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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Jordi Soler: “La pareja ideal no es la que más se parece a ti”

Jordi Soler, fotografiado en la terraza de su piso en Barcelona.

Neus Tomàs

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Cuando una se sienta en la terraza de Jordi Soler parece que el tiempo se para. Este escritor, nacido en Veracruz (México), debe su nombre y apellido a una familia que como tantas otras tuvo que emigrar tras la Guerra Civil. Impregna la conversación de la misma calma que sus libros, esos que escribe siempre a mano. El último es 'La resquebrajadura' (Siruela), que toma el título de un fragmento de 'Anthem'. Probablemente los incondicionales de Leonard Cohen ya habrán adivinado cuál es: “Hay una grieta en todas las cosas, así es como entra la luz”.

Este libro tiene la complejidad de los versos del cantautor canadiense, del que Soler es fan incondicional, pero a la vez la simplicidad de quien sabe que lo importante de la vida es el camino y no la meta (la misma para todos). En pocas páginas y en un formato de bolsillo desfilan filósofos de la Grecia clásica y escritores como Camus.

“Lo saludable es resistirse a la velocidad”, aconseja Soler. Sus amigos lo saben bien. Él puede tardar dos días en contestar un mensaje de WhatsApp porque no tiene claro qué quiere decir o porque está en otras cosas. Lo bueno es que ha logrado transmitir su sosiego a sus contactos y ahora los hay que tardan también lo mismo en responderle a él. Así, concluye, la conversación es mejor.

Empecemos por el principio, el título. ¿En todo siempre hay una grieta, una resquebrajadura, que permite ver la luz?

Diría que sí. La oscuridad absoluta sin un punto de luz sería inapreciable. Y viceversa porque la luz también tiene que tener un punto de oscuridad para poderla apreciar. Llevándolo al territorio cotidiano diría que aquellas personas que no cambian de opinión, que se comportan siempre igual, me parece que se sitúan en la anormalidad. En mi caso me considero un discípulo de Marco Aurelio porque no solo creía sino que también practicaba a diario el cambio. Nada es estático y las personas estamos llenas de complejidades, de resquebrajaduras. Acumulamos historia, expectativas e influencias. 

Pero nos ha tocado un tiempo en el que dudar está mal visto.

Sí, muy mal visto. Y ya no te digo en el ámbito de la política. Votar a otro partido está mal visto cuando no tendría que ser así. Si Heráclito nos enseñó que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, es absurdo querer ser siempre la misma persona porque de hecho no lo eres. Con tu pareja eres una persona, con tus hijos, otra, o con tus amigos o en público también eres distinto.

Citaba ahora a Heráclito. En su libro aparece en algunas otras ocasiones. Por ejemplo cuando el filósofo explica que “el camino que sube y el que baja son uno solo y el mismo”. Algo que muchos cuando están en la cumbre, estoy pensando en algunos políticos, olvidan.

Sí, es su trabajo.

¿Olvidarlo?

Hacer ver que lo olvidan. De hecho son lo contrario. No olvidan y son muy vengativos. Esta parte de ficción de la política no está necesariamente mal a no ser que hagan daño. Lo que no tiene sentido es la mentira y además ahora todos tienen un tuit que los condena.

Heráclito también defendía que concordia y discordia son padre y madre de todas las cosas.

Todo funciona con un polo positivo y uno negativo. Sin esas dos fuerzas aparentemente contradictorias no habría movimiento. Otro de los vectores de este libro, el amor, también funciona así. La pareja ideal no es la que más se parece a ti.

Hay estudios que dicen lo contrario.

Sí, y también aplicaciones como Tinder. Pero yo creo que la pareja ideal es el contrario que te complementa. Es aquella que llena los huecos más evidentes que tienes y viceversa. Un gran husmeador como André Breton se preocupaba mucho por este fenómeno y dedicó parte de su obra a investigarlo. Su novela 'Nadja' está dedicada a la búsqueda azarosa de la pareja ideal por las calles de París.

Es absurdo querer ser siempre la misma persona porque de hecho no lo eres. Con tu pareja eres una persona, con tus hijos, otra, con tus amigos o en público también eres distinto

En el libro aparecen distintos pensadores clásicos. Destaca que todos ellos recibieron menos datos en su vida que nosotros en un rato de pantalla. Le traslado una de las cuestiones que plantea: ¿Qué ideas han sobrevivido dos mil cuatrocientos años?

Todas las de los filósofos que podríamos calificar de 'mainstream' de esa época. Circulaban por un entorno en el que convivían la mitología y la filosofía. Las dos frases que siguen anotadas hoy eran del oráculo de Delfos: 'Conócete a ti mismo' y 'nada en demasía'. De ahí parte la filosofía griega y consecuentemente la que llega a nuestros días. 

Tal vez esos dos principios deberían tenerse en cuenta en las etapas formativas pero no sé si es así.

