy Chúmez.

Chumy Chúmez. Para mí ese sí que es un techo. Este era muy, muy bueno. Además sin el dibujo no funcionaba nada y era un auténtico salvaje. Era un punky.

Luis del Olmo tenía en Protagonistas una sección con varios humoristas. Estaban Chumy Chúmez, Tip y Coll y muchos más. Chumy contó un día que le había dado los calzoncillos a un pobre y que tenía zurraspas y todo para que se hiciera una sopa. Por la forma de contarlo no podías dejar de reír. Si lo cuenta otra persona, le llueven los insultos.

Esto es una generación ¿eh? Hay dibujantes que saben hablar, además. De la Transición, Forges y Peridis; son unos tipos que se ponen a hablar y puedes irte diciendo “adiós, ya nos avisarás”.

El Roto es muy tímido.

El Roto es muy interesante escucharlo.

Sus dibujos son puñetazos en la mesa.

Sus dibujos, sí. Pero lo decía como curiosidad. Hay una generación que sabe hablar como un tertuliano de toda la vida. Y hay otra que nos ponen un micrófono y nos sudan las manos. Ahora surge otra generación como Los Chanantes o Venga Monjas muy interesantes también.

Hay tuiteros que son puro humor. Masa Enfurecida son buenísimos.

Sí, bueno, esto es un fenómeno aparte. A mí, Twitter me interesa muchísimo como producto porque el futuro está ahí y hay que buscar la forma de estar en internet. Tiene una cosa muy buena, cuando se muere alguien se hace automáticamente un brainstorming de millones de personas con los mejores chistes de la muerte de alguien. Antes no salían ni en Internet y la gente retuiteando hace la propia selección para que te lleguen los siete mejores de toda la Red y nunca podrás hacer algo mejor porque hacen de filtro.

Hasta ahora estaba claro: publicas una viñeta en el periódico y te pagan la viñeta. Pero en este mundo de Internet, tus viñetas como la de Esperanza Aguirre que circula por la red, a ti no te supone nada. Aunque haya mil retuits o un millón de retuits.

A mí me da igual, porque ya me lo han pagado en el periódico. Me parece bien que esté dando vueltas. Es el trato. Si no me gustara haría algo, no sé qué.

¿Cómo puede cobrar sus chistes si corren libremente en internet?

Hay gente que es consciente de que eldiario.es es un producto que merece la pena financiar y ellos ya lo han pagado cuando han decidido dar el paso a suscribirse. Gracias a esta gente puedo dibujar chistes. Quizá ellos no son conscientes de que el chiste me lo han pagado cuando se han suscrito a eldiario.es. También es verdad que he hecho chistes gratis para Twitter, porque surgen y se hace algo rápido con un brochazo. Es como desaprovecharlo, pero me interesa la inmediatez, pasa algo y a los dos minutos has respondido. Tengo muchas ganas de internet. Pero cómo se financia es el gran misterio, aunque habrá que hacerlo de alguna forma.

En el libro tiene viñetas fantásticas. La de los recortes, página 85, cuando el médico dice “¿Diagnóstico?, eso era antes, le estoy haciendo un presupuesto”. Con muy poco dice todo.

A veces salen. Las viñetas están escogidas. Son las buenas, las que te hacen la pancarta. Las que cuelgas en la nevera, que no hay que leer mucho; sólo con el dibujo, un puñetazo.

Esta de la Monarquía, página 59, en la que el nuevo rey se pone la corona y dice “no se ve nada” y el rey antiguo le dice “porque la usas mal. Lo que tienes que hacer es pensar que nadie puede verte a ti”.

Estoy contento cuando salen así. Después de estar toda la tarde, poder decir lo he conseguido. A veces cuesta, y más con los temas así. A mí lo que me da miedo son días como cuando el rey abdica y tienes que hace el chiste y ese día además sabes que tienes que hacerlo muy bien y de repente sufro muchísimo, ¿sabes?

¿Cuándo se da cuenta de que una viñeta es especial?

Hay cuatro o cinco viñetas que corren por Twitter. Cuando vuelve a salir una noticia salen otra vez. Hay una, por ejemplo: en una rueda de prensa le pregunta una periodista a una política “¿y cuando no les vemos se ríen de nosotros?”. Cuando la dibujé me pareció tan estúpida que pensé en no mandarla. Era tarde y pensé “bueno, luego haré otra mejor”. Esa viñeta ha funcionado muchísimo. Aún me sorprende. No soy consciente de las que funcionan, y al revés. A veces mando alguna que pienso que sí y pasa sin pena ni gloria. Nunca lo sé. Me gustaría tener el mecanismo para decir “ésta es la buena”.

De los grandes temas, inmigración, monarquía, corrupción, ¿cuál es el que más le gusta, en el que se siente más cómodo?

Los conflictos de clases me gustan. La inmigración también me gusta mucho. Es un supertema que no está resuelto. Creemos que está controlado pero el día que explote va a ser una bomba. Lo que me gusta es que se vayan alternando, no estar tres meses con el mismo tema. Si los vamos cambiando, de puta madre, entonces todos me vienen bien.

De los políticos que tenemos, ¿cuál es el más fácil? Decir, voy a hacer una viñeta de Aznar.

Aznar es el mejor. Aznar más que un chiste, tiene un diagnóstico. Es un personaje de tragedia pura. A Aznar no puedes sacarlo sin que dé risa. Lo sacas y ¡ajajá!, parece que va a ser una broma. Creo que no disfruta de la vida y si la disfruta lo hace de una forma que no da envidia. Piensas “¡pobre tío, pobre tío! ¡Cómo nos ha jodido el pobre tío ese!”.

