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Escritora y crítica cultural

'Tras esa montaña está la orilla', o por qué la literatura de ciencia ficción española está de enhorabuena

Portada: Tras esa montaña está la orilla. Amor de Madre editorial.

Francesc Miró

25 de diciembre de 2020 21:54 h

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“Los niños saben perfectamente que los unicornios no son reales”, afirmaba Ursula K. Le Guin en Conversaciones sobre la escritura (Alpha Decay), “pero también saben que en los libros sobre unicornios, si son buenos, son reales”.

La que probablemente sea la mejor escritora americana de ciencia ficción y fantasía del siglo XX sostenía que para conseguir una conexión con el lector que convirtiese en veraces los mundos imaginados, quien escribía debía comprometerse no solo con lo narrado, sino con los valores que todo texto transmite de forma inevitable. El lenguaje y su disposición eran herramientas políticas en su obra. 

Y también lo son para la escritora Eva Cid: su primera novela utiliza constantemente fórmulas narrativas que cuestionan las convenciones del género y de nuestro propio lenguaje. Pero también se adaptan a una historia intrigante y emotiva en la que conviven el poshumanismo, el feminismo y las sensibilidades políticas LGTBI. Tras esa montaña está la orilla es, posiblemente, el debut más valiente y sincero de la ciencia ficción española en 2020. 

Dos continentes y dos historias de mujeres libres

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Tras esa montaña está la orilla es la historia de dos mujeres. Muchos años después de que la Tierra se volviese inhabitable, los seres humanos viven en un planeta con dos continentes incomunicados entre sí. En Ónfalos, territorio solamente habitado por mujeres, una joven llamada Julia Song trabaja en un centro de investigación y desarrollo biológico mientras sueña con escapar de allí y descubrir su origen. 

Al otro lado del planeta, en un territorio llamado Crisis, vive Marcela, una joven que lucha contra la política de natalidad de su gobierno, eminentemente dirigido por hombres. Una administración que impide que las mujeres puedan decidir sobre sus vidas y sus embarazos, considerados un bien del Estado. Los caminos de Julia y de Marcela están destinados a encontrarse, aunque ambas lo ignoran. 

“Desde el principio existían estos dos espacios diferenciados, pero la simetría formal con la que se van organizando los eventos a un lado y a otro, y el progresivo acercamiento, son fenómenos que sobrevinieron de forma natural durante el proceso de escritura”, explica Eva Cid a elDiario.es. “Muchos eventos de la trama no estaban planeados”, aunque, “la idea central del libro tiene bastante tiempo. Llevaba años con ella en la cabeza, esbozando de cuando en cuando fragmentos y personajes”. 

Además de escritora, Eva Cid es crítica cultural especializada en el mundo de los videojuegos. Colabora habitualmente en medios como Revista Cactus, AnaitGames o Caninomag, amén de haber publicado el ensayo Portal o la ciencia del videojuego en Héroes de Papel y haber participado en antologías como Estío: once relatos de ficción climática con Episkaia o Cuadernos de Medusa vol.I con Amor de Madre. Fue precisamente esta última editorial, un sello en el que la visibilización de los colectivos LGTBI y los movimientos feministas son el eje vertebrador de todo su ingente trabajo, el que apostó por darle el tiempo y el espacio necesario para escribir su primera novela. 

“Ha sido difícil. El tiempo que he dedicado a la novela es tiempo que no he podido dedicar a otros encargos que facturo mensualmente. Además, justo en la recta final y la fase de corrección coincidieron con el confinamiento, cuando perdí mi trabajo 'estable'. Hubo días en los que pensaba que no iba a ser capaz”. A pesar de todo hoy Tras esa montaña está la orilla ya está en librerías. 

Ciencia ficción rima con revolución

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La misma Ursula K. Le Guin que mencionábamos al inicio sostenía que “las formas más antiguas de expresión literaria son fantásticas” refiriéndose a la Odisea y los mitos grecolatinos. Sin embargo, hoy parece que la fantasía, el terror y la ciencia ficción siguen enfrentando cierto paternalismo crítico y mediático para con otros géneros literarios. 

“Es una cosa que me da mucha rabia”, defiende Eva Cid. “Aborrezco esa noción de la alta cultura como algo reñido con la imaginación, como algo grisáceo y opaco. Esta idea es la que aleja a muchos lectores de obras clásicas que son divertidísimas, y la misma que concibe la literatura de género como algo menor”. 

Aborrezco esa noción de la alta cultura como algo reñido con la imaginación: es una idea que aleja a muchos lectores de obras clásicas que son divertidísimas

Para ella, existen obras “consideradas alta literatura que son una auténtica bazofia”, mientras, “tienes autores como Stanisław Lem, Joanna Russ y la propia Le Guin que han escrito obras valiosísimas que hablan de cosas importantes”. Al parecer de la escritora: “La ciencia ficción, como la fantasía o el terror, solo es un enfoque particular a la hora de abordar temas universales”.

De hecho, es exactamente lo que hace ella en Tras esa montaña está la orilla. En su novela el género es el marco que permite reflexionar sobre cómo tejer complicidades en una sociedad en la que la falta de empatía se premia, cómo apelar a la sororidad en ambientes despersonalizantes e hipertecnológicos… cuestiones que no hace falta imaginar en mundos lejanos porque las afrontamos en nuestro día a día. 

Sin embargo, no todo el género se rige por las mismas normas. La prosa de Cid abunda más en descripciones emocionales y caracterización de personajes, que en recreación de espacios y construcciones narrativas de conflicto constante. “Si decimos que una historia se tiene que basar en el conflicto, limitamos enormemente nuestra visión del mundo”, decía la autora de Historias de Terramar. “Ver la vida como una batalla es tener una visión del mundo muy limitada, social-darwinista y muy masculina”.

Las visiones masculinas son consideradas como universales mientras que todo lo que se salga de ahí necesita una coletilla para subrayar su excepcionalidad y, en consecuencia, su pertenencia a un segundo plano

“No solo en la literatura de género, pero efectivamente esto es lo que pasa cuando los espacios y las oportunidades se ceden siempre a perfiles muy concretos, siempre a los mismos”, opina Eva Cid. “Las visiones masculinas son consideradas como universales mientras que todo lo que se salga de ahí necesita encuadrarse en un género, necesita añadir una etiqueta explicativa o una coletilla para subrayar su excepcionalidad y, en consecuencia, su pertenencia a un segundo plano”.

Tras esa montaña está la orilla reclama pasar a primer plano. Virtudes y hallazgos no le faltan, arrojo tampoco. Si acaso lectores y lectoras dispuestos a sorprenderse con el debut de una de las voces más jóvenes y más personales de la ciencia ficción española actual.

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