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Entrevista
LASTESIS

Las autoras de 'El violador eres tú': “Nos han llegado a apuntar con metralletas”

Imagen de la performance 'El violador eres tú' en Santiago de Chile.

Pablo Caruana Húder

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El Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz (FIT) más feminista y participativo de su historia llega a su fin este fin de semana. Este domingo será la fiesta de clausura con una pieza de María Galindo, ¿Es el fin, o es el principio?, artista anarco feminista boliviana conocida entre otras acciones por sus altares blasfemos donde uno se puede encontrar al Papa masturbándose o a un Jesucristo gigante sobre El Vaticano atado a este por sus genitales.

Después de la pieza llegará el concierto visual de los sevillanos Los Voluble, todo tendrá lugar en un espacio recuperado por el festival para la cultura, las naves de los Antiguos depósitos de Tabacalera de Cádiz. Un espacio que tendrán que luchar ya que el consistorio gaditano duda entre dedicar este imponente espacio a fines culturales o dejar que sea engullido enteramente por la nueva ciudad de la justicia proyectada conjuntamente con la Junta de Andalucía. 

Después de casi tres semanas de festival la resaca de funciones, actos, instalaciones, charlas y actividad es importante. Llegará el momento de evaluar cómo lo ha hecho esta nueva dirección. Tan solo destacar algunas llegadas americanas a España como la de la argentina Marina Otero con su pieza Fuck me, trabajo tan textual como corporal donde esta joven de 27 años asombró con una propuesta dura sobre el dolor y la exposición, sobre la polisemia entre el 'yoismo' y el existencialismo a la manera de Angélica Liddell con puesta en escena kitsch y un texto denso y provocador. Dará mucho que hablar.

La otra perla del festival, con la que además esta nueva dirección del festival ha conseguido ganarse a mucho gaditano, ha sido Los mapas vivos de la Agencia El Solar, Detectives de objetos. Su proyecto de investigar a través del objeto una ciudad que está sufriendo una fase acelerada de gentrificación, y de hacerlo a través de detectives voluntarios del propio Cádiz, ha generado cuatro mapas, cuatro piezas, que han conectado sobre manera con el público gaditano. La propuesta tuvo gran capacidad de hacer aflorar el recuerdo y el orgullo de los gaditanos sobre este rincón privilegiado donde hasta hace poco todavía existía un microclima autóctono y no deformado que de alguna manera se quiere preservar. Territorio, mediación cultural, identidad y tratamiento poético de la escena han ido de la mano en esta una de las mejores propuestas del festival este año.

LASTESIS, de la alta teoría a la acción callejera

Las cuatro activistas que conforman LASTESIS, Daffne Valdés Vargas, Paula Cometa Stange, Lea Cáceres Díaz y Sibila Sotomayor Van Rysseghem, viven en Valparaíso, ciudad costeña cercana a Santiago de Chile. Es una ciudad que se debate entre su carácter universitario, pesquero y militar. Valparaíso es sede de la Comandancia en Jefe de la Armada de Chile, la rama militar más reaccionaria del país. En 2018 estrenaron su primer trabajo, Patriarcado y Capital es alianza criminal, pieza de sala donde actuaban ellas cuatro y trabajaban textos suyos y del libro Calibán y la bruja, de la escritora feminista italo-estadounidense Silvia Federici. Una pieza que realizarán este domingo en el conversatorio que ha organizado el FIT entre Marina Garcés y Fefa Vila.  

Pero fue con su segundo trabajo, El violador eres tú, de la que realizaron la versión callejera, Un violador en tu camino, con la que se hicieron virales y conocidas en todo el mundo. Anticolonialismo latinoamericano, feminismo contra el patriarcado, apoyo teórico solvente y un rabia de siglos que se instaura como la Constitución. Es un movimiento que quiere “incendiar no solo un monumento o una plaza, sino lo que hoy aun es perentorio echar al fuego: el entero paradigma de opresión, impunidad, miseria y despojo sobre el que se han cimentado cuarteles, catedrales, casas de gobierno, regidurías, transnacionales, cadenas de radio y televisión, industrias cinematográficas y, lo más letal, escuelas”. Así lo decían decían LASTESIS en un video realizado en colaboración con Pussy Riot y grupos feministas mexicanos. La jugada no es menor, no se trata de mujeres bailando en la calle, LASTESIS y todo un movimiento en Latinoamérica quieren ir a la médula.

