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Más adultas, menos inocentes: el prejuicio “dañino” que pesa sobre las niñas negras

Un grupo de estudiantes en una escuela primaria en Estados Unidos.

Icíar Gutiérrez

Hannah (nombre ficticio) caminaba por la calle cuando un policía la paró. Ella le dijo que tenía 15 años, pero el agente no la creyó. La esposó y le tomó las huellas dactilares, insistiendo en que era demasiado mayor para no llevar identificación. “Me dijo: 'Bueno, niña, ya sabes, no nos mientas. Si nos dijeras la verdad, tu edad real y tu nombre real, no tendríamos que pasar por nada de esto”, recuerda.

Es una de las niñas y mujeres negras que han compartido su experiencia en una investigación reciente del Centro de Pobreza y Desigualdad de la facultad de Derecho de la Universidad de Georgetown, en Estados Unidos. Aseguran que, siendo pequeñas, los adultos las han visto habitualmente como más adultas y menos inocentes que las niñas blancas de la misma edad. Una “forma de discriminación”, afirman las investigadoras, que acaba teniendo consecuencias en el trato que reciben en espacios como la escuela, que puede ser “inadecuado” para su desarrollo. Asimismo, concluyen que los adultos tienen menos empatía por estas menores que por sus compañeras blancas.

“Casi todas las niñas y mujeres negras con las que hablamos dijeron que habían experimentado prejuicios de 'adultificación' cuando eran niñas”, afirma Jamilia Blake, coautora del informe, en un comunicado. “Y están de acuerdo en que eso llevó a los maestros y otros adultos a tratarlas con más dureza y a imponerles normas más estrictas que a las niñas blancas”.

El nuevo estudio viene a reforzar la primera investigación del centro estadounidense, de 2017, en el que analizaron las actitudes de la población adulta hacia las menores afrodescendientes en EEUU. Entre sus resultados, demostraron que los adultos -de una muestra de 325 personas predominantemente blancas-, piensan que estas niñas necesitan menos cuidados, protección o apoyo y que son más independientes, saben más sobre temas de adultos o sobre sexo que las menores blancas. Estos prejuicios, concluyeron, afectaban a niñas de hasta cinco años.

Las autoras aclaran que se trata de un estereotipo que no se basa en ningún análisis de la madurez a través del comportamiento de una menor en particular. Más bien es, dicen, una presuposición que se aplica generalmente a las niñas negras. Ahora, las investigadoras ilustran este “prejuicio dañino” con la experiencia de menores y adultas de todo el país. Las participantes tenían entre 12 y más de 60 años, muchas de las cuales compartieron sus historias personales.

“Para la sociedad, no somos inocentes. Y las chicas blancas siempre son inocentes”, dice una de las jóvenes que colaboraron. “La mayoría de mis amigas no bebían, pero aún así, se suponía que sí lo hacíamos, ¿sabes?”, aseguró una de las participantes en un grupo de entre 20 y 29 años. También las más mayores apuntan haber experimentado estos prejuicios, por lo que no se trata de un problema nuevo. El racismo, el machismo y la pobreza son algunos de los factores que atribuyen a la hora de explicar esta forma de discriminación. 

Son vistas como más agresivas e hipersexualizadas

Ser percibidas como más maduras guarda relación con un trato más severo y expectativas más altas por parte de las figuras de autoridad, como afirma Blake. Muchas de las participantes hacen mención a los castigos que han recibido o presenciado, a su juicio más duros. “Parece que llegas a una edad, como a los 13 años, y, cada vez que haces algo mal, es un 'Oh, tú lo sabes mejor que nadie”. Vas a recibir el peor castigo posible“, sostienen una de las adolescentes de entre 13 y 17 años.

