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Este blog se ocupará de las series más influyentes del momento, recomendará otras que pasan más desapercibidas y rastreará esas curiosidades que solo ocurren detrás de las cámaras.

'Hierro': cuando el escenario se convierte en un personaje más

En 'Hierro', la isla se convierte en un personaje más.

Belén Gómez

El género del murder mystery suele ser más estimulante cuanto mayor es su coqueteo con la claustrofobia y más se estrechan sus paredes en torno a un número concreto de sospechosos. El investigador, en dicho escenario, va interrogando exhaustivamente a cada uno de ellos y haciendo sus cábalas paralelamente a las del televidente o lector, que sabe (como él sabe) que el asesino está entre ellos.

A lo largo de las cerca de seis décadas en que se extendió su producción, Agatha Christie fue la reina de este tipo de historias. Ya fuera junto a Hércules Poirot o Miss Marple, el lector accedía en sus novelas a un cosmos limitado donde, según se desplegaba la trama, dejaba de importar todo lo que ocurría fuera de ese vagón de tren, ese barco, o esa mansión en medio de ninguna parte.

Christie sabía, como lo saben los responsables de Hierro, que cuanto más asfixiante fuera el caso mayor sería la implicación del receptor. El asesinato del joven Fran (Alex Zacharias) el día de su boda, sin embargo, no tiene lugar en una habitación cerrada que desconcierte a los policías. Tampoco en un tren lleno de gente que ya se la tenía jurada de antes.

El cadáver de Fran, prometido con la hija de uno de los hombres más influyentes (y turbios) de la zona, ha sido hallado en El Hierro. El perímetro donde buscar sospechosos se extiende a lo largo de los 268 kilómetros cuadrados que constituyen la isla más occidental del archipiélago canario, y las autoridades han de realizar sus pesquisas en medio de terrenos abruptos e indómitos que, en la ficción creada por Pepe Coira y dirigida por Jorge Coira, adquieren una belleza tan pura como inquietante.

¿Qué relación tiene Hierro, entonces, con las historias de Agatha Christie? ¿Cómo es posible relacionar lo amplio y vasto de su mapa con los espacios mínimos donde se desenvuelven Poirot y Marple? La respuesta radica en la propia concepción de la serie que protagonizan Candela Peña y Darío Grandinetti.

Sin escapatoria

En Hierro, la isla que enmarca los avatares de sus protagonistas es un personaje más. Sus acantilados, sus escarpadas elevaciones y, por supuesto, sus habitantes, hacen algo más que dibujar el ecosistema donde tienen lugar las investigaciones que, cada uno por su lado, realizan Díaz (Grandinetti) y la jueza que encarna Candela Peña, Candela Montes. Sus motivos van desde la búsqueda de justicia de la segunda al instinto de supervivencia del primero, pero ambos están determinados por el escenario.

El Hierro es un territorio en el que es complicado entrar, pero del que tampoco es fácil salir. El que sea la isla más alejada de su archipiélago implica que sus accesos sean escasos, limitándose a pocos vuelos y algún barco, y a que sus comunicaciones con terrenos aledaños sean dificultosas. Unas condiciones que de inmediato sedujeron a los creadores de esta serie original de Movistar +.

El guion de la misma, desarrollado por el propio Pepe Coira en compañía de nombres como Coral Cruz, Araceli Gonda y Alfonso Blanco, está planteado para que los sucesos que recrea no puedan ocurrir en ningún otro sitio. Las particularidades de la comunidad herreña, con sus tradiciones, su religión y sus costumbres, no sólo ayudan a detallar el contexto, sino que influyen directamente en la trama y moldean los comportamientos de los dos protagonistas.

Al fin y al cabo, tanto Díaz como la jueza son forasteros, personas que han recalado en la isla dejando un tormentoso pasado a sus espaldas. En el caso de Candela, su estricto sentido de la justicia le ha ocasionado demasiados problemas con sus superiores y han precipitado esta especie de exilio. En lo que respecta a Díaz, es algo más complicado.

El personaje de Grandinetti ha conseguido instalarse en El Hierro y dominar un próspero negocio, pero verse envuelto en el asesinato de Fran reanudará viejas suspicacias y, una vez caiga sobre él el estigma y la marginación, ninguno de sus progresos anteriores habrá servido de gran cosa. “Sé lo que es llegar a la isla y no caerle bien a nadie”, le revela a Candela en una escena, sintiéndose identificado con todo lo que ha de soportar la jueza.

La naturaleza de los negocios de Díaz, de hecho, perfila el catálogo de posibles sospechosos, saltando a la palestra socios como Samir (Antonia San Juan), figura clave del narcotráfico de la isla. Es por ello por lo que, por mucho que al escenario lo rodee el mar y se extienda por grandes espacios abiertos, el cerco en el que se mueven los personajes de Hierro no es mucho mayor que el de los que pueblan las páginas de Agatha Christie. O, al menos, no da esa sensación.

Los mismos Coira han asegurado su intención de que la trama de su serie posea reminiscencias a esas narraciones donde todos son sospechosos y comparten un espacio minúsculo por el que el protagonista debe desenvolverse a través del interrogatorio y la deducción. Y Hierro lo cumple del modo más inesperado y estimulante posible, al tiempo que baña su narración en un ritmo muy particular: el de la propia isla.

El sol de justicia, el calor que invade todo, y un entorno donde todos se conocen. Familiares y socios, amigos y enemigos. Un lugar hostil que funciona a partir de sus propias reglas, y que pondrá las cosas realmente difíciles a los protagonistas mientras estos prosiguen con la investigación y confirman que el asesino puede ser cualquiera. Incluso aquel que tienen al lado, y asegura estar de su parte.

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