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Joe Crepúsculo: “Obligar a alguien a hablar de política me parece tiránico y desagradable”

Joe Crepúsculo, foto de Pablo Zapata

Lucía Lijtmaer

Joe Crepúsculo siempre ha querido que le entrevisten en el Café Comercial. La cafetería de postín es uno de esos mitos para los que llegan a Madrid. Ya hace dos años que el músico catalán reside en la capital y puede enumerar ciertas diferencias con la ciudad en la que más tiempo ha vivido en su vida: “Barcelona tiene el cielo de color verdoso, debe ser por la proximidad al mar. En Madrid es más azul, y eso que tiene infinidad de parques”. Los parques, los mercados y los barrios pueden ser un tema de conversación inacabable para un transplantado.

Joe Crepúsculo acaba de publicar su último disco, Nuevos Misterios. En él, Crepus –de nombre real, Joël Iriarte–, entremezcla sus sonidos electrónicos marca de la casa con el flamenco, de la mano de Tomasito, Las Negris y Soleá Morente. El efecto de haber descubierto el flamenco se nota en el hilo de su conversación. Impregna sus actividades “casi cada miércoles vamos a unas fiestas en Lavapiés a dar palmas”, dice. Y también sus lecturas: “Ahora estoy devorando El jardín del flamenco, de Juan Verdú”, explica.

Del bakala al latineo, del latineo a Alaska

El gran público recordará a Joe Crepúsculo por Mi fábrica de baile y La canción de tu vida, quizás sus temas más conocidos hasta ahora. Tras sus inicios con Tarántula y su primer trabajo en solitario Escuela de zebras, muy apreciado por la prensa musical independiente, Crepus ha transitado por la música máquina y los ritmos latinos hasta llegar al cajón flamenco. ¿No es eso mucho cambio? “Nunca me he sentido parte del indie, eso es cosa de los medios, a mí el indie me da igual. La evolución es natural, voy incorporando sonidos, ahora me interesa el trap y lo latino. Uno de los aspectos de mi trabajo es estar informado de lo que pasa musicalmente, si no viviría en una burbuja”, aclara.

De un viaje a Colombia, Crepus volvió con la conciencia de que la música latina comenzaba a permear en nuestro país. “Lo raro es que en España tardáramos tanto en acoplar esa música, parece que hasta que no hemos sido conscientes de la inmigración no hemos mirado hacia allá. Quizás en las habaneras había ya un deje pretérito y una correlación, pero en España nos habíamos quedado demasiado tiempo ensimismados en ese medio tiempo de la canción clásica, sin tener en cuenta la cumbia o la bachata”. Aún así, se dio más de un paralelismo inesperado. “En Latinoamérica curiosamente, lo que yo hago lo relacionan con Alaska y la movida. En cierto sentido tienen razón, el sonido pop, la caja de ritmos, la voz taleguera... [ríe]”.

Gracias al periodista Luis Troquel y al director de la discográfica El Volcán, Javier Liñán llegó al flamenco, y con este, a una nueva concepción sobre el disfrute. “Cuando ves a Tomasito o Las Negris darlo todo antes de un concierto en el camerino te hace replantearte toda tu relación con la música. Esa diversión no la había visto en la música con la que me había relacionado. Antes cogía el instrumento para ensayar y para tocar. Creo que en los ambientes rumberos y flamenqueros está mucho más presente que la música sirve para divertirse. Es una obviedad, lo sé”.

Aún así, la rapidez de Crepus en incorporar sonidos –ha sacado siete discos en siete años– a veces ha jugado en su contra. “Hay un público fiel desde el principio. Aún así, yo cambio de estilo casi con cada disco y tengo la sensación de que eso no gusta. A la gente le encanta que saques siempre el mismo disco. La suerte es encontrar un single que neutralice un poco esa sensación de cambio”.

De Mi fábrica de baile a Podemos y la música política

Mi fábrica de baileSu single más conocido hasta el momento ha sido Mi fábrica de baile, y Crepúsculo es taxativo con respecto a la vocación de popularidad. “No creo que nadie opte por el malditismo. Cuando te tiras tantas horas trabajando e invirtiendo dinero es porque quieres que te escuchen”.

De la popularidad a lo popular, Crepus tiene ideas muy claras con respecto a las discusiones y la revisión histórica actual que se hace en los medios sobre qué es lo independiente y lo político. “He seguido las polémicas y creo que da un poco de rabia cuando te dicen lo que tienes que hacer, me parece muy elitista. Es como si yo le dijera a la gente que tiene que hablar del amor porque es lo que hace mover el mundo. Obligar a alguien a hablar de política me parece tiránico y desagradable. Yo tengo mi vida política y tengo mi vida musical, y si quiero que participen y se mezclen lo decidiré yo. No me gusta que se nos exija a los músicos que hablemos de política, si algún crítico quiere hacerlo que monte un grupo”.

Aún así, reconoce que hay preguntas de difícil resolución: “¿Nos comprometemos desde la música o desde nuestra actitud general ante la vida? ¿Hay que hablar de política porque si no no eres un artista concienciado? La verdad es que no lo sé. Yo puedo, en mi vida privada, ser activo políticamente e ir a manifestaciones, y no sé porqué tengo que mezclarlo con mi música si no quiero”.

En los últimos meses, si algo le llevó a los titulares mediáticos fue precisamente su decisión de mezclar ambas esferas. Joe Crepúsculo, tras una propuesta de Podemos Cultura, compuso una canción para el partido, con el que dice sentir afinidad y compartir los preceptos políticos. “No hubiera hecho una canción para otro partido. Me lo propusieron y me gustó mucho hacerlo, le di muchas vueltas. Estaba convencido de que no la iban a aceptar y cuando me dijeron que sí me dio mucha alegría. Obviamente, no le gusta a todo el mundo pero yo estoy muy contento de haber puesto un granito de arena en una cosa que es importante, pensar qué música caracteriza a la nueva izquierda, qué música tiene que sonar en los actos, ir más allá de los cantautores con los que siempre se les relaciona. Yo no creo que haya hecho nada importante, pero igual he aportado para que la música electrónica pueda estar presente en ese debate”.

Pese a que preveía mucha atención mediática –“era evidente que en un momento en el que Podemos hacía correr ríos de tinta la cosa se iba a liar”, reconoce–, lo que sucedió le desbordó. “No me imaginaba que la canción creara tanta controversia dentro del partido”, dice. “Lo que sí me preocupó mucho es que saliera una semana antes de mi disco y ofuscara completamente el trabajo de los últimos dos años”.

De la actual situación política y los nuevos gobiernos municipalistas liderados por Manuela Carmena y Ada Colau dice sentirse muy esperanzado. “Me parece precioso y muy importante. Ahora hay que ver qué pasa”.

Antes de salir del Comercial, Crepus también manifiesta su entusiasmo por tocar en la fiesta del Orgullo Gay en la Plaza de Rey de Madrid (por el pasado sábado). Dos minutos después de decir esto, ya se ha ido.

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