¿De la izquierda? ¿Quién es el más fácil?

De la izquierda, no sé. Zapatero me hacía mucha gracia porque era un tío al que no le entendías. Era muy fofo. Es verdad. Al final vamos a los viejos, porque Felipe González era un personaje con contradicciones. No lo sé, todos acaban igual. Anguita también, lo que pasa es que es más complicado. Prefiero que sean malos puros. O inútiles puros, como el otro que he dicho.

¿Qué mujer político le gusta más?

Me gustaba la segunda de Zapatero, María Teresa Fernández de la Vega. Me gustaba dibujarla, más que nada porque eran un dúo cómico. Me imagino que era una mujer que se iba hablando sola del trabajo. Se complementaban muy bien los dos; ella era el payaso listo.

¿Y los que más te cuestan? Ese personaje con el que no hay manera.

Pues todos los que no he dibujado antes me cuestan un horror. Ahora ha salido el señor nuevo, el socialista [Pedro Sánchez]. Es muy complicado de dibujar y me da mucha pereza. Espero que lo cambien antes de las próximas elecciones y que digan “¡Pongamos a uno como el de Podemos, así con coleta!”

Lo de Podemos es increíble. Ya son la primera fuerza por voto directo, según el CIS.

Puede ser, pero como siempre en este país las cosas no es que las hayan ganado, los que han perdido son los otros. Son nuevos, pueden ser una castaña monumental. No necesitan ni decir lo que van a hacer, lo van a hacer mejor que los demás.

Parecen Apple. No necesitan hacer publicidad, hasta los que hablan mal de ellos les hacen el favor.

Es cierto. Se han creado una imagen de marca. Hay siete u ocho grupos a la izquierda que no han funcionado. Podemos se ha llevado el gato al agua del Partido X, de Equo e Izquierda Unida, etcétera. Aquí están las CUP, que funcionan. A mí me gustan mucho como proyecto y como idea, me parecen interesantes. Me preguntan a veces si hago chistes de Podemos, y digo que no puedo hacer chistes porque no me sale. Los chistes salen cuando alguien hace algo y lo comparas con lo que prometió que haría. De momento no han hecho nada. Han hecho un Congreso, e imaginas que el candidato es una persona que le gusta ser el protagonista pero ni eso es recriminable en alguien que se quiere dedicar a la política. Pero sí, estoy muy pendiente.

Dicen que en Catalunya la ilusión es la independencia y en el resto de España, Podemos.

Sí, puede ser. En Cataluña ha sido positivo tener ese objetivo para coger fuerza como país, que luego puede ser buena o mala, como Spiderman, “voy a usar mi fuerza para el bien o para el mal”. Es importante que los lugares tengan algo que los defina. Pero hay un espíritu de país. En Francia existe el liberté, egalité y fraternité, estas tres chorradas hacen que eso vaya a misa. Pero en España, el problema es que hay una transición mal hecha. En Cataluña sale la gente a la calle con la bandera española y se dice que es un desfile fascista. El hecho de creer que una bandera es fascismo, sólo pasa en España. En México cuando es el día nacional, la gente sale con una bandera porque no significa nada, solo es México, lo que simboliza el país. Aquí en cambio, como no hemos hecho una limpieza, pues la bandera se relaciona con Franco. Aquí ves la bandera y aunque no lleve el aguilucho parece franquista.

Lo de los Pujol es una gran caricatura.

Jordi Pujol era un tipo que me gustaba mucho dibujar. Era como un loco, el pelo que se va para todas partes, los ojos, las cejas. Él es el catalán. En realidad ha hecho daño a mucha gente. Porque la gente no era de Convergència, eran pujolistas. Él era una especie de boy scout y de tendero de barrio de confianza que saludaba a la gente por su nombre en el quinto coño. Era un duende que tenía en sí la esencia de Cataluña. Y de repente es un cabronazo que tenía el dinero en Suiza y que se ha reído de todos. Tendría que darnos esto una lección muy grande a todos. Lo único que me anima es esto. Conozco a gente muy de Convergència y pujolista a la que no les duelen prendas decir que se han llevado una decepción, que está pasando un duelo interno pero parece que no van a justificar a Pujol. Los del aparato sí, porque los políticos funcionan de otra forma. Pujol es una bomba atómica. Cataluña no está preparada para esto.

Se han caído las frases “la corrupción es una cosa de España” y el “España nos roba”. Se acaba el mito de la superioridad moral.

Superioridad moral, no. Eso no. Convergència era un sitio corrupto como los demás, pero Jordi Pujol era el que aguantaba el chiringuito. Cuando ves la foto de Duran i Lleida desayunando en el Ritz, que ha dado la vuelta al mundo, sabes que es una persona que un día nos dará una sorpresa como la de Pujol o más grande incluso. O peor. A veces pienso “este será como Pujol o será como Esperanza Aguirre. Un tío que estará siempre de blanco en medio del barrizal.” No lo sé. Pero Convergència, sabíamos que no era de fiar. Lo que pasa es que respondía mucho ­­a esta cosa del señor que hace las cosas bien hechas con arreglo. Muy recto, muy bien. Pero superioridad moral, no; Cataluña tiende a autoflagelarse mucho.

Pasa de un extremo a otro.

En el Barça ganamos todas las competiciones y si pierdes un partido te vuelves loco. Somos un pueblo muy curioso.

Eso es muy español, lo de pasar de un extremo a otro.

Es muy humano. Hay enfermedades que son contagiosas.

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