Un ejemplo que muchas citan con frecuencia son las medidas disciplinarias que les impusieron en el colegio, “desproporcionadas” a juicio de las investigadoras, que citan una cifra: según el Departamento de Educación estadounidense, en el año escolar 2015-2016, las niñas afrodescendientes representaban el 8% de las matrículas frente al 14% de los estudiantes que habían sido expulsadas temporalmente de la escuela, mientras que las niñas blancas eran el 24% de las matrículas y el 8% de los estudiantes a los que se castigó con una expulsión temporal.

Apuntan, además, a otro dato: a nivel nacional, las menores negras tienen 2,7 veces más probabilidades de ser llevadas ante la Justicia que las chicas blancas de su misma edad. La investigación de la Universidad de Georgetown se apoya en otra elaborada en 2014 por el profersor Phillip Goff de la Universidad de California, que concluyó que los niños negros son percibidos como más mayores y más propensos a ser culpables de presuntos delitos que los blancos y que la violencia policial contra ellos se considera más justificada. “Esta nueva investigación respalda nuestra hipótesis anterior de que el sesgo de la 'adultificación' contribuye de manera importante a estas disparidades disciplinarias”, señala Blake.

Muchas de las mujeres y niñas también describen cómo han tenido que lidiar con la idea de que estaban enfadadas o estaban siendo agresivas. Durante la infancia, dicen, son vistas como “descaradas” o se piensa que tienen un problema de actitud. “Cuando las niñas negras expresan opiniones firmes o contrarias, los adultos las ven como desafiantes o, sobre todo, dan por hecho que la niña tiene un mal carácter”, explica el estudio. Para las investigadoras, esta percepción se debe a un estereotipo que impera en la sociedad, el de Saphire [Zafiro], por el cual las mujeres afrodescendientes son vistas como escandalosas, testarudas, agresivas o enfadadas. 

Así, una de las principales del estudio es que los prejuicios racistas que pesan sobre las mujeres negras acaban proyectándose sobre las más pequeñas. “Al interpretar el comportamiento de las chicas negras en línea con los estereotipos sobre las mujeres negras, los adultos borran la distinción entre la edad adulta y la infancia”, recalcan las investigadoras. Otro de ellos es la hipersexualización, conocido también el estereotipo de Jezebel, una creencia que se remonta a la época de la esclavitud por la que las mujeres afrodescendientes son vistas como depredadoras sexuales por naturaleza.

Las participantes contaron, por ejemplo, momentos en los que los adultos dieron por hecho que son sexualmente activas a una edad temprana. “En sexto, la enfermera de la escuela le preguntó a mi tía si yo era sexualmente activa. En ese momento me quedé como... '¿Qué? Nadie mantiene relaciones sexuales'. No conocía a nadie que lo hiciera. Me pareció una locura y luego pensé que nunca se le ocurriría preguntarle eso a mi amiga [blanca]”, recuerda una de ellas. “[Los profesores dan por hecho que] la razón por la que llevo pantalones cortos es porque quiero conseguir a todos los chicos”, explica otra adolescente.  

También, aseguran que las raíces de la hipersexualización de los cuerpos de las menores afrodescendientes se encuentran en el legado de esclavitud y el racismo. “Tenemos que poner esto en un contexto histórico. La trata de esclavos [exigía] que las niñas negras fueran adultas e hicieran realidad las fantasías sexuales del amo o de los otros hombres negros en la plantación. Teníamos que cocinar, teníamos que limpiar, teníamos que recoger el algodón... Se trataba de la mercantilización de los cuerpos de las chicas negras y de la forma en que nos usaban para ganar dinero para este país”, apunta una de ellas. 

El centro pide a los educadores y las autoridades que tomen medidas para mejorar su formación y evitar el trato discriminatorio. Asimismo, las investigadoras también han lanzado una plataforma donde las adultas y menores afrodescendientes pueden compartir sus historias, con el objetivo de estudiar cuál es la magnitud del impacto de este prejuicio en sus vidas. Algunas también lo han hecho públicamente en redes sociales, donde recuerdan lo básico: ante todo, son niñas. 

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