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Patrick Radden Keefe, el último periodista con tiempo y presupuesto

El periodista Patrick Radden Keefe publica un nuevo libro, 'Maleantes'

Carmen López

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Los malos ejercen un poder de atracción innegable. Sucedió, por ejemplo, con Pablo Escobar, el narcotraficante más famoso del mundo cuya popularidad creció aún más después de la serie Narcos, que se basa en su figura. Aunque no hay que indagar demasiado en su perfil para comprobar que no era precisamente un santo, ese retrato televisivo hizo que su figura cobrase cierto cariz de héroe. Lo mismo que ocurrió con otro delincuente, Chapo Guzmán quien, gracias a documentales como el de Sean Penn o la miniserie de Kate del Castillo, se convirtió en algo parecido a una estrella mediática. Estos ejemplos podrían extrapolarse al terrorista recientemente fallecido Unabomber, Charles Manson, Anna Delvey o cualquier otro criminal convertido en personaje de la cultura pop. Las vidas al margen de la ley son emocionantes y es fácil asociarlas a la rebeldía contra el sistema.

Precisamente, el narco mexicano es uno de los doce protagonistas del último libro del periodista Patrick Radden Keefe Maleantes. Historias reales de estafadores, asesinos, rebeldes e impostores. Pero, al contrario del resto de obras protagonizadas por Guzmán o cualquier otro criminal, en los perfiles que recoge esta antología no hay épica sino hechos y datos contrastados. El escritor huye de la leyenda y mantiene a la persona en la tierra para que no se vuelva personaje sin perder la capacidad de enganchar al lector. Es una de las virtudes de Radden: consigue que la realidad sea tan emocionante como cualquier ficción. La editorial Reservoir Books acaba de publicar el libro en castellano traducido por Pablo José Hermida Lazcano y Periscopi en catalán, titulado Canallas, con traducción de Ricard Gil.

Este nuevo título llega después de los exitosos No digas nada acerca del conflicto de Irlanda del Norte y El imperio del dolor sobre la dinastía familiar responsable de los medicamentos Valium y OxyContin (ambos publicados por Reservoir Books y Periscopi en 2020 y 2021, respectivamente). Durante su carrera profesional, ha firmado en medios como The New York Times Magazine, Slate o The New York Review of Book y forma parte de la plantilla de The New Yorker, el medio en el que se fueron publicando los perfiles que se reúnen en esta antología. Con semejante currículum, hace falta añadir los diversos premios que ha obtenido –como el National Book Critics Circle Award, por ejemplo– para resolver que es uno de los periodistas más importantes de su generación.

El autor afirma en una rueda de prensa con los medios españoles que siempre siente empatía por los protagonistas de sus reportajes. “Hay gente que critica mi trabajo porque humanizo demasiado a los malos, dicen que intento verles como seres humanos”, declara. Cuando hace décadas era periodista freelance, Radden también escribía guiones para Hollywood como forma de ganar dinero y allí aprendió que cuando hay un villano en la película, este no debe verse como el malo. “Lo que intento en mis libros es comprender cómo se ven los protagonistas. Con eso no estoy diciendo que no les juzgue o que justifique sus acciones, pero tampoco soy un sacerdote”, afirma. Entre los perfiles que recoge su último volumen se encuentran nombres tan dispares como el inversor Steven A. Cohen, el chef Anthony Bourdain o Monzer al-Kassar, el traficante de armas también conocido como El Príncipe de Marbella.

Como ejemplo de esas pinceladas de humanidad que les otorga a sus protagonistas, cuenta una anécdota relacionada con ese criminal que operaba en la Costa del Sol española. “Entrevisté a su hija y me dijo que cuando iban a juzgar a su padre en Nueva York, este estaba en el centro de detención del centro de la ciudad. En su celda tenía una ventana estrecha pero muy alta y quedaron en que en una hora concreta del día, ella tenía que salir a la calle y él iba a saltar solo para que le viese la cara durante un momento”, recuerda el periodista. “Yo considero que es una persona horrible, que es responsable de delitos atroces, pero es una historia muy conmovedora. Creo que es adecuado contar una historia como esta en el contexto de un reportaje en el que, evidentemente, lo dejo como un maleante”, dice.

