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ENTREVISTA Grupo de música

Cariño: “Las drogas no son elegantes pero hay que hablar de ellas”

El grupo Cariño: Marta (izquierda), Paola (centro) y Alicia (derecha)

Mónica Zas Marcos

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La historia de la fundación de Cariño ya se ha convertido en parte de su sello. María Talaverano y Paola Rivero se conocieron por la app de ligar Wapa. No surgió la chispa, pero sí la conexión musical. Todavía les faltaba una tercera pata y la descubrieron de after, después de un concierto de Alicia Ros con otro grupo. Juntas lanzaron Movidas en 2018 y la cosa se fue de madre, porque no tenían “ninguna pretensión de petarlo”.

Acaban de presentar CARIÑO, su segundo disco, mucho más completo y maduro que el anterior, aunque con la misma esencia romanticona y festivalera. Su música suena al tecnopop español de los 90, aunque las compositoras ronden entre los 26 y los 28 años. Pero el elemento que las diferencia son sus letras y ese aura “triste y horny” a la vez, como ellas describen. Tan pronto les cantan a sus novias, exparejas y crushes en si quieres, año de mierda o ...lo que te quiero, como hacen una reflexión sobre el consumo de las drogas y el pozo de las adicciones en no me convengo.

No esconden que la pandemia ha sido dura para su negocio y para su salud mental, pero tampoco que han salido de ella reforzadas, firmando con Universal Music además de con su sello de toda la vida (Sonido Muchacho) y figurando en la mitad de los festivales del país. De hecho, no solo en España, puesto que se han estrenado a lo grande con el evento musical por antonomasia de EEUU.

Acabáis de volver del festival Coachella. Aparte de Rosalía, pocos artistas españoles han tenido la oportunidad de formar parte del cartel. ¿Qué tal la experiencia?

Alicia Ros: Ha sido muy divertido. Es muy horizontal, todo el mundo comparte la zona de los camerinos y hasta estuvimos en la misma mesa que Jared Leto. Fueron dos fines de semana y en el segundo ya vino más gente. El primero era muy de influencers, todo el mundo iba muy pintamonas.

María Talaverano: En el segundo también, pero había más gente normal. Yo cumplí mi sueño de perrear viendo a Karol G.

¿Cuándo surgió esta oportunidad y qué tiene ese festival para ser considerado uno de los grandes del mundo?

A: Surgió hace tres años mientras estábamos en otro festival. Nos llegó un correo de René en 2019, que es un chico que ficha bandas, nos había escuchado y nos quería llevar. Pero como se fue alargando durante los años, no nos lo terminamos de creer hasta que estuvimos en el avión volando a Los Angeles. Es muy especial por toda la imaginería Coachella y porque puedes ver a bandas que no verías jamás, pero yo prefiero otros festivales más pequeñitos.

M: El primer finde está muy dirigido a los famosos, es el que va Timothee Chalamet, Jared Leto o Leonardo DiCaprio. En nuestro concierto el segundo finde había más del triple de gente.

¿Y cómo se presenta el panorama de festivales después de dos años?

M: Vamos a todo. Si aún se llevasen las pulseras, nos llegarían al codo o al sobaco [ríe].

A: Estamos muy contentas de ver por fin la cara a la gente. Que estuviera todo el mundo sentado con mascarilla era deprimente. ¿Cómo puedo adivinar que le está gustando? ¿Porque mueve el pie un poquito? Era raro a ambos lados.

La música ha sido de los sectores más castigados por la pandemia. ¿Os ayudó tener un disco en el que trabajar para no perder la perspectiva?

M: Yo personalmente he tenido depresión y ahora estoy de lujo.

A: Totalmente. De otra manera habría sido esperar un par de conciertos pochos. Esto era lo que mantenía con vida el proyecto. También hemos tenido momentos de desilusión o de pensar que no tenía sentido. Ha sido una montaña rusa.

Hay muchas cosas que enlazan el nuevo disco con el anterior, entre ellas la temática: el amor. ¿En qué habéis notado la evolución?

A: El primero fue muy rápido, sabíamos muy poco de cómo construir una canción. En este somos más maduras y más profesionales.

M: Somos las mismas personas trastornaditas, pero se nota nuestra evolución. A nivel instrumental tiene muchas más capas. Pero yo estoy aburrida de escribir de amor. Me apetece ser más empoderada porque siempre escribo desde la admiración y ya me he cansao de ser esa perra.

A: Yo escribo desde el enfado. Pero es que solo me sale escribir cuando estoy más cabreada o más enamorada.

Hablando de amor. Siempre se menciona la historia de que os conocisteis en una app de ligar para chicas y que con temas como Bisexual os habéis convertido en un referente LGTB. ¿En algún momento se os ha intentado estigmatizar?

A: Creo que sí. Pero igual que como grupo de mujeres. Yo soy hetero, pero creo que hay gente que se ha aprovechado de que ellas [María y Paola] sean LGTB y que lo ha utilizado de alguna manera.

