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Nos lo jugamos todo

Chus Villar

Al ver el título de este artículo, y dadas las jornadas futbolísticas clave en que estamos, puede que más de uno piense en la liga y en las posibilidades de su club, pues ¡con qué certeza determinamos las situaciones críticas y nos involucramos mental y hasta físicamente cuando se trata del deporte rey! ¡Cómo nos quema la sangre ver cómo se nos escapa de entre los dedos en el tiempo de descuento una semifinal de competición europea que teníamos ganada!

La mente humana es aún un misterio, y entre las incógnitas a las que se enfrentan los científicos está la de saber por qué el hombre moderno gasta tanta energía vital en asuntos en los que no le va la supervivencia. Hay otras cosas en las que sí nos jugamos mucho y, sin embargo, no levantan tantas pasiones. Una de estas cosas es la educación.

Si a alguien le parece exagerado colocar en el listado de nuestras necesidades básicas la educación, que piense que acceder a ella en condiciones de igualdad determina nuestras posibilidades laborales, por lo tanto, nuestra situación económica. Además, una enseñanza en libertad incide en nuestra autonomía e independencia personal, en nuestra capacidad crítica y nos facilita ejercer nuestros derechos.

Por todo eso, la educación es poder. ¿Por qué, si no, habría sido objeto de monopolio por una minoría dirigente durante milenios? El derecho universal a la educación y la cultura es un logro bastante reciente en la historia de la humanidad y ni siquiera es efectivo para gran parte de la población mundial. Sin ir muy lejos, en nuestro Estado y en nuestra Comunidad lleva un peligroso camino recorrido para dejar de serlo. Hay quien sí viene tiempo dándose cuenta de ello y es de elogiar que en el general ambiente de resignación ante la situación socioeconómica, haya quien no se calle.

Es el caso de la comunidad educativa valenciana, que este sábado, 10 de mayo, vuelve a la carga o, más exactamente, concentra su artillería en movilizaciones que tendrán lugar en las tres capitales, ya que las acciones de protesta son constantes y se renuevan con actos como los recientes “dijous de lluita”.

El movimiento en defensa de la enseñanza pública de toda España es un grano muy molesto en el culo de los gobiernos nacional y autonómico. Está organizado, informado y formado, es muy activo y bastante numeroso (las huelgas y manifestaciones multitudinarias habidas en la Comunidad Valenciana, donde la toma de la calle no es la marca de la casa, lo demuestran).

No obstante, ante una situación verdaderamente crítica, se hace imprescindible un apoyo social masivo y que se extienda la conciencia de que la defensa de una educación pública de calidad, libre, igual y realmente gratuita para todos es una prioridad absoluta para las clases sociales medias y para las más desfavorecidas, es decir, para la inmensa mayoría.

Lamentablemente, el Gobierno autonómico está jugando bien sus cartas y consigue extender en muchos ciudadanos la idea de que la mejor opción es la educación concertada, a base de recortar en la pública, aumentar los conciertos con la privada, favorecer la construcción de nuevos centros privados en suelo público por precios irrisorios, cerrar líneas en colegios públicos, eliminar ayudas para libros y comedores, aumentar las ratios, extender una mala imagen sobre los funcionarios docentes…

La LOMCE acrecienta las diferencias, con medidas como financiar a los centros en función de sus resultados, buscando una productividad al estilo empresarial, en vez de un beneficio sociocultural, entre otras muchas acciones que no favorecen la igualdad ni la libertad ideológica.

En la educación obligatoria nos encontramos, en suma, con cada vez más familias con muchas dificultades para adquirir los materiales de estudio, pagar el comedor o para que se pongan medidas contra el fracaso escolar de sus hijos (10 puntos por encima de la media nacional). Esto último se dificulta seriamente con ratios aumentadas, disminución de docentes y de personal de atención a las necesidades específicas, y sin que los padres puedan costear tampoco el apoyo de profesores externos.

En Bachillerato y FP, cada vez tenemos más papeletas para tener que pagar tasas nada despreciables si queremos acceder a esta educación, pues no es obligatoria (en alguna comunidad ya está ocurriendo así en Formación Profesional).

Si aún conseguimos saltar estas barreras en la carrera de obstáculos, nos toparemos con una Universidad con tasas muy encarecidas, becas disminuidas y con requisitos más duros. Todo ello hace muy difícil a una familia media (en las que el mileurista ha pasado de ser un ejemplo de precariedad a convertirse en un raro y privilegiado espécimen laboral) costear unos estudios superiores para sus hijos. Ni hablemos de los carísimos pero imprescindibles másteres y de la necesaria formación en lenguas extranjeras.

El hecho de que la enseñanza se esté convirtiendo cada vez más en un negocio y de que retrocedamos a épocas en que la educación era para quien se la podía pagar es motivo suficiente para reordenar nuestras prioridades y centrar nuestros esfuerzos pasionales. Como especie, siempre hemos necesitado circo, pero acompañado de pan. Ahora el pan escasea, y la única explicación que veo para que nos conformemos sólo con el circo es, cómo advertía Machado, que al vacío del estómago, se nos haya añadido el vacío en la cabeza.

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