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El maestro republicano Antoni Benaiges cobra vida en el teatro

Un instante de la representación de 'El mar: Visió d’uns nens que no l’han vist mai'

Pablo Caruana Húder

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Bañuelos de Bureba es un pueblo del noreste de la provincia de Burgos. En 1936 su población era de doscientos habitantes. Hoy solo quedan treinta y dos. En estas últimas elecciones autonómicas votaron veintitrés personas, el setenta y ocho por ciento del censo. Quince votos fueron al Partido Popular, tres votos a Vox, otros tres a Unidas Podemos y dos a España Vaciada. Fiel radiografía del presente político de esta zona de Castilla que fue una de las más azotadas por la represión franquista y fiel radiografía, al mismo tiempo, de nuestra historia.

En el año 2010, se exhumó una de las grandes fosas de la Guerra Civil muy cerca de Bañuelos, en el Alto de la Pedraja, cerca de Villafranca Montes de Oca. Más de trescientos cuerpos entre los que todo apunta que se encontraba un maestro de la República: Antoni Benaiges, profesor catalán formado en las técnicas educativas Freinet propias del krausismo español que decidió coger su maleta y su imprenta y partir a este pequeño pueblo perdido en siglos de analfabetismo y clientelismo rural. Sería fusilado en los primeros días del alzamiento. Entre los cuerpos encontrados exhumados en Pedraja todavía no se ha identificado el del profesor. Pero aquella exhumación serviría también para recobrar su historia. Una historia con una carga metafórica tan descomunal que, a partir de ese año, se escribirían y realizarían numerosos libros, reportajes, exposiciones y documentales.

Benaiges, que era oriundo de Montroig, localidad de Tarragona, todos los veranos cuando acababa el colegio en su pueblo volvía a su casa familiar. Pero cuando llegaron las vacaciones de 1936 decidió quedarse a organizar el viaje que había prometido a sus alumnos: llevarlos a ver el mar. Un viaje que quedó en imaginado, lo fusilarían los primeros días del alzamiento, entre el 19 y el 25 de julio. Valga un testimonio de un habitante del propio Benaiges, Jesús Carranza (“un niño de Bañuelos que conoció a Benaiges”) que recoge el historiador Josep Miquel Martí Rom: “Le cogieron los falangistas… y le quitaron a la presó, allí le tuvieron unos días martirizándole, le sacaron la dentadura, le quitaron las unglas, mil judías que no se pueden ni contar… Le tenían en gatillos debajo de una silla. De ahí le quitaron a fusilar…”. Su historia fue la de cientos de maestros de la República que también acabaron asesinados. “Hay que aniquilar la simiente de Caín”, diría en esos años el Obispo de Salamanca Plai y Deniel sobre estos educadores. Frase que hoy, lamentablemente, no suena tan distantes en el tiempo.

Pero aquel viaje imaginado al mar también quedó plasmado en uno de los cuadernos que el maestro confeccionaba con sus alumnos y luego autopublicaban con su imprenta. Del título de ese cuaderno, El mar, visión de unos niños que no lo han visto nunca, surge el título de la obra que dos corredores de fondo de nuestro teatro estrenan esta semana en el Teatre Nacional de Catalunya. Por un lado, Alberto Conejero director y autor que representa la pujanza de la dramaturgia última y que muchos recordarán por textos como La piedra oscura o más recientemente La geometría del trigo. Por otro, Xavi Bobés, creador catalán que comenzó en la compañía independiente La Vuelta y que, a partir de ahí, ha ido labrando uno de los territorios más fecundos del teatro de manipulación y de objetos en este país.