En el momento de hacer esta entrevista el grupo se encuentra en el Centro Municipal de Arte Flamenco La Merced de Cádiz, donde están realizando el taller con las participantes voluntarias que se han apuntado a colaborar con la pieza. Nada más entrar se nota una energía frontal, de comunidad unida con objetivo claro. Los textos de Judith Butler, Paul B. Preciado y María Lugones son repetidos y aprendidos por gaditanas de diferente edad y procedencia. LASTESIS orquestan, van intentando que la música entre en las frases y el cuerpo. El taller concluye y se insta a las participantes a llamar a amigas a sumarse. Cuando la sala queda tranquila comienza la entrevista con este periódico para el que LASTESIS piden no ser individualizadas y que sus respuestas sean colectivas.

Ahora la pieza Patriarcado y Capital es alianza criminal llega al FIT. ¿No fue fácil su génesis?

No. Fue duro, por la dictadura sanitaria, fueron muchos meses para poder convocar a la gente y poder hacerla. Estaba pensada hacerse en enero en el festival chileno Santiago a Mil y al final hubo que esperar hasta marzo. Y el contexto en el que nació la obra políticamente fue muy complejo, cargábamos ya a las espaldas con toda la represión con la que se combatió el estallido social y el gobierno aprovechó la crisis sanitaria para endurecer el control. No podíamos salir a la calle sin permiso de la policía, todo lo cultural y artístico que no fuera digital estaba suspendido. 

¿Se han sentido perseguidas durante el proceso de creación por las autoridades chilenas?

Sí, todo comenzó en junio de 2020 cuando hicimos una performance con Pussy Riot frente a las comisarías de Chile. Era un manifiesto contra la violencia. Lo único que se hacía en esa performance era retomar frases que estaban en la calle contra la acción de la policía y eso les ofendió mucho. Nos denunciaron por desacato a la autoridad e incitación a la violencia. Incluso apareció el presidente de la nación y su ministro de interior defendiendo a la policía. Todo terminó en enero de este año que el caso se desestimó. Pero con ese proceso abierto estábamos más limitadas, no podíamos movernos con la misma libertad para crear la pieza.

La situación era claramente de amedrentamiento contra nosotras cuatro. Es más, cuando hicimos en octubre de 2020 una reunión virtual para hacer una performance sobre el Plebiscito Nacional se infiltró gente de la policía. Luego al llevar a cabo la acción vimos que la policía y la Armada sabían los lugares donde nos íbamos a juntar. Allí nos estaban esperando con tanques, militares, antidisturbios… Y era una performance metafórica, nos juntábamos arriba en el cerro de Valparaíso, cantábamos una canción y llegábamos al muelle donde en una lancha devolvíamos al mar toda esta constitución colonialista, de ahí vino y ahí la devolvimos. Hemos llegado a realizar un simple rito siendo apuntadas por metralletas. 

La obra consiste en una traducción, o más bien un traslado, de unos textos de Paul B. Preciado, Judith Butler y María Lugones a un terreno más sonoro, visual e interdisciplinar ¿Cómo trabajan con ellos? 

Lo que hacemos es sintetizarlos mucho. Los textos de Butler hablan de cómo podemos aceptar los modelos de precariedad que nos imponen o las posiciones de estos estados posmodernos en los que vale la pena sacrificar vidas humanas en pos de un bienestar económico, ¿quién llora las vidas de aquellos que no tienen nombre, que no tienen documentos? De Lugones presentamos la cuestión de lo binario en el género y cómo la colonia implantó la idea de raza en América. Y también trabajamos la idea de Preciado del tecnopatriarcado, de la frontera trasladada al cuerpo, del cuerpo reducido a un código que es controlado por el sistema, teoría que expuso en su texto Sopa de Wuhan, el texto está en internet, cualquiera lo puede leer.

Todo eso se cruza con la realidad política de Chile, se citan a ministros o empresarios y su posición represora frente al estallido social, y también hay textos sobre las víctimas de feminicidio, migrantes, víctimas de violencia sexual, política y estatal. Luego en cada territorio la pieza cambia cuando las mismas participantes desean incluir una cita de algún político o alguna referencia local. Sacamos una de las que tenemos sobre Chile y la sustituimos. Es bastante horrible, es lo que nos pasó también con El violador en tu camino, te das cuenta de que la violencia y el asesinato feminicida está en todas partes y que tenemos que juntarnos a resistir. 

