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30 segundos en el interior de una canción pop

Sam Smith reina esta semana en Spotify con su canción 'Unholy'

Jorge Navarro

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Durante los 30 primeros segundos, una canción no cuesta nada. Tiene valor, por supuesto. Y es muy probable que a los autores y los productores del tema les haya costado mucho dar con el arranque perfecto, ese que hace que quieras seguir escuchando. Pero en términos económicos, ni Spotify ni ninguna otra plataforma remunera a los creadores hasta que el oyente alcance el segundo 31. Y eso, en la era de la tiktokización, el story y la ansiedad, supone dejar de ganar mucho dinero.

Spotify es la compañía líder de un sector que acumula más de 520 millones de usuarios de pago de diferentes plataformas, según el cálculo de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica. Con un enfoque inicial de simple reproductor de canciones online, ha ido implementando herramientas y sofisticando su funcionamiento, conforme iba ampliando su catálogo de referencias y su número de usuarios (433 millones activos en 2021), hasta convertirse en la plataforma de música digital por excelencia, con más del 30% del total de suscriptores globales, el doble de lo que acumula su rival directo, Apple Music.

El modelo del streaming, que ha desbancado el de la música grabada en soportes, ha empezado a ejercer una gran influencia, no solo en el comportamiento de los usuarios, sino también en la creación de las propias obras. En un mercado con millones de canciones disponibles al alcance de un clic, la canción que no convence en los primeros segundos cae en un saco de obras olvidadas, guillotinada por el implacable botón de “Siguiente”. Los creadores de una canción se lo juegan todo en los primeros segundos. Y “todo”, en este caso, es literal. Si no captan la atención del oyente más allá de medio minuto, no recibirán ni un céntimo por esa escucha.

¿Qué cantidad de información o emoción cabe en ese breve intervalo de tiempo no monetizable, los 30 primeros segundos?

Spotify, Apple Music, Tidal, Deezer o YouTube fijan ese punto de inflexión para la monetización a partir de los treinta primeros segundos. La compañía sueca lo indica en Spotify for Artists, la herramienta que ha desarrollado para que los artistas gestionen sus perfiles y hagan seguimiento pormenorizado de sus proyectos. Pormenorizado hasta cierto punto, pues lo que la empresa sigue sin aclarar es qué cantidad pagan por cada reproducción.

Los treinta segundos más reproducidos

Desde esta perspectiva y, con la premisa de que esta dinámica de monetización está causando efecto en la composición y producción de canciones nuevas, hemos hecho un ejercicio de reproducción únicamente de los arranques de las canciones más rentables del momento, con el fin de analizar qué sucede en esos primeros treinta segundos; qué cantidad de información o emoción cabe en ese breve intervalo de tiempo o si existe algún denominador común que pueda atribuirse a esta circunstancia inaudita en la historia de la industria musical.

A la entrega de este artículo, el primer puesto en Spotify Charts lo ocupa Unholy (2'36'' de duración), del artista británico Sam Smith, en colaboración con Kim Petras, ambos veteranos en las listas de éxitos bajo el paraguas de Universal, titular de derechos de la mitad del repertorio que contiene la plataforma, con quien tiene firmado un acuerdo privado. Seguido de I’m good (blue) de David Guetta y Bebe Rexha (2'55''), construida sobre un sample del éxito de 1998 Blue (Da Ba Dee) de los italianos Eiffel 65; As it was de Harry Styles (2'47''), nuevo abanderado del pop británico, cuya canción tiene algo que recuerda al éxito de los 80 Take on me de A-ha; y la ineludible cuota latina, esta vez representada por La Bachata del colombiano Manuel Turizo (2'42'') y Quevedo: Bzrp Music Sessions, Vol. 52, el último terremoto de la música urbana latina, popularmente conocida como Quédate. Más adelante aparecen nombres como Bad Bunny, por partida doble, One Republic o Chris Brown, con un tema de nombre muy apropiado, Under the influence.