Como epicentro, la escuela

Ambos se conocieron en 2015, cuando Bobés estrenaba en el Teatro Español Cosas que se olvidan fácilmente, un viaje por los cuarenta años de franquismo a través de objetos cotidianos. “Me fascinó la dramaturgia prodigiosa de Xavi”, admite Conejero. “Sin apenas elementos textuales era capaz de articular una poderosa dramaturgia construida de imágenes y la fuerza nemotécnica de los objetos. Yo estaba también trabajando sobre la memoria, pero me atrapó la forma tan sutil en que trabajaba Xavi donde todo era igualmente íntimo y político”, añade.

Había un acercamiento a la memoria a través de la teatralización del documento y el objeto mucho más matérico que el que yo recorría teatralmente. “Normalmente en todo el teatro histórico y el que recobra nuestra memoria política suelen quedar fuera las propuestas no logocéntricas, no textuales”, recuerda Conejero, que afirma que nada más conocer a Bobés le regaló el libro Desenterrant el silenci de Sergi Bernal, fotógrafo, documentalista y divulgador de la figura de Benaiges. “Desde ese momento ya pensamos en poder hacer un espectáculo sobre el tema que combinara la poesía objetual con la palabra. Queríamos vincular las dos maneras de trabajar en escena, yo desde el silencio, él desde la palabra”, acota Bobés. “Más tarde conocimos a Bernal y comenzamos a trabajar mucho, a documentarnos: entrevistas con la familia, los cuadernos de la escuela, todos los documentos que se generaron durante los dos años que fue maestro en Bañuelos: cartas, artículos escritos por él… Y pudimos comenzar a pensar y a soñar. La generosidad de Bernal ha sido definitiva para todo el trabajo documental. Incluso la imprenta que utilizamos en escena nos la ha prestado él mismo”, reconoce a su vez Conejero.

“Él eligió el lugar donde encontraría la muerte. Estaba destinado a otro lugar”, cuenta Conejero sobre este profesor que recogiera las nuevas tendencias de la Escuela Moderna, la pedagogía Freinet. Una educación laica y mixta que concibe al alumno activo, autónomo y creativo, como un ser humano que tiene que ser el “autor” de su propia educación. Frente a la razón, la observación, la experimentación y la acción. Y el maestro como figura antiautoritaria. Con ese ánimo fue Benaiges a Bañuelos, desde ahí crearía una escuela donde convivían diferentes sexos y edades, desde ahí escribiría en revistas pedagógicas o en periódicos, como La Voz de Bureba, sus logros y sus cuitas. Y allí implantó durante dos años una escuela donde dos elementos, presentes también en la obra, serían centrales: la imprenta en la que los alumnos idearían y fabricarían sus cuadernos y el gramófono en el que poder acceder a la música. “Es difícil de imaginar el impacto de la música clásica sonando en aquella escuela de Bañuelos. El gramófono, el pupitre y la imprenta son los principales disparadores en la obra. Nos apoyamos en la gran teatralidad que tiene todo el proceso mecánico de imprimir, de confeccionar el texto en página, con los clichés, con los componedores, con el papel, los colores, la tinta…”, explica Conejero sobre esta obra que contará con el propio Bobés en escena y con la actuación de Sergi Torrecilla.

“Lo que hemos puesto en el centro es la escuela. Más allá del asesinato de Benaiges, que también está presente, hemos intentado avivar la experiencia pedagógica, esa parte maravillosa de la escuela como lugar de conspiración poética. Fue fundamental un libro de Marina Garcés, Escuela de aprendices, sus textos han acabado apareciendo en la obra. En ellos la autora habla de la escuela como un lugar peligroso y de disputa política. Garcés apunta que cuanto antes lo asumamos, menos susceptible será de ser continuamente politizada. Los textos de Benaiges y los de Garcés están hermanados fuera de la historicidad, ambos hablan de una escuela donde aún es posible soñar juntos y por ende soñar un futuro juntos y juntas”, explica Conejero que además de la dramaturgia de estos textos ha escrito algunos otros para la obra que serán los únicos dichos en catalán; Benaiges escribía en castellano y así han decidido dejarlo.