No lo hacemos. Al contrario. La educación está todo el tiempo eliminando la filosofía cuando es donde empieza todo. Los filósofos no solo nos enseñan a pensar, también acompañan la historia del mundo. ¿Cómo se puede enseñar Historia sin explicar Historia del Pensamiento? Estamos llevando la especie a ciertas confusiones.

Ya sabe que hay historiadores que lamentan que en las aulas no se da a la Historia la importancia que tiene y por eso es más fácil cometer errores pasados.

Sí, y no hace falta irse a la Antigua Grecia. Estoy pensando en la Memoria Histórica.

¿Qué le parece ese debate?

Mi familia era del Partido Comunista y tuvo que emigrar a México. El tema de la Memoria Histórica me parece de una cordura elemental. No podemos diseñar un futuro decente si no conocemos de dónde venimos con todos sus detalles. 

Usted explica que seguramente por tradición familiar siempre ha votado a la izquierda pero dice que cada vez se encuentra más huérfano. ¿Qué echa de menos?

Quizás lo que sucede es que hay una hiperealidad que te enseña cada cosa que hace y dice el político. Antes era más fácil sostener un discurso coherente pero ahora no hay organismo que soporte tal nivel de fiscalización. 

Están en un examen permanente. En el libro cita a Sócrates cuando afirma que “una vida sin examen no es vida”. Pero igual en exceso conduce a esa fiscalización que evidencia las contradicciones.

La idea de Sócrates era más bien el 'autoexamen'. Pero sí, ahora estamos examinando permanentemente a las personas públicas y eso incluye a los políticos.

¿Ese 'autoexamen' permanente no puede llevar también a un cierto sufrimiento permanente? 

Te puedes cuestionar sin tanta dureza, sin ánimo de ser Sócrates porque uno tampoco quiere acabar como él. El 'autoexamen', planteado como examen a la vida, es muy útil. Sentarte un rato cada día y pensar a ver qué estás haciendo porque normalmente lo haces todo de manera mecánica.

Y además ya no somos propietarios de nuestro tiempo.

No lo somos. Y por eso cuando te sientas a realizar el examen socrático, estás recuperando el tiempo que te están escatimando. Te sientas a pensar en las cosas que te interesan.   

En uno de sus artículos planteaba la división entre la gente que piensa y la que actúa. Y citaba al filósofo francés Henry Bergson cuando en un congreso dijo aquello de que ‘hay que actuar como hombre de pensamiento y pensar como hombre de acción’. La teoría está muy bien pero no sé si es fácil hacerlo.

Para empezar hay una descalificación respecto a las personas de acción, como si fuesen personas que no piensan. De un tenista que gana un torneo se elogia el portento físico pero se le escatima su inteligencia. Y de las ratas de biblioteca se da por hecho que tienen poca actividad física. La propuesta del filósofo es que nada es de una sola manera. Todos tenemos una vida de acción y una de pensamiento. De nuevo volvemos a la filosofía clásica: mente sana y cuerpo sano. A poco que escarbes está todo ahí.

No tienes que ir a remolque del tempo que te marca la pantalla

Entre los muchos pensadores que desfilan por el libro y lo harán también por esta entrevista está Erasmo y su propósito de ser rápido en la ejecución y lento en la reflexión. ¿Cómo se coordinan ambos movimientos y más en estos tiempos de redes e inmediatez?

Lo veo como el famoso 'festina lente' [apresúrate despacio].

¿Y cómo se consigue esa resistencia?

No hay que hacerlo todo tan rápido porque además no sirve de mucho. Yo escribo todos mis libros a mano en una libreta. Escribir a mano me permite una reflexión más profunda y regresar a lo que he escrito para ver a la conclusión que he llegado. Si lo hiciese en el ordenador, la velocidad solo sería aparente porque estoy seguro que tardaría el mismo tiempo en escribir un libro. No tienes que ir a remolque del tempo que te marca la pantalla.  

No le he preguntado por Cohen porque si lo hubiese hecho al principio probablemente no habríamos hablado de otra cosa pero no podemos acabar esta conversación sin referirnos a él. ¿Por qué es tan importante en su vida?

Yo fui director de Rock 101, una emisora que fue muy innovadora en México. Durante muchos años entrevisté a todas las leyendas. Al único que no pude entrevistar fue a Leonard Cohen porque era un tipo raro. Durante años estuvo encerrado en un monasterio cerca de Los Ángeles. Yo era fan de su música, sus canciones, sus poemas, su manera de ser. Era un señor que resistía la modernidad y las imposiciones del siglo XXI. Hace unos años viví con mi mujer y mis hijos en Canadá y esa pasión por Cohen se exacerbó, como explico en el recorrido que describo en el libro.   

Él decía que el éxito es sobrevivir. No parece un mal consejo.

No lo parece y te vas dando cuenta con el tiempo que vas haciendo muchas cosas pero en realidad no llegas a ningún sitio.

¿Lo importante es el camino?

Sí, y es bueno saberlo.

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