Solo una canción de las cinco más escuchadas en el 'ranking' de Spotify supera los tres minutos: son canciones relativamente cortas que buscan el impacto por la inmediatez, concentrando el mayor número de estímulos en el menor tiempo posible

Solo tres de las diez principales superan los tres minutos, solo una de las cinco primeras. De este modo, encontramos una gran proporción de canciones relativamente cortas que buscan el impacto por la inmediatez, concentrando el mayor número de estímulos en el menor tiempo posible.

Cómo es una canción de éxito en 2022

Todo empieza antes. Si hay un audio de voz, como al principio de As it was, dura tres segundos. En prácticamente todas las canciones, a excepción de Unholy, la voz principal ya está presente antes de los veinte segundos. No hay tiempo que perder, las historias van al grano. O bien se tratan de sublimaciones de una noche de pasión o de tragedias de amor perdido, a veces más abstractas y otras más explicitas, pero siempre resumidas en menos de tres minutos.

Otro rasgo distintivo y común a todas ellas son las constantes gratificaciones en forma de novedad sonora. Puede ser un arreglo de teclado, un coro de fondo o, simplemente, un bling parecido al que haría una moneda en una caja registradora virtual, como ocurre en Unholy justo cuando la canción acaba de ser monetizada en el segundo treinta y uno. Lo que sea, pero dosificado en intervalos de cada seis o siete segundos para mantener la atención de quién escucha.

Ganarse la vida con el 'streaming'

Hace ocho años, una serie de músicos se pusieron en pie de guerra contra Spotify, cuando la plataforma tenía 24 millones de usuarios. “No te engañes, ninguno de esos nuevos artistas que descubres en Spotify recibe dinero, mientras que los accionistas estarán pronto nadando en él”, dijo en ese momento Thom Yorke, cantante de Radiohead. A estas alturas y tras una serie de acuerdos laterales con las grandes majors de la industria, esa batalla si no se ha perdido, se ha desestimado.

Las cuentas, no obstante, siguen sin estar claras. Algunos medios como Business Insider calculan una media de unos 0,0033 dólares, tras haber ido bajando paulatinamente cada año pese al crecimiento de la plataforma. Spotify for Artists explica que no pagan regalías a los artistas por reproducción, sino según una cuota de reproducciones, que se calcula contando el total de reproducciones en un mes y determinando qué proporción corresponde a personas que escucharon esa música. Además, añaden que la cantidad concreta de regalías puede variar por el modo en que se reproducen o los acuerdos con intermediarios titulares de derechos como las discográficas o las distribuidoras digitales. Estas últimas son quienes posibilitan que el contenido esté disponible y a quienes primero se efectúa, tanto el reporte de datos, como el pago de regalías.

Gabi Ferraté, ingeniero de la empresa catalana BMAT que desarrolla servicios de seguimiento del streaming, es el creador de The Royalties Calculator, una calculadora que permite conocer, en abierto, cuánto ganan los artistas por sus reproducciones, estimando información de Spotify según este artículo. Lo que indica esta herramienta sobre los artistas escuchados para este artículo, es que Sam Smith gana al mes 182.850 dólares (gracias a 57,5 millones de oyentes mensuales); David Guetta, 213.060 dólares (67 millones de oyentes mensuales); Harry Styles, 212.420.000 dólares (gracias a 66,8 millones de oyentes mensuales); Manuel Turizo, 99.530 dólares (31,3 millones de oyentes mensuales) y Quevedo, 105.890 dólares (30,3 millones de oyentes mensuales). Según la calculadora de regalías de Ferraté, un grupo indie español como Cupido, portada en el último número de Mondo Sonoro, gana 1.500 dólares al mes, con 472.300 oyentes mensuales. Esto es una simulación a la que habría que restarle lo que se quedan los intermediarios (agregadores y editoriales).

El medio y sus dinámicas de escucha inducen a la producción y reproducción de un cierto canon creativo independiente de estilos o géneros. La valoración dependerá del contexto temporal, por supuesto, pero también del tecnológico, cuando no sean directamente lo mismo. El tiempo es dinero, sobre todo para los que controlan los relojes.

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