El autoengaño es uno de los puntos que todos los maleantes tienen en común como lo tienen todas las personas y es un tema al que vuelve constantemente en sus trabajos. “Te levantas cada mañana, te miras al espejo y quieres decirte que eres una persona decente, pero seguramente sepas que en pequeñas o grandes cosas, no lo eres. La pregunta es qué historia te cuentas a ti mismo sobre la persona que eres”, explica Radden Keefe. Los protagonistas de sus reportajes también se mienten a sí mismos y justifican sus acciones, aunque hayan sido horribles bajo cualquier perspectiva.

Para él, una de las mejores muestras es el caso del Chapo Guzmán, cuya versión de su trayectoria vital es que eran muy pobres, vivían en las montañas y no podían hacer nada más que cultivar amapolas. A partir de ahí, siempre según su relato, solo le quedó la opción de cuidar de su comunidad, con lo que acaba siendo el bueno del cuento. Como si esas dificultades y falta de alternativas justificasen los muertos que lleva a sus espaldas.

El privilegio del oficio

Más que las historias que cuenta en sus escritos, lo que parece ficción es su manera de hacer periodismo en la actualidad. Radden Keefe sigue teniendo tiempo para documentarse y capacidad económica para viajar en busca de testimonios gracias al apoyo de su medio, pero es consciente de que es un privilegiado. Y también sus lectores, que pueden leer reportajes cocinados a fuego lento y con ingredientes de calidad.

“Yo he dedicado meses y meses a las historias que aparecen en el libro. Para un artículo quizá he hablado con 50 personas y luego he tenido que digerir miles de páginas de documentos. Lo que lees al final es la destilación de toda la investigación”, explica. “Me preocupa que en un futuro haya gente que quiera leer este tipo de textos pero no quiera gastarse dinero en ellos. En mi caso, seguiré bailando hasta que corten la música, pero espero que exista un futuro en el que este tipo de periodismo pueda funcionar”, anhela.

Generalmente, es él quien hace propuestas a sus editores y uno de los perfiles que más atrae al periodista a la hora de buscar temas es el de las personas que se inventan a sí mismas. Actualmente, está terminando un artículo sobre Alec Hoshin, el principal marchante de arte del mundo, que es un ejemplo perfecto. “Provenía de una familia armenia de Los Ángeles, de clase media, no tenía conexiones con el sector, comenzó vendiendo pósteres en la acera. Pero se inventó a sí mismo como un gran marchante de arte y al final lo logró, de la misma manera que lo hicieron Arthur Sackler o Mark Burnett. Hay ciertos rasgos en común en todos ellos que me fascinan mucho”, sostiene el periodista.

Aunque ya lleva años de trayectoria y tiene una coraza bien construida, explica que uno de los reportajes que se recogen en Maleantes le afectó de manera profunda. Se trata del perfil de Judy Clarke, la principal abogada relacionada con la pena capital en Estados Unidos. “Es interesante porque en el país hay muchas personas inocentes que finalmente acaban siendo ejecutadas, generalmente gente de color. Hay abogados que quieren salvarlas, pero ella no se dedica a eso. Ella representa a lo peor de lo peor, terroristas, asesinos en serie o violadores de niños, porque considera que la pena capital es un error y que incluso a esta gente no debería dársele ese fin”, dice.

Radden Keefe lo escribió cuando la letrada estaba representando al terrorista de la maratón de Boston. “La observé durante cinco semanas porque quería ver a qué se dedicaba intentando salvarle la vida. Hasta ese momento no había perdido ninguna causa pero sabía que esa sí la podía perder”, como efectivamente sucedió. El periodista creció en la ciudad del atentado y una de las familias más afectadas era de su barrio. Aunque él no la conocía, algunos de sus familiares sí, por lo que el suceso le tocaba de cerca. “Cuando estaba cubriendo aquel juicio, yo también tenía hijos pequeños y tuve pesadillas durante semanas por las cosas que escuché. Pero la única forma honesta de contar una historia así era escuchar a las víctimas y no desviar la mirada”, apunta.

Para poder reconstruir este tipo de historias, Radden Keefe habla con mucha gente que puede no sentirse cómoda con el resultado final del artículo. Uno de los gajes de este oficio que le apasiona. “Como periodista, jamás engaño a nadie sobre lo que voy a escribir. Intento ser muy franco desde el primer momento, así que nunca diría ”este artículo te va a dejar muy bien“ y luego publicar algo que no le sea favorable”, asegura. “En muchos casos creo que la gente acaba sintiendo que yo no soy su defensor, porque no lo soy. Tu lealtad, cuando te dedicas a esto, es con la verdad y es la única”, concluye.

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