M: Cuando fuimos a La Resistencia dijo uno: “¿es que tienen que decir que son lesbianas todo el rato?”. Yo lo vivo como un orgullo, pero en ningún momento hemos pensado que íbamos a hacer una reivindicación. Somos lesbianas y vamos con eso por delante. Escribimos de lo que vivimos y sentimos: yo sí le hago letras a mujeres y por eso salen etiquetas. Tiene un matiz reivindicativo porque ayuda a la visibilidad y nunca lo vamos a ocultar.

Por primera vez en el urbano mainstream se están escuchando letras de mujeres dirigidas a otras mujeres, como Ptazeta, Tokischa, Lola Indigo o Karol G. ¿Por qué creéis que este género se ha abierto únicamente a las referencias lésbicas?

M: Creo que ocurre más en el urbano porque lo sexualizan. Veo bien que se haga cuando es real y puro, como en el caso de Ptazeta, y no por vender o monetizarlo. Ahora muchos traperos se dan picos entre ellos en las redes sociales y es como: arg. Tampoco me gusta que Karol G y Mariah se den un beso en el videoclip del Makinon. No son lesbianas, pero eso vende.

A: Sexualizar a la mujer en lo urbano es un paso fácil, porque ya se hace. Da igual que lo cante un hombre o una mujer.

Este disco sale en colaboración con Universal, mientras que el anterior se publicó solo con el sello independiente Sonido Muchacho. ¿Habéis notado un aumento de los intereses discográficos?

M: Nunca nos han dicho nada. Una línea roja sería que nos censurasen o que nos delimitasen creativamente. Lo que no pueden hacer es decirnos de qué escribir o qué cantar. Se supone que nos quieren por lo que somos, no deberían cambiarnos. Por lo demás, son solo ventajas porque tenemos más recursos y más dinero.

Hace poco supimos que se habían grabado unas escenas de pechos reales a modo de reivindicación en el videoclip de Ay Mamá, de Rigoberta Bandini, que nunca se incluyeron. ¿Creéis que la censura, por desgracia, es independiente de los sellos discográficos?

A: Sí. Hay delimitaciones generales de la sociedad, las empresas y el capitalismo. Y también autocensura. Yo me he autocensurado cosas sobre todo por vergüenza, porque no queríamos hablar de sexo, drogas...

M: A mí ya no me da vergüenza [ríe].

De hecho, habéis desvelado que el single No me convengo trata veladamente de las adicciones y de la depresión.

M: En nuestro imaginario está el drogadicto jodido o la nada. El punto medio está invisibilizado, cuando es lo que hace casi todo el mundo, al menos entre la gente joven de nuestro entorno. Es importante hablar de eso para saber cómo cuidarte y cómo afecta. No tienes que vivir en la calle para ser un adicto o necesitar ayuda. Y ni el Estado ni la Sanidad la están dando.

A: Es que es eso. Llegan a ser un problema en ese punto intermedio y como no se habla ni se visibiliza, se llegan a problemas serios. Compusimos No me convengo porque hay que hablar de ellas, aunque no explícitamente porque no sería elegante y las drogas no son elegantes.

Casi al final de la entrevista se incorpora la tercera integrante de Cariño, Paola Rivero, que reconoce sin problema que acaba de llegar del psicólogo. La pandemia, como admiten sus compañeras, ha sido una época para replantearse las cosas: “Al principio fue jodido y estaba desquiciada, pero a la larga agradezco el parón porque se nos había acumulado una época de mucho trabajo y muchas cosas”.

La canaria es la artífice de la mayor parte de los arreglos de producción del último disco. Se define junto a María y Alicia como las Supernenas, porque coinciden en esos anhelos generacionales y se inspiran en las mismas fuentes, pero a la vez cada una imprime una personalidad y un toque diferente al proyecto.

Os habéis lanzado a escribir una canción de reguetón, Bonus trap, que rompe con el ritmo del resto del disco. Hay mucha condescendencia aún con el género, sobre todo desde otros como el pop o el rock. ¿Vosotras cómo lo percibís?

M: Paola y yo lo consumimos mucho. Antes había mucha condescendencia. De hecho yo no escuchaba nada de reguetón y me parecía una basura, y ahora es lo que más escucho. Se ha abierto a todo el mundo. También se ha hecho más popero, como lo que hace Bad Bunny.

Paola: Nuestra canción tiene el beat, pero es más frikitón, porque las raíces del reguetón vienen de donde vienen. Y la incluimos porque en la cuarentena estábamos aburridas y la compusimos por notas de audio. Es un bonus porque se sale del pop rock del resto del disco.

2022 está siendo el año de la antigua normalidad y de los lanzamientos fuertes que estaban en la nevera. Sin ir más lejos, vosotras estáis en todos los festivales y habéis firmado la colaboración con un gran sello. ¿Se está empezando a notar la recuperación?

P: No nos podemos quejar. Me ha motivado mucho ver cómo se ha acogido el disco de Rosalía, cuando era un proyecto tan diferente y en el que experimenta con un montón de cosas nuevas. En nuestro caso también hemos tenido más tiempo para experimentar con los sonidos y espero que la gente lo aprecie.

A: Yo creo que el disco va a ir bien, tenemos una buena corazonada.

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