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Pedro Almodóvar respalda la santa Teresa de Jesús de Paco Bezerra: “Tu obra no es anticlerical”

Las actrices (i-d) Ana Belén, Gloria Muñoz, Nathalie Poza, Aitana Sánchez-Gijón y Julieta Serrano posan junto con el autor Paco Bezerra (de pie d) y el director Matías Umpierrez momentos antes de comenzar la lectura dramatizada de la obra de teatro 'Muero porque no Muero. La vida doble de Teresa'

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Se decía que había “aroma de estreno” pero en la lectura dramatizada de Muero porque no muero en realidad olía a otra cosa: un poco a desquite, otro poco a revancha, una pizca a desafío y un pelín a triunfo. Era la primera vez que se escuchaba en alto la obra de Paco Bezerra cancelada de la programación de los Teatros del Canal; y no una sinopsis, sino la obra entera. Un libreto que, por otro lado, puede comprarse y leerse si uno lo que quiere es saber de lo que habla y no hablar de oídas.

“Todo tiene que ver con la sinopsis”, dijo Bezerra en un coloquio posterior a la lectura, que tuvo lugar en la Sala Berlanga de la Fundación Sgae, en Madrid, este martes por la noche. “Si por lo menos se hubiesen leído el libro, lo entendería, pero leerse solo la sinopsis es muy reduccionista”, añadió, en referencia a la polémica retirada de su obra de la programación de los teatros públicos que dependen de la Comunidad de Madrid y dirigen Blanca Li. “Aquello”, “la censura”, “eso que ha pasado”, sobrevolaba toda la noche sin ser nombrado. Hasta el final, nadie pronunció un nombre propio, nadie apeló textualmente a los Teatros del Canal, todo el mundo parecía querer hablar de “eso” pero sin atreverse a definirlo. Tan solo en los últimos minutos, alguien le preguntó a Paco Bezerra qué pensaba que querría santa Teresa de Jesús si estuviera hoy aquí. Él contestó: “Querría que le presentáramos a Marta Rivera de la Cruz”.

Marta Rivera de la Cruz es la consejera de Cultura de la Comunidad de Madrid y responsable política última de la retirada de la obra sobre Teresa de Jesús de la programación del teatro; cosa que sucedió en el último momento y alegando “desequilibrios presupuestarios”. Como ha explicado este periódico, la inversión pública que había que hacer para que esta obra se representara era tan solo de 5.000 euros, ya que venía subvencionada casi en su totalidad por un fondo europeo y cofinanciada por una productora privada. Por otro lado, tal y como ha repetido el autor en múltiples ocasiones, a su entender los motivos no son presupuestarios sino políticos, o quizá ideológicos. Una versión apoyada por un miembro de la dirección artística del teatro, como reveló elDiario.es.

La sala estaba llena. Las localidades se habían agotado rápidamente y quedó público fuera. El propio Paco Bezerra se ocupó de que no quedara ningún asiento sin ocupar, acomodando en huecos a algunos de los que se habían quedado sin entradas. Se instaló, incluso, una especie de improvisada fila cero con sillas que trajeron de algún lado. Ana Belén, Gloria Muñoz, Nathalie Poza, Aitana Sánchez-Gijón y Julieta Serrano leyeron de manera coral o fragmentada lo que en realidad era un monólogo. Al principio resultó extraño pero al final el espectador se daba cuenta de que todas eran Santa Teresa, y no me refiero únicamente a las actrices.

En el coloquio, el público tuvo la oportunidad de intervenir. Alguien le pidió a Bezerra que contara “la intrahistoria de lo que había ocurrido”. “La intrahistoria es patética”, contestó el dramaturgo. Otra persona preguntó si algún otro teatro, privado o público, se había puesto en contacto con él para retomar la abortada representación en los Teatros del Canal. Bezerra dijo que no. En ese momento, tomó la palabra Jesús Cimarro, director de la empresa teatral Pentación Espectáculos y del Festival de Teatro de Mérida; gestor, además, de varios espacios escénicos de Madrid, como el Teatro Bellas Artes, el Teatro La Latina y el Reina Victoria. Cimarro, que se encontraba entre el público como un espectador más, contradijo a Bezerra y reveló que hacía cuatro semanas que solicitó a la productora de Muero porque no muero, la catalana Bito, la programación de la obra en el Teatro de Bellas Artes para octubre de 2024. Cimarro afirmó que, por escrito, el productor le había asegurado que “no podría ser”. Bezerra aseguró no saber nada de esa oferta y afirmó no tener noticias del productor desde la cancelación de la obra. Cimarro reafirmó su oferta e indicó que al día siguiente llamaría de nuevo para insistir en ello.

“A mí, personalmente, no me ha llamado nadie, ningún teatro privado ni público”, insistió Bezerra. “Y eso quiere decir algo: que quizá dependemos más de la Comunidad de Madrid de lo que creemos y que no existe el teatro privado, porque los teatros privados también reciben ayudas públicas”, añadió. Después, el autor quiso aclarar que él tampoco había levantado el teléfono para llamar a nadie porque no quería que pensaran que la visibilidad que él mismo ha querido dar a lo ocurrido tuviera como objetivo “pillar parte del pastel”. “Ahora mismo la obra me da igual, no quiero ni hacerla, yo lo que quiero es que la gente que ha hecho algo mal, dé la cara”, dijo, sin dar nombres.

