Sue Grafton: “Cuando acabe con Kinsey me sentiré muy aliviada”
La primera vez que la detective Kinsey Millhone apareció ante los lectores fue en 1982. Su creadora, la estadounidense Sue Grafton (EEUU, 1940), acababa de dar vida con A de adulterio a uno de los personajes más queridos por los amantes del género negro. Resuelta, independiente y emprendedora. En realidad, era todo lo que Grafton, que se casó y tuvo hijos muy jóvenes, siempre había querido ser. Desde entonces Millhone ha protagonizado 23 novelas, todas correspondientes a una letra del alfabeto, lo que se denomina el alfabeto del crimen. La última es W de Whisky (Tusquets), en la que retrata el mundo de los homeless con dos muertos de por medio, pero Grafton ya tiene casi terminada la X y pergeñada la Y.
La escritora ha estado estos días en Barcelona durante la BCNegra donde ha prodigado su elegancia californiana –vive en Montecito- y donde ha dejado claro que es una de las damas del noir: sabe cuándo y de qué manera hay que mover al asesino y sus víctimas. A Kinsey le quedan pocas páginas de vida, pero su creadora se muestra con una vitalidad a prueba de cualquier signo de la edad. Y no tiene tanta pena de dejar a la detective. Como ella misma sentencia, se sentirá bastante aliviada.
A Kinsey los lectores la conocen desde hace más de 30 años. Lo curioso es que mientras para todos nosotros el tiempo pasa, estas novelas se mantienen en los años ochenta. ¿No le crea a usted cierto extrañamiento cuando las escribe?
Kinsey es una extensión de mi personalidad y en este sentido es fácil seguirla. Lo que es difícil es recordar la música de los ochenta, las películas que se hacían, los peinados voluminosos. En los primeros libros yo evitaba las referencias a la política y hechos de aquellos años para que el lector se perdiera en el tiempo, pero ahora hago todo tipo de referencias para recordar al lector que está en 1989 y no ahora. Una vez un lector creyó que en realidad lo que yo tenía era un manuscrito que yo iba sacando poco a poco. Tuve que escribirle y decirle que los libros estaban ambientados en los ochenta, pero que los escribía en la actualidad.
Kinsey monta por sí misma una agencia de detectives a principios de los ochenta. No parecía fácil en aquella época.
En los ochenta ya había mujeres detectives. De hecho, yo conocí a algunas. Sin embargo, había una cierta dificultad por el hecho de ser mujer. Ahora las mujeres hacen de todo. Por otro lado, creo que las mujeres son mejores detectives que los hombres porque nosotras podemos entrar en más sitios, somos invisibles. A menudos los lectores piensan que yo he sido detective.
No lo ha sido, pero le gusta el mundo del crimen. ¿Por qué?
Yo crecí con novelas de detectives. Mi padre era una abogado que publicó tres novelas y yo crecí con esto, con Chandler, con Ross MacDonald, por eso decidí tratar de escribir una novela de detectives. Y a mí me parecía natural hacer el personaje yo misma, y aprender sobre los procedimientos de la policía, la balística…
¿Lee novela negra contemporánea? ¿En qué ha cambiado con respecto a la clásica?
Sí, sí, la leo. Creo que ahora hay más palabrotas. Creo que está bien que haya cambiado. No podemos imitar a los que había antes. Hay que reinventar la fórmula de manera que se presente la vida tal y como la vivimos actualmente.
¿La vida es más dura, sucia o todo lo sucio es más evidente?
Cuando era niña, como mis padres eran alcohólicos yo tenía muy poca supervisión. Me subían en el autobús e iba sola de una punta a otra de la ciudad, andaba sola por ahí… Ahora, sin embargo, los niños no van solos a ninguna parte, tienes que acompañarlos a la escuela porque piensas que puede ser peligroso. Luego está, también, la pornografía en los ordenadores… Todo esto no estaba cuando yo era pequeña. Recuerdo que una vez me encontré a un exhibicionista en un garaje y pensé que era una cosa divertida, no peligrosa.
A la hora de escribir una novela negra, ¿el crimen tiene que aparecer lo antes posible?
Creo que hay editores que les dicen a los escritores jóvenes que haya un muerto lo antes posible, pero yo no estoy de acuerdo con esto porque le lector no ha hecho ninguna inversión en el personaje que acaba de fallecer y eso hace que el asesinato no tenga mucho sentido. A mí me gusta más explicar una historia como si estuvieras pelando una cebolla, poco a poco. Eso me resulta más divertido, que haya misterios. Si en las primeras páginas ya hay disparos, sangre, muerte… eso es aburrido.
¿Qué importancia le da a la víctima?
