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The Guardian

32 refugiados afganos, atrapados a las puertas de la UE en la frontera entre Polonia y Bielorrusia

Las fuerzas militares polacas construyen una valla de 6 kilómetros en la frontera entre Polonia y Bielorusia.

Lizzy Davies

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Los temores crecen para un grupo de refugiados afganos que huyeron de su país el mes pasado, antes de la caída de Kabul, y llegaron a Europa para acabar encontrándose atrapados en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, en un enfrentamiento político kafkiano.

Los 32 solicitantes de asilo –mujeres, hombres y un niño de 15 años– han estado varados en un pequeño terreno embarrado entre los dos países durante casi tres semanas, sin acceso a agua potable, ni refugio suficiente y provisiones intermitentes de alimento, según una organización no gubernamental polaca.

A pesar de estar solicitando protección internacional en Polonia, la guardia fronteriza no les permite ingresar en el país. Tampoco les dan luz verde para regresar a Bielorrusia, de donde llegaron con la esperanza de ingresar a la Unión Europea.

Según la Fundación Ocalenie, que ha monitoreado la situación durante la última semana, un miembro del grupo, una mujer de 53 años, está enferma y necesita atención médica urgente. Mariana Wartecka, la portavoz de la ONG, ha dicho que la guardia fronteriza le ha negado el acceso a asistencia médica profesional. “En este momento es una crisis humanitaria”, sostiene. “No tienen refugio adecuado. No tienen acceso a agua potable. Toman agua de un arroyo cercano que está muy sucio”.

Los países de la UE han acusado al líder autoritario de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, de buscar desestabilizar el bloque fomentando que los refugiados de Afganistán, Irak y otros lugares lleguen al país con visados turísticos. Luego, dicen, los envía a la frontera con Polonia y los países bálticos como represalia por las sanciones impuestas por Bruselas en junio.

El grupo de afganos está varado cerca del pueblo de Usnarz Górny, a unos 55 kilómetros al este de Białystok, y se encuentra en el centro de este enfrentamiento, según los observadores de derechos humanos.

“Son víctimas del juego político entre los países”, reflexiona Aleksandra Fertlińska, una activista de Amnistía Internacional Polonia. “Pero lo más importante es que no importa cuál sea el origen de este juego político. Son refugiados y están protegidos por la convención de Ginebra, y lo que debemos hacer es aceptarlos”.

La semana pasada, el Tribunal Europeo para los Derechos Humanos ordenó a Polonia y a Letonia ayudar a los refugiados y migrantes que están en sus fronteras, para que les brinden “comida, agua, ropa y atención médica adecuada y, si es posible, refugio temporario”. No exigía, sin embargo, que ninguno de los países “dejara que los solicitantes de asilo entrasen en sus territorios”.

Un grupo de kurdos iraquíes se encuentra en un limbo similar en la frontera entre Letonia y Bielorrusia.

Ayuda humanitaria

En respuesta a la decisión interina del Tribunal, el gobierno de derechas de Polonia ha afirmado que su Ministerio de Exterior ha ofrecido en repetidas ocasiones llevar ayuda humanitaria a los refugiados que se encuentran Bielorrusia. “Estas personas están en el lado bielorruso de la frontera”, ha defendido una portavoz del Ministerio de Interior polaco.

Agnieszka Kubal, investigadora de migraciones en la Universidad de la Ciudad de Londres, apunta que la oferta ha sido, en el mejor de los casos, poco sincera. “Estamos en una situación donde los guardias fronterizos polacos están en un cordón estrecho, literalmente a metros de estas personas y las autoridades polacas envían un camión a Bielorrusia para buscar a estas personas desde el otro lado. Es una situación kafkiana. Es tan ridículo que no encuentro palabras”.

Mientras que la toma del poder en Afganistán por los talibanes empuja a cientos de miles de personas a huir a países vecinos, la UE –todavía afectada por su fracaso en el manejo de la crisis de refugiados sirios de 2015– se prepara para la llegada de nuevos refugiados.

Fertlińska ha instado a Varsovia a estar preparada para recibir a los refugiados que huyen de su país golpeado por la crisis y a “no cerrar sus fronteras y no construir cercos, porque ya hemos visto en 2015 que ese tipo de política no hizo ninguna diferencia en cuanto a la cantidad de personas que intentaba llegar a Europa”.

No obstante, el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, realizó duros comentarios durante su visita a la frontera de la semana pasada, acusando al régimen bielorruso de explotar a los refugiados. “Polonia debe proteger sus fronteras”, declaró.

“Realmente simpatizo con los migrantes que han atravesado una situación extremadamente difícil, pero debería quedar claro que son un instrumento político”, añadió Morawiecki.

Bielorrusia ha negado estar enviando a los refugiados a la frontera. En mayo, Lukashenko advirtió a la UE que, si imponía nuevas sanciones, se encontraría con más “drogas y migrantes” que los que su país había detectado hasta el momento.

Traducción de Ignacio Rial-Schies.

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