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¡Soltad a los perros!: Quique González y José Ignacio Lapido se van de gira

¡Soltad a los perros!

Octavio Vellón

Al oír la máxima ¡Soltad a los perros! aparece de inmediato una imagen de velocidad violenta. Y esa es la marcha puesta en el encuentro de Quique González y José Ignacio Lapido: una aleación musical compacta, hecho que queda claro al sonar el primer tema Ladridos del perro mágico, de Lapido, con el que en esta ocasión arranca Quique interpretándolo como si lo hubiese cantado un millón de veces.

Y al llegar al estribillo llega el guitarrazo coreografiado de los cinco músicos de cuerda. Otra señal que confirma una complicidad basada en “años de admiración mutua” según ha afirmado Quique en alguna ocasión, y que ha acabado en gira por la “necesidad de ambos de formar una banda”. También les hermana su decepción con la industria: Quique ha tenido una historia de encuentros y desencuentros con su discográfica y Lapido se autoedita.

Admiradores mutuos

El paralelismo en sus trayectorias les ha convertido en secuaces, pero la historia es también la del discípulo que venga al maestro. Porque José Ignacio es de otra generación, la de los ochenta y los noventa, donde nace musicalmente como letrista y guitarra del grupo 091. Más tarde, ya en solitario, se confirma como ídolo de puristas pero se aleja de las masas. Y es Quique, nacido como músico en el 98 y convertido en masivo casi por accidente, quien le tiende la mano y le reconoce.

Ambos han colaborado en multitud de ocasiones y ésta no es sino la confirmación de la banda que siempre quisieron y nunca tuvieron. Ahora se juntan por el placer de tocar las canciones que les llevan a un lugar común. Ambos son grandes letristas, y comparten un estilo clásico al que cada uno le añade su toque, la llamada magia eléctrica de José Ignacio frente a las postales decadentes de Quique.

Convergen en esa complejidad intelectual que nace de la necesidad de explicar qué está pasando. En los últimos tiempos Quique viene añadiendo a sus letras emocionales un tinte social nacido de la crisis y el desencanto, con frases como “la juventud se quema y los que quedan se diregen al norte”. Son temas que también ha abordado Lapido desde que fuese letrista de 091.

A la comunión de estas dos cabezas se le une un conjunto de músicos contrastados con quienes el feeling está asegurado. Edu Olmedo en Batería, Raúl Bernal, mucho más que un teclado. En el medio como una columna, pellizca sus cuerdas Ricky Faulkner. Es el bajista de moda que ha colaborado con medio panorama, entre otros, Love of Lesbian, Sidonie o Iván Ferreiro. En la vanguardia Pepo López y Víctor Sánchez producen rifts metálicos muy logrados que recuerdan ese rock clásico norteamericano. Entre todos forman un grupo de siete samuráis que brindan para la ocasión.

Una gira inusual

Estan contentos y se nota. Tocan algunas canciones inusitadas como Kid Chocolate o Se equivocaban contigo en concierto de estilo in crescendo, con una apertura vibrante para luego pasar a la calma de Carrusel Abandonado o Clase Media. Es entonces cuando el ritmo coge carrerilla para acabar interpretando himnos más reconocibles. Primero, Nubes con forma de pistola y luego Vidas cruzadas. Se despiden con Cuando el ángel decida volver y vuelven para definitivamente darle fin a su reunión espiritual con ¿Dónde está el dinero?

Esta gira hay que tomarla como tal, una experiencia de dos amantes confesos de un estilo, arropados por grandes músicos del panorama nacional. Y en eso queda, un homenaje donde Quique canta las de Lapido, Lapido canta las de Quique y ambos acaban interpretando juntos. Es un concierto menos habitual, en el se dejan en el tintero algunos de los temas más comunes como Salitre, Ciudad del Viento, Tenía que decirtelo o Un día de perros.

Después de tocar en territorio de Quique González, llegan este viernes Granada, el lugar donde se urdió el plan. Es además la casa de José Ignacio Lapido por lo que se espera un cierre de gira muy especial que, quién sabe, quizá signifique el inicio de un proyecto más grande.

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