Es muy importante. Las novelas negras tratan sobre todo de una víctima. Lo que tratan es de buscar justicia para la víctima. Yo siempre creo que la justicia se hará. A menudo en el mundo real la policía sabe quién ha sido el asesino pero no pueden probarlo. O imputan a alguien por un crimen pero hay algún aspecto técnico en todo el proceso judicial que falla y ya no le pueden condenar. O el caso es revisado… Es decir, para mí eso es muy frustrante. Pero en las novelas negras sí hay justicia.
Sus novelas se desarrollan en un lugar cerrado, concretamente en el pueblo de Santa Teresa, que es un espejo de la ciudad de Santa Bárbara, en California. Kinsey apenas se mueve.
En algunas novelas sí ha viajado a lago Tahoe, a Kentucky, que es de donde soy yo. La hago viajar ocasionalmente. Ella nunca vendría a España porque tendría que aprender la ley penal española y ya no estoy para eso.
¿Y, por cierto, ve usted alguna diferencia entre el género negro que se hace en EEUU y el de Europa?
En términos de películas creo que su sensibilidad es muy diferente de las de los americanos. Los americanos tienen más estructura, no son tan evocadoras… Y son más rápidas. Lo que me gusta es que desde la página uno ya estás dentro de la historia. En la ficción literaria se dan muchas vueltas y acabas aburriéndote.
Cuando comenzó con su alfabeto del crimen, qué llegó primero, ¿la letra y luego el tema?
La idea del alfabeto del crimen surgió porque antes de escribir me senté a escribir todas las palabras que se me ocurrieron que tuvieran que ver con el crimen para asegurarme de que había suficientes relacionadas para llegar hasta el final. Pero sí, a menudo comienzo con el título. Lo que pasa es que también puedo cambiar. Sobre todo me gustan aquellas palabras en las que hay un doble sentido. Por ejemplo, Quarry, que en inglés significa tanto presa como cantera. El crimen tiene lugar en una cantera y a la vez la víctima está presa.
¿Tiene ya pensadas la X, Y y Z?
Estoy pensando en ‘prisionero’ para la Y, pero todavía no lo sé porque depende de cómo salga la historia. De la X me quedan unas cien páginas y todavía en este caso no he decidido el título.
¿No le va a dar pena acabar con Kinsey?
Todavía no he llegado, pero cuando llegue estaré muy aliviada. Es una enorme responsabilidad. Estaré muy contenta cuando haya podido terminar todo. Si puedo escribir otras aventuras de ella haré un libro y basta ya. En este sentido, puedo dejarlo cuando me canse. Mi gran preocupación es que tenga que escribir libros si ya no tengo la pasión para escribirlos porque entonces estaría traicionando al lector. Cuando llegue a la Z estaré ya cerca de los ochenta y tengo que estar segura de que voy a seguir manteniendo la pasión para poder escribir.
Pero usted ha desarrollado una relación cercana con Kinsey.
Ella lleva la vida que yo podía haber tenido si no me hubiera casado tan joven y hubiera tenido niños. No tiene familia, no tiene hijos, no tiene marido, va por su cuenta y se dedica a su trabajo. A mí me gusta experimentar su libertad sin tener que divorciarse otra vez. Yo tengo un buen marido ahora, hemos estado juntos 40 años y es el bueno. Los otros dos de antes no importan.
Kinsey no tiene familia y ahora es verdad que podemos tener una vida independiente, pero sigue siendo algo “raro”.
¡Hay muchas mujeres solteras que están buscando buenos hombres! Los buenos hombres se quejan de que no son interesantes para las mujeres solteras… Yo creo que está bien estar sola, no es necesario estar con alguien, puedes viajar, apasionarte con tu trabajo, y no es una pérdida no tener marido.
¿Cómo escribe? ¿Cuál es su método?
Tengo dos casas, una Kentucky u otra en California, con el mismo sistema en el ordenador. Bajo todo mi trabajo en un pendrive, y voy de una casa a otra. Escribo todos los días, normalmente desde las ocho y media de la mañana hasta la media tarde. Siempre me siento inteligente un día de cada treinta, pero no sé qué día será por eso tengo que estar todos los días esperando cuándo será ese día.
Siempre ha dicho que jamás se hará una película sobre sus novelas. ¿No ha cambiado de opinión?
No. Este es el trabajo de mi vida, y si se lo doy a los productores de Hollywood lo van a destrozar. Yo trabajé en Hollywood durante quince años. Son como los hombres que quieren ligarse a una mujer en un bar y dicen cualquier cosa para engatusarte. Además tampoco necesito el dinero.
¿Ha pensando en alguna actriz en cualquier caso?
Hace unos años me gustaba Debra Winger, pero ahora debe tener 60 años, y Sigourney Weaver, pero era muy alta. Yo veo mi propia cara en ella y yo no soy una actriz.