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Un bate, un látigo y malos tratos: lo que el Consejo de Europa ha encontrado en comisarías y cárceles españolas

Imagen de un centro de menores en Valencia poco antes de ser clausurado

Cristina Armunia Berges

¿Qué hace un bate de béisbol, palos, un látigo y una soga en las oficinas de los inspectores utilizadas para hacer interrogatorios a sospechosos en una comisaría de Madrid? Esta es solo una de las preguntas y denuncias que el Comité para la Prevención de la Tortura del Consejo de Europa le hace al Gobierno, después de toparse con todos estos objetos en la comisaría de la Policía Nacional de la calle Leganitos de Madrid.

Es solo uno de los casos. El organismo oficial europeo ha pedido explicaciones al Ministerio de Interior sobre una serie de prácticas que considera un “patrón de malos tratos” en las cárceles, comisarías y centros de detención de menores.

El informe del comité del órgano europeo se redactó a raíz de una visita realizada en el año 2016. Durante la misma, se examinaron comisarías de Madrid y Sevilla, entre otras; cárceles como la de León, Teixeiro o Puerto III; y dos centros de internamiento de menores: el de Tierras de Oria (Almería) y el de Sograndio (Asturias). El CPT mantuvo entrevistas individuales con reclusos de cada uno de los centros.

Una de las conclusiones a las que llega el comité es firme y clara: “El CPT manifiesta su profunda preocupación por la gravedad de los hechos de los que ha tenido conocimiento, lo que puede ser indicativo de un patrón de malos tratos infligidos por funcionarios de prisiones como una reacción desproporcionada y punitiva al comportamiento recalcitrante de los reclusos”. Interior, por su parte, niega que los casos denunciados “sean indicativos de un patrón de malos tratos generalizados”

En el informe que remitió a España (al que de forma obligatoria ha tenido que responder Interior) enumeraba una serie de casos en cárceles y centros de menores en los que el órgano antitortura teme que se haya hecho uso desproporcionado de la fuerza. Este es el caso de un episodio sucedido en 2016 en el que un prisionero denunció haber recibido golpes de porra:

“Un preso del Centro Penitenciario Puerto III, que padece un tipo de discapacidad mental leve, denunció el 31 de agosto de 2016 que, tras autolesionarse con un cuchillo improvisado, un grupo de funcionarios de prisiones le sacaron de su celda en el módulo 6 propinándole varios golpes de porra en las manos y la espalda para ponerle las esposas”.

En el documento en el que el Gobierno se defiende o explica las observaciones del CPT, trata de aclarar cada uno de los casos. En cuanto a este recluso de Puerto III responde lo siguiente: “Las indagaciones realizadas indican que sobre las 10:55 horas del citado día, el interno comunica por el interfono de su celda que se ha autolesionado con un trozo de cristal […] No existe constancia o indicio alguno de que se hiciese uso de las defensas de goma ni se tenía conocimiento de esa queja del interno hasta la recepción del informe emitido por la delegación del CPT”.

Otra de las reclamaciones del CPT fue que, en dependencias de las fuerzas del orden, algunas personas extranjeras detenidas no pudieron ponerse en contacto con sus familiares “en los casos en los que estos vivían fuera del territorio nacional”. En este punto, el Estado admite su error y asegura que desde el mes de mayo de este año ya se habían realizado los cambios técnicos necesarios en el “100% de las dependencias” para que todo detenido pudiera realizar la llamada a la que se tiene derecho.

En cuanto al bate de béisbol y otro material sospechoso hallado en la comisaría de Madrid, el Gobierno asegura que los despachos de los inspectores “son de uso individual” y que allí no se hacen tomas de declaración. Dice también que ese tipo de objetos nunca están a la vista de las personas ajenas al personal policial y que lo que el CPT decía que era un látigo era en realidad “un bastón intervenido en una operación de relacionada con el tráfico de estupefacientes”. Ese objeto y los otros, al parecer, estaban a punto de ser enviados a la autoridad correspondiente: “Tales efectos, estaban depositados en los despachos del personal que se ocupaba del trámite de diligencia para, de forma inmediata, ser remitidos a la autoridad judicial”.

Acabar con la sujeción mecánica y el aislamiento

La sujeción mecánica y el aislamiento son medidas extremas y el objetivo es que lleguen a eliminarse. El comité antitortura quiere que estas técnicas desaparezcan porque considera que, en algunas ocasiones, “puede considerarse inhumano o degradante”.

De nuevo en Puerto III, esta es la historia de otro condenado: “En ningún momento se desató al preso, incluso cuando se quejó de que no podía respirar, y se vio obligado a orinar y defecar varias veces en su ropa”. Este no es un caso aislado, según el documento. Al parecer, tanto en las cárceles como en los centros de menores se utilizan las sujeciones y el aislamiento como un método punitivo, en vez de como un método de prevención. Preocupa especialmente que los periodos en los que se mantiene a las personas aisladas o retenidas sobre camillas sean excesivamente prolongados.

El Consejo recomienda que ningún recluso sea mantenido más de 14 días seguidos en aislamiento. En el caso de la sujeción mecánica, afea especialmente los casos expuestos por menores. Según los relatos, en Sograndio, “se les esposaba a objetos fijos en una sala aislada y en Tierras de Oria se les sujetaba a una cama, boca abajo, con los tobillos y muñecas atadas a los lados de la cama”. En el centro almeriense, los menores ni siquiera podían utilizar el baño.

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