“En escena intentamos trasladar esa luz que puede dar un maestro en lugares a veces muy remotos y sin luz alguna. Pero me pregunto: ¿Qué hubiera pasado si no se llega a dar la sublevación militar? ¿Qué hubiera pasado si esa escuela hubiese continuado? Mirando el segundo semestre de su segundo curso los resultados comienzan a ser espectaculares. Tanto los pequeños como los mayores ya están imprimiendo sus cuadernos sobre el retrato, sobre el folclore, sobre el mar… Además, había una academia por la noche en la escuela a la que iban los adolescentes que ya no tenían edad… Es increíble la cantidad de trabajo que les hacía hacer y también lo que contaban en ellos. Cuentan sus oficios, sus excursiones, las dificultades que tienen para ir a la escuela, la vida en el pueblo, ves cómo poco a poco se van empoderando y van hablando sin miedo, incluso de sus sueños. Hay textos preciosos. He trabajado mucho sobre los cuadernos y sobre el cotidiano que ahí cuentan los alumnos. En la obra no entramos en qué hubiera pasado si ese proyecto hubiese seguido, pero creo que esa pregunta queda ahí presente todo el tiempo”, explica Bobés.

“No queríamos que el final trágico de Benaiges arrebatara la presencia en la obra de sus logros. Convirtió un chamizo de un pueblo perdido sin caminos y sin agua en una gran escuela y aportó una experiencia a esos niños que nunca olvidaron a pesar de los intentos sistemáticos y terribles del franquismo. Dice Garcés en otro momento del libro que todos somos herederos de una posibilidad borrada, hemos querido que el teatro mostrase esa posibilidad, esa revolución pedagógica que sigue pendiente”, concluye Conejero.

La apuesta de este montaje es en cierto modo arriesgada para ambos creadores. La obra se presentará a la italiana frente a un patio de butacas amplio. Bobés, y su teatro que busca la epifanía del objeto como catarsis teatral, es de espacios íntimos donde el espectador puede ver y desde ahí imaginar. Por eso en escena se trabajará con imágenes de video en directo para así acercar el poder y la capacidad del objeto al público. Por otro lado, Conejero es la primera vez que se encuentra tan desarmado de palabra. Pero este creador ya había dado señales de tener ganas de cambio y zarandeo teatral en la obra que dirigió y se atrevió a actuar junto a José Troncoso y Susi Sánchez, Esta primavera fugitiva, una pieza realizada para la Compañía Nacional de Teatro Clásico sobre el Príncipe Constante de Calderón donde juntaba al clásico español con Grotowski y con un relato autoficcional sobre su familia.

“Teníamos claro que no iba a ser una obra de personajes. Hay dos actores que son a la vez manipuladores de objetos. Son dos hipostasis del maestro pero evitando ilusionismos miméticos, entran y salen de la historia. La dramaturgia se basa en el encuentro de objetos y materiales que estaban diseminados por la historia. Se trata de dar vida a esos materiales, explotar su teatralidad. Y la dramaturgia también se basa en algo que sin Xavi no hubiera sido posible: en callar la palabra. Dar tiempo a otros lenguajes. Dar tiempo a mirada, liberarse de la tiranía de la fábula, de la trama, y confiar en la potencia y capacidad de la presentación”, concluye Conejero sobre esta producción que está despertando interés antes ya de ser estrenada.

El Teatro Nacional de Catalunya, edita todos los textos de sus producciones y lo manda a toda la red de bibliotecas de Catalunya. En esa edición, Conejero y Boves, en vez de publicar el texto dicho en escena, algo que no tendría mucho sentido, han realizado una publicación de los materiales con los que se han trabajado en el proyecto. El texto ha generado un gran interés entre bibliotecarios, asociaciones y educadores. No parece arriesgado vaticinar que la obra, por la historia que cuenta y por la solvencia de quien está en ella trabajando, viajará por toda España, por esa misma España que poblaron maestros republicanos que quisieron transformar este país.

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