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Un millón de euros públicos para salvar la Catedral de Toledo, ni un duro de la Iglesia

Los daños que ocasionó Filomena sobre la catedral toledana requerirán de una fuerte inversión pública

Peio H. Riaño

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Los efectos metereológicos del temporal Filomena, que dejó nevadas históricas en buena parte de la Península, tardaron en disiparse dos semanas. Los daños sobre el patrimonio artístico todavía persisten. La cubierta de la Catedral de Toledo quedó tan maltrecha que el agua se ha colado sin control desde entonces por el Transparente del edificio, dañando gravemente al ingenio barroco más espectacular del legado histórico español. En el último Consejo de ministras y ministros antes del verano, celebrado el pasado tres de agosto, se aprobó la declaración de emergencia de las obras de restauración de la cubierta por un importe de 984.035 euros. El Cabildo de la Catedral Primada había solicitado una ayuda al Estado tras revisar la situación.

Tal y como ha podido saber eldiario.es las humedades han afectado a las pinturas murales, que se están desprendiendo del interior del muro que sostiene el Transparente. A pesar de la emergencia de la intervención, la Iglesia no destinará ni un euro a recuperar las partes dañadas por el agua. Una vez preguntado tanto al Deán, Juan Miguel Ferrer, como al responsable de obras sobre la inversión que destinará la Catedral a la recuperación de las pinturas afectadas, la respuesta ha sido clara: “En estos momentos no se contempla”. Ninguno de ellos quiso aclarar en qué estado se encuentran dichas pinturas.

La tarifa de acceso a la Catedral que recauda la Iglesia, titular del edificio, no es barata: 10 euros la entrada general. Antes de la pandemia, el monumento podía recibir hasta 10.000 visitantes un domingo y un millón de personas al año.

Alba García Bernabé, arquitecta del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), y José María Ballester, jefe del área de intervenciones en inmuebles del IPCE, han sido los responsables en la redacción de urgencia del plan de actuación sobre la cubierta que ha arrancado hace unos días. García Bernabé detalla a este periódico los daños que han encontrado como consecuencia de la incidencia de Filomena: pérdida de una gran parte del material de cubrición, filtraciones sobre una de las vidrieras y múltiples goteras que amenazan su decoración interior. “Hay desprendimientos de pintura”, cuenta la arquitecta. En los estucos superiores todavía no han visto daños porque primero se desprende la pintura que “cae como hojas secas” al suelo.

Situación crítica

“Existe una situación crítica de riesgo de pérdida patrimonial. El objetivo de las obras es recuperar la estabilidad y estanqueidad de la envolvente o lucerna del Transparente, evitando daños irreparables y garantizando la seguridad de los visitantes ante posibles desprendimientos”, indican los expertos. El Transparente es obra de Narciso Tomé, que lo realizó entre 1725 y 1732 por encargo del arzobispo Diego de Astorga y Céspedes, para iluminar la capilla del Sagrario, tras el Altar Mayor.

La genialidad de Tomé fue crear un retablo que se extiende más allá de la pared y asciende hasta el techo y abre en él un vano sin poner en riesgo el edificio. El artificio ilumina a su antojo un complejo programa iconográfico en el que actúan todas las artes con la misión de provocar un efecto y una experiencia única. A aquella comunión artística de pintura, escultura, arquitectura y, por supuesto, escenografía lo llamaron Bel Composto y sucedió, sobre todo, en las obras romanas de Bernini. En España, además del simulacro de Toledo, es digno el ensayado por el arquitecto Francisco Hurtado Izquierdo, en el Sagrario de la Cartuja de Granada. A Benito Pérez Galdós no le gustaba. Decía que aquello era “un padrón de ignominia”, que carecía de sentido común, que era absurdo, necio, pedantesco, grotesco… “Parece una roca de mármol, cubierta de crustáceos de oro”, remató la descripción.

Los próximos nueve meses los operarios se centrarán en la estructura de madera del cuerpo de luces del Transparente, la parte más afectada por las humedades y pudriciones. A más de 25 metros de altura y con un acceso muy complicado a ese cuerpo que se eleva sobre la cubierta. “Llegar hasta ahí con el material va a ser muy complicado. Tenemos casi montado el andamio de una sobrecubierta para proteger el Transparente de las lluvias inminentes”, cuentan los expertos del IPCE, que han redactado el proyecto de urgencia. La tramitación de la ayuda se ejecutó en siete días. No había tiempo que perder y el detalle del estado de la cubierta lo estudiarán sobre el terreno.

Una piel de escamas

“No es una cubierta al uso. Es casi una pieza escultórica”, apunta Ballester. Describe la peculiar cubierta como una piel de escamas. Cada teja de pizarra es diferente, no están hechas con proceso industrial y tampoco tienen formas habituales. “No podemos hacer una intervención normal: debemos desmontar pieza a pieza para reutilizar las que podamos e incluir nuevas, que haremos con el mismo tipo de pizarra y respetando las formas”, cuenta el arquitecto. Fabricarán a medida las que falten. Un arquitecto de la zona ha realizado el estudio histórico con el que han descubierto la procedencia de los materiales originales a partir de la factura que se conserva del siglo XVIII.

Para la reinserción de cada teja han usado drones y láser 3D. Con estas herramientas han hecho los levantamientos de la cubierta hasta formar un enorme puzzle, en el que se aclara cuántas piezas hay y dónde va colocada cada una de ellas. Además se hará una maqueta real para catalogar, clasificar y llevar la cuenta de cada pizarra. “Es imposible saber de cuántas piezas se compone la cubierta, pero varios miles”, indican. Alba García Bernabé cuenta que será un caso “peculiar y extremo” porque no se tirará nada. “No habrá escombros. Lo que se recupere, será reconocido”, cuenta de esta intervención tan especial de la que se beneficiará la Catedral de la ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en 1986.

Las nuevas escamas se encargará de hacerlas, una a una, un artesano de la zona. La estructura de madera que haya que reemplazar será con madera cercana, similar a la usada hace tres siglos. La misión es que la cubierta no pierda autenticidad. “Y así el envoltorio seguirá siendo una pieza histórica”, cuenta Ballester. Por todo reconocen que es uno de los proyectos más cuidados en los que ha trabajado el IPCE. También tendrán que extirpar alguna restauración previa que no respetó nada de lo señalado y cementaron, por ejemplo, la estructura interna de la cubierta. Finalmente se procederá a la consolidación de las fábricas, muros y bóvedas.

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