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'Historias del bucle', una magnífica distopía a medio camino entre 'Chernobyl' y 'Cuenta conmigo'

Francesc Miró

A principios de 2019, el Centro Europeo de Investigaciones Nucleares -CERN- hizo públicos sus planes para construir un nuevo acelerador de partículas, el mayor de la historia. Y no faltaron quienes, agoreros, imaginaron todas las formas mediante las cuales tal máquina podría acabar con la vida en la Tierra. Así, sin medias tintas.

Según Martin Reese, profesor de Cosmología de la Universidad de Cambridge y autor del libro On The Future: Prospects for Humanity, un acelerador de partículas mayor que el que ya existe -el Gran colisionador de hadrones (LHC), situado actualmente cerca de Ginebra-, podría generar un agujero agujero negro o un desgarro en el espacio-tiempo, como informaba ABC. Podría ser capaz, en definitiva, de un desastre gigantesco.

El miedo a la tecnología es, sin duda, una de las fuentes de las que bebe gran parte del imaginario de la ciencia ficción. Pero para Simon Stålenhag, más que inspirar temor, el acelerador de partículas le inspiraba una extraña nostalgia. Una que convirtió en Historias del bucle, libro ilustrado en el que él mismo recuerda un pasado que nunca existió, publicado por Roca Editorial y traducido por Julia Osuna Aguilar.

Nostalgia distópica

Historias del bucle se ambienta en un mundo en el que Suecia fue el lugar escogido para la construcción de la máquina del CERN, bajo las aguas del Mar Báltico. Una construcción megalómana desarrollada en los años sesenta que transformó la vida tal y como la conocemos.

En este mundo imaginado, el conocido como Proyecto Bucle perimitió avances tecnológicos en materia de inteligencia artificial y biotecnología jamás vistos. Hasta que dejó de ser rentable y cerró sus puertas echando a la calle a centenares de trabajadores, y provocando una crisis debida a la dependencia económica de la comunidad para con el mismo.

Progresos científicos con consiguiente resaca que el autor tiene la pericia de narrar en pretérito perfecto y en primera persona: este libro es un libro de recuerdos. De retazos de un pasado que nunca fue. Stålenhag plantea en Historias del bucle un coming of age muy particular. Un viaje por lo más íntimo de su infancia y adolescencia, solo que mediada por robots gigantes y criaturas extrañas.

A través de los ojos de un adulto que recuerda una infancia extraña, descubrimos las historias del título. Una anécdota imposible, por ejemplo, de cuando Simon y su amigo Olof fueron amonestados por la policía por jugar con un guante que podía controlar en remoto un robot armado. U otra sobre un androide con inteligencia artificial que había escapado del Proyecto Bucle donde lo tenían explotado, y se escondió en el granero del protagonista.

Abierto más a la ficción que a la ciencia, Historias del bucle llega a imaginar qué ocurriría si debido a un fallo en el acelerador de partículas, se abriese un desgarro en el espacio-tiempo del que podrían colarse dinosaurios y animales prehistóricos.

Todos, relatos que crean imágenes interconectadas, recuerdos de un chaval cuya adolescencia coincidió con el cierre del Proyecto Bucle, y por lo tanto con el fin de la fantasía y la llegada de una cruda y fría realidad.

Un viaje fantástico que el lector hace de la mano de la prosa armada de aparente trivialidad de Stålenhag. Cuentos y fábulas que anteponen lo emocional a lo racional, y lo colectivo a lo privado. Y que hacen que el lector se deje impregnar por una nostalgia tan artificial como la inteligencia de los autómatas que pueblan sus memorias.

En la nieve hay un robot: un universo ilustrado

En el universo creativo de Stålenhag habitan multitud de referentes a cada cual más dispar. Su aproximación visual al imaginario postapocalíptico producido por la crisis del cierre del Proyecto Bucle, convierte los paisajes fríos de Suecia en escenarios que podrían parecer salidos de un capítulo de Chernobyl. Aunque en el caso de este libro ilustrado, se trata de una creación anterior a la serie de HBO.

Del mismo modo, su retrato del universo infantil y sus protagonistas nunca es un remanso de paz. El candor y la ingenuidad no son características de sus protagonistas ni del mundo con el que tratan, la mayoría conformado por niños y niñas de entre los ocho y los trece años. La aproximación a la infancia de Stålenhag podría ser la de un alumno aventajado de Stephen King.

Como en la obra del de Maine, Historias del bucle está llena de pequeños cuentos de niños y jóvenes que descubren que crecer es tan inevitable como sobrecogedor. Y el camino hacia la madurez pasa por la decepción y deconstrucción del concepto de familia nuclear. Aunque en el caso que nos ocupa, el tono sintoniza más con la melancolía de Cuenta conmigo que con el terror de Carrie.

Bien es cierto que late en Stålenhag una pulsión plenamente audiovisual y contemporánea. No tanto por su técnica como por su pericia en la distribución de elementos de la imagen que recuerda a la puesta en escena de una película de Steven Spielberg o Neill Blomkamp. No sorprende, de hecho, que el libro que nos ocupa se vaya a convertir en una serie de Amazon Prime Video -de la que por ahora hay confirmados ocho episodios- dirigida por Nathaniel Halpern y protagonizada por Rebecca Hall.

Pero tampoco significa esto que Historias del bucle olvide sus raíces pictóricas. Cuando la narración se pone tétrica, las ilustraciones con las que Simon Stålenhag las acompaña también lo hacen, acercándose a la obra paisajística de la pintora sueca Jeanna Bauck. Cuando el relato se antoja melancólico, el color y el trazo parecen rendir pleitesía a la obra de pintores noruegos como Johan Christian Dahl o Peder Balke.

Todo contribuye a un diálogo constante entre lo sugerido por las ilustraciones y lo narrado por los relatos. Pues en el fondo, Historias del bucle plantea siempre un estimulante ejercicio al lector. Sus imágenes nunca son descriptivas, y cuando acompañan a un relato no encajan del todo con lo relatado. Pues la obra pictórica del artista y escritor prefiere evocar en lugar de detallar. Prefiere alentar al lector a crear e imaginar sus propias historias, condicionadas o no por los recuerdos de la infancia que nunca tuvo.

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