¿Cómo vivisteis el proceso de viralización de la pieza Un violador en tu camino

Fue muy rápido, nada más hacerlo en Valparaíso nos empezaron a llegar correos pidiéndonos si podíamos ir a otras ciudades de Chile para hacerlo. Por supuesto no podíamos ir, no teníamos dinero. Y tampoco era fácil moverse, estábamos en medio del estallido social, con toque de queda, con las estaciones tomadas… No nos podíamos mover así que enviábamos la base musical y les decíamos que lo hiciesen ellas mismas. Cuando empezamos a recibir registros de las acciones de Argentina, México, Brasil, España, Francia, Líbano, India… cada una estábamos en nuestra casa, tranquilas.

Lo que más nos afectó, nos emocionó y nos influyó fue la masa ingente de historias personales que la gente quiso compartir con nosotras, testimonios de mujeres con heridas desde la infancia, de mujeres muy mayores que no habían salido a la calle desde la dictadura en Chile o que nunca hablaron temas de abuso en sus familias… Historias muy fuertes, heridas que en ese momento se abrieron y se sanaron, simplemente por compartirlas. 

En varias ocasiones habéis criticado una manera de entender este tipo de acciones como algo femeninamente amable, ¿por qué?

Luchamos contra toda forma heteronormativa de entender lo femenino como algo más suave o tranquilo. Unas mujeres, con sus cuerpos en la calle, juntas, articulando un discurso y accionando tienen todo el potencial y toda la fuerza. Pero también fue una reacción a lo que se pasó en México, recibíamos comentarios tipo “qué lindo ver mujeres que se juntan a cantar y bailar”, les parecía mucho mejor nuestra acción que no las acciones de movimientos como Antimonumenta “Vivas no queremos” en las que se intervenían estatuas para exigir demandas feministas. Querían desacreditar esa forma de lucha, lógicamente no estamos de acuerdo, toda forma de lucha es válida. Hay que poner en contexto cada situación, ahí había muchas madres de desaparecidas y asesinadas que llevan años y años, siglos, resistiendo. Y claramente la vida de esa genta no vale lo que un rayado o una pintada en una pared o una estatua.

Después de todos estos años convulsos de lucha estudiantil, de posicionamiento del feminismo, de estallido social, de la pandemia... ¿Cómo está Chile ahora?

Hay una fragmentación de todo lo que se vivió con el estallido social. En ese momento los horizontes estaban claros y la sociedad tenía a la clase política perfectamente identificada. Estaba clara la dirección, la gente sabía hacía donde se iba. Pero la posmodernidad es así, todo se disuelve, ya todos volvieron a sus casas. La última gran marcha en Santiago y en todo Chile fue el 8 de marzo de 2020, allí fue la última vez que se pudo salir en masa a la calle. Muchas mujeres, disidencia, ciudadanos. Y justo ahí, con la pandemia, se cortó todo. Ahí comenzó a operar el miedo al castigo, a poder salir y juntarse. Los problemas pasaron a ser otros, más la subsistencia que la dignidad, aunque sepamos que una cosa no se da sin la otra dio lo mismo, la gente no se juntaba porque sabían que la iban a multar y a apalear.  

En Chile incluso se reprimió a la gente más pobre que se juntaba para hacer ollas comunes y poder comer, y se las reprimió con carros y gas pimienta. Consiguieron desintegrar todo el activismo, no volvió el nivel de convocatoria que hubo antes. Es algo que pasa con los movimientos sociales, tienen esa volatibilidad y con ella hay que contar. Pero quizá, en esas estamos, puede que sea el feminismo quien vuelva hacer resurgir todo eso.

Hace unos días en Chile hubo una manifestación a favor de la legalización del aborto y fue muy seguida. Es desde espacios feministas como ese, donde el objetivo es claro, que se puede accionar de nuevo. El movimiento estudiantil, tan activo e importante, está pésimo, recién están comenzando a abrir las universidades. Y una orgánica de organización por internet en nuevas generaciones con 18 años, no funciona. Hay que recomenzar de nuevo. La pandemia ha sido lo mejor que le pudo pasar a esa persona que tenemos como presidente. 

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