Matías Umpierrez tendría que haber dirigido la obra que, si no hubiese sucedido la inexplicable retirada, en estos días estarían ensayando. Él ha sido también el director de la lectura dramatizada. “El miedo está subestimado”, señaló en el coloquio y además apuntó que los que han decidido cancelar el montaje “son los responsables de que mucha gente se haya quedado sin trabajo”. El director calificó de “privilegio” de Bezerra y él mismo el poder denunciar una “injerencia política” pues hay otra mucha gente que siente un “enorme miedo”. Además, señalando al público, dijo que muchas de las personas que estaban ahí esta noche —entre otros, Pedro Almodóvar, el director del Centro Dramático Nacional Alfredo Sanzol, el director del Instituto Cervantes Luis García Montero, el actor Asier Etxeandia o las actrices Marisa Paredes, Goya Toledo o Silvia Marty— eran unos “valientes”. Esa denuncia pública es la que llevó a Paco Bezerra hasta la Comisión de Cultura de la Asamblea de Madrid, con una intervención que Umpierrez calificó de “histórica”.

Todo lo que ocurre en la obra Muero porque no muero. La vida doble de Teresa tiene sentido y ayuda a conocer quién fue Teresa de Jesús, utilizando el recurso de traerla al presente. Las obras de la mística siguen siendo relevantes hoy porque hablan de la situación de la mujer hace cinco siglos que sigue teniendo puntos en común con la mujer hoy. (El momento de la obra que se sintió de mayor potencia este martes fue cuando Aitana Sánchez-Gijón, en el papel de una Teresa reivindicativa de la memoria histórica, grita, montada sobre un león del Congreso de los Diputados, los nombres de muchas escritoras que no pasaron a la misma historia que los escritores). La obra trata sobre el lugar de la mujer en la sociedad y la cultura como medio para alcanzar la libertad intelectual. En ese paralelismo, el autor plantea que las drogas se han usado siempre como catalizador del viaje interior. Puede que la santa Teresa del siglo XVI tuviera trances místicos por la ingesta de un hongo sobre el pan de centeno mohoso, y la del siglo XXI por el consumo de tripis de LSD. “La droga le permite llegar a sitios, viajar sin moverse”, explica Bezerra. Es un hilo conductor, como muchos otros de la obra. Pero es algo que ha escandalizado y que se apunta como una de los motivos de la desaparición de la obra del cartel. “Soy hijo de mi tiempo, me crié con Julieta Serrano metiéndose picos en Entre tinieblas”, espetó Bezerra, de 44 años, sobre el escenario que acababa de pisar esa misma actriz y delante del director de la película citada.

Entre tinieblas es un filme de Pedro Almodóvar que se estrenó en 1983 y que, además de Serrano, protagonizaba también otra de las personas presentes en la sala, Marisa Paredes, junto a Carmen Maura o Chus Lampreave. En ella, las monjas de la orden de las Redentoras Humilladas viven en un convento de clausura entregadas a sus adicciones. Sor Estiércol, interpretada por Paredes, cocina tartas con LSD, la misma sustancia que utiliza la santa Teresa de Jesús de Bezerra para su viajes interiores. “Son cosas [las drogas] que se están demonizando, como la cultura”, dijo Bezerra. “Son cosas que veíamos en la tele de niños. Me sorprende que si mis padres no me decían nada, porqué viene otra gente con 45 años a decirme lo que tengo que hacer”, afirmó, levantando aplausos de la audiencia.

Quizá por alusiones, Pedro Almodóvar tomó la palabra. “Me has recordado mucho a mí hace un poco de tiempo”, le dijo el cineasta al dramaturgo. “Yo no sé si era tan gracioso como tú pero la gente se reía también”, añadió. “La película Entre tinieblas se hizo hace 40 años y hace 40 años no ocurrió nada. Además, tanto tu obra como mi película no son anticlericales pero en el año 1983 no existía, o no de manera tan exacerbada, la sensibilidad católica. Se ha convertido en una especie de delito”, prosiguió el director. Inmediatamente después, contó que Entre tinieblas solo tuvo problemas en Roma: “El papa Juan Pablo II pidió verla y no estaba de acuerdo, no quería que se pusiera en el festival de Venecia y, sin embargo, como todo eso trascendió, sí que se llevó a Venecia, tuvo mucho éxito y todo el mundo pudo ver a nuestra Julieta”. “Es tristísimo que 40 años después ocurra esto”, concluyó Almodóvar, finalizando su intervención recomendándole a Bezerra que actúe: “Deberías hacerte un monólogo”, lo cual fue celebrado por el público.

En las bocas de las cinco actrices que leyeron el texto (premio Sgae de Teatro Jardiel Poncela en 2021), el público descubrió que la historia de la sinopsis —una mártir resulta ser inmigrante ilegal, indigente, víctima de una violación, prostituida, yonki— es en realidad un lúcido análisis de las miserias e injusticias de la sociedad española, donde la inquisición moral sigue vigente, se teme al diferente, se censura al que no sigue el carril establecido, se utiliza y se abusa de las mujeres solo por ser mujeres. Y es, además, un intenso alegato de amor a la escritura, a la creación, al arte y a la música, por su desbordante capacidad de unirnos como sociedad y encontrar, gracias a la cultura, un potente espacio de entendimiento. Solo había que leerse la obra.

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