Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
La guerra entre PSOE y PP bloquea el acuerdo entre el Gobierno y las comunidades
Un año en derrocar a Al Asad: el líder del asalto militar sirio detalla la operación
Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

La cara desconocida de África

eldiario.es

Plata azul

La superficie de agua que se extiende a metro y medio sobre mí cuando me sumerjo veloz hacia el suelo marino con aletas en los pies es color azul plata en movimiento. Nadando de es- paldas y a través de las gafas de buceo, veo la cola blanca de las pequeñas olas. Al acercarme, los peces huyen rápidos hacia el coral del fondo. Se acabó: las vacaciones de verano han termi- nado. Hoy acompañaremos a mi hermana mayor Alison al ae- ropuerto de Kilimanjaro, se marcha a Inglaterra. En unos pocos días volveré al internado sin ella. Me doy impulso para salir a la superficie e inhalo oxígeno. El mundo es ruidoso. Me quito las gafas y parpadeo debajo del agua. Agua salada, así no verán que he llorado.

Subo por la pendiente. En el hotel Baobab reina el silencio. Está compuesto por un edificio principal que alberga la recep- ción y el restaurante y luego están los bungalows, repartidos entre los árboles baobab. No hay muchos clientes. Alison está en casa, haciendo las maletas. Vivirá con la hermana de mi pa- dre y estudiará turismo en una escuela de Birmingham durante medio año, para luego hacer prácticas en un hotel. Me apoyo en el marco de la puerta de su habitación.

—¿Vas a dejarme aquí sola con los viejos? —le pregunto.

—Sí —responde Alison.

—Me van a matar.

—Voy a tener que salir a aprender algo.

Papá pasa por el pasillo. Lo sigo con la mirada.

—No he estado en Inglaterra en tres años. Hemos vivido aquí doce, acabaré siendo tanzana... —le digo en voz alta.

Él continúa caminando por el pasillo.

—Ya irás a Inglaterra —concluye sin volverse.

—Pues estaría de puta madre ir ahora.
Papá se para y me mira.

—Tranquilízate. Ya te he dicho que no digas palabrotas en casa. Irás a visitar a Alison el próximo año.

Irse de casa

Mamá sirve langosta para cenar y Alison nos prepara unos cre- pes Suzette que luego flambea con Cointreau ante nosotras.

—Ya vuela del nido la primera cría, señora Richards —dice papá a mamá.

—Sí, es triste —comenta mamá y sonríe. Está un poco bebida.

Alison pone su brazo sobre mis hombros. Me abraza.

—Espero que se porten bien mientras estoy fuera —dice.

—¿Quién? —pregunta papá.

—Vosotros —contesta ella.

—Por suerte, estaré en la escuela casi todo el tiempo —digo yo.

—Tan malos no somos —se defiende papá. Le quito el cigarrillo de la mano y doy una calada.

—Samantha —me recrimina mamá, arisca.

—Bah, déjala —dice papá.

—Solo tiene quince años.

—Yo hacía cosas peores a su edad.

—Sí, pero la idea no es que ella sea como tú —le replica Alison.

—Samantha es dura de pelar, igual que su padre —dice papá mirando a mamá—. Nuestras dos niñas se marcharán de casa pronto. Hemos cumplido con nuestro deber, así que podemos ir cada cual por nuestro camino.

—¡Papá! —dice Alison.

—Tsk —digo yo.

Mamá empieza a lloriquear.

África

Me despierto temprano con sangre en las sábanas, dolor de ca- beza y las articulaciones doloridas. Oigo a la sirvienta en la cocina. Nos iremos a media mañana. Quito las sábanas y las tiro al cubo de la ropa sucia. Entro en el salón. Alison está plantada en el centro, con cara de dormida y enfundada en una enorme camiseta.

—¿Dónde está papá? —pregunta.

—No lo sé —respondo yo.

Miro fuera y su Land Rover no está. La única pista es que no está ni su cepillo de dientes, ni el dentífrico, ni su arma. Sin de- cir nada, sin siquiera escribir una nota. Sencillamente se ha marchado. ¿Por cuánto tiempo? Quién sabe.

Mamá está tomando café en el porche.
—No soporta tener que despedirse de Alison —dice.

Bajo la pendiente corriendo, entro en la caseta y salgo en barco a pescar. Llevo el tubo, las gafas y el arpón. Estoy bu- ceando a tres metros de profundidad cuando empieza a llover con fuerza, aunque la época corta de lluvias terminó hace ya meses. Da miedo. La lluvia azota la superficie del agua. Vuelvo a tierra con rapidez. Gris y gris.

Mamá sigue sentada en el porche. La lluvia ha parado.

—¿No vas a hacer nada? —le pregunto.

—¿Por qué?
—Porque...

—Estáis a punto de iros de casa las dos y Douglas está fuera todo el tiempo. Yo me he pasado cada día de los últimos mil años persiguiendo a los empleados, explicándoles siempre lo mismo. Y solo hacen lo que les pido si me quedo allí mirándo- les. Estoy cansada. Estoy cansada de la humedad, de los mos- quitos, del hotel, de...

—De Douglas, de nosotras... —añado.

Mamá parece asustada.

—De vosotras no —dice.

Alison aparece por la puerta que da al salón.

—Estás cansada de ti misma— interviene.

—Sí —dice mamá—. Y de África. África me está matando. Si me marchara a Inglaterra, ¿vendrías conmigo? —me pregunta.

—¿Quieres ir de vacaciones?

—No, querría quedarme allí.

—¿En Inglaterra?

—Sí.

—No —respondo yo.

Inglaterra. ¿Qué iba yo a hacer allí?

Nos iremos en un rato.

Exilio (Roca Editorial), de Jakob Ejersbo

Etiquetas
stats