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Las dos vidas de Arthur Britney, la primera persona reconocida como no binaria que consigue asilo en Reino Unido

Arthur Britney Joestar

David Noriega

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La primera vez que Arthur Britney Joestar se tiñó el pelo de rubio, un grupo de policías le detuvo cerca de la catedral del centro de la ciudad. “Bicho, ¿por qué andás con el pelo así? ¿Sos maricón? ¿Te gustan los hombres?”. Tras la agresión verbal, llegó la física. Uno de los agentes le dio un golpe en el pecho, al que se sumaron todos los demás: “Me dejaron allí tirado, llorando y sangrando... y nadie me ayudó”. 

No fue la primera ni la última de un rosario de vejaciones que hicieron insostenible la vida en su país. Ocurrió en El Salvador, en 2012, cuando Arthur Britney todavía se leía como un chico gay en una sociedad donde la homosexualidad es aún un tabú. Aunque desde 2015 el Código Penal castiga con agravante los delitos de odio, el colectivo LGTBI está lejos de ser protegido de forma real y se enfrenta a la violencia y la discriminación institucional, social, familiar y laboral, según indican diferentes informes de organismos internacionales

“Es una sociedad extremadamente religiosa, donde creces con la idea de que la homosexualidad es pecado, un crimen horrible ante los ojos de Dios”, cuenta Joestar, de 29 años, por videollamada desde Reino Unido. Allí, tras un largo y duro proceso “de evolución y autoexploración” ha terminado reconociéndose como una persona no binaria, una realidad que desconocía antes de llegar a Europa, y se ha convertido en la primera persona no binaria en conseguir el estatus de refugiada por este motivo en Gran Bretaña. El fallo supone el reconocimiento de esta realidad en el sistema legal británico y abre la puerta a otros casos como el suyo. 

“Yo siempre me había sentido diferente. Cuando estaba en el kinder –el jardín de infancia– tuve mi primer novio y andábamos agarraditos de la mano y nos dábamos besitos a escondidas, porque ya creíamos que la sociedad nos iba a tachar”, recuerda. Al crecer, buscó refugio en la Iglesia para tratar de 'curarse'. “Yo era kiko –uno de los movimientos ultracatólicos más poderosos del mundo, comparados con una secta– y hasta fui a Madrid a las Jornadas Mundiales de la Juventud en 2011. Estaba en un nivel que...”, relata con un tono que denota ahora cierta incredulidad por el pasado. 

“No fui a terapias de reconversión porque nunca salí del closet dentro de la iglesia, pero participaba y me involucraba cada vez más. ¡Hasta intenté ser cura! Me salí cuando me faltaban seis meses para terminar la carrera, pero la acabé por tener el título. ¡No me había leído tantos libros por gusto!”, bromea. “A pesar de todo este intento de lavado de cerebro, lo que pasaba dentro de mí era más fuerte”, reconoce. 

“Me tiraban basura”

Arthur Britney encontró entonces su refugio en los nuevos amigos que conoció en la Universidad, donde comenzó a estudiar producción multimedia. “Fue mi combustible para hacer esta llama más fuerte. Estábamos en un grupo de teatro, me abrieron el espacio y fue allí donde empecé a experimentar con mi identidad, aunque yo creía que era un chico gay”, explica. Tintes, pintauñas, aretes y plumas, que se traducían en agresiones tras las que regresaba a una apariencia más masculina. 

“Cambiaba entre personalidades. Por momentos me dejaba ser yo y cuando no aguantaba más la discriminación volvía al negro, porque no sabía lo que me podía pasar”. El rostro, sonriente durante casi toda la conversación, se ensombrece al relatar otro ataque: “Vivía en la capital, en una de las zonas más transitadas y pobladas, y sufría mucho acoso por parte de la gente. Me llamaban maricón y me tiraban basura, gomas de mascar y las sobras de la fruta cuando caminaba por la calle. Una día, desde un camión que transportaba arena me arrojaron una bolsa con orines. Fue humillante”. 

Su contacto con el mundo del activismo LGTBI en El Salvador, donde llegó a participar en la organización de la marcha del Orgullo, hicieron a Arthur Britney ser consciente de la realidad que vive la gente fuera del país y de los crímenes de odio que se producen dentro cada año. Según un informe de la Procuraduría para la defensa de los derechos humanos, las organizaciones en defensa de los derechos de las personas LGBTI en El Salvador han contabilizado entre 1995 y 2016 más de 500 asesinatos por motivo de orientación sexual y de género, sobre todo a partir del año 2009, en el denominado 'Junio sangriento', con el asesinato de tres mujeres trans. 

“Era cuestión de tiempo estar en el lugar incorrecto en el momento incorrecto para que me pasara algo”, defiende Arthur Britney, que tras una larga reflexión se planteó qué opciones tenía. “Decidí consultar si podía solicitar asilo y vivir como una persona LGTBI libre en otro país. La primera página que apareció era la de una asociación que ayudaba a migrantes y solicitantes de asilo y explicaban todos los pasos”, cuenta. Se trataba de la web de UK Lesbian & Gay Inmigration Group (UKGIG), una ONG que ayuda a personas en que solicitan asilo en Reino Unido porque en sus países no pueden vivir su orientación sexual o de género de forma segura.

“En cuanto puse el primer pie en el avión, sentí que perdía una carga. Los primeros días en Londres caminaba con mis cascos por Hyde Park y la gente me decía: 'Te ves la persona más feliz del mundo'”, recuerda con ilusión. “Sabía que aquí podía hacer cualquier cosa. Nunca había experimentado antes esa libertad y me gustaría que todo el mundo sintiera que no tiene que ocultarse”, continúa. Su camino a partir de aquí tampoco fue fácil. Se abrieron ante Joestar un mundo de posibilidades, mientras la burocracia levantaba infinidad de barreras.

Las primeras noches en Londres las pasó en un centro de acogida, al que se refiere como 'el gallinero'. “Todas las ventanas y corredores tenían mallas de gallina porque había personas que se intentaban tirar de las depresiones. En aquel momento pensaba que yo tenía un buen trabajo en El Salvador, pero lo ves como un trago amargo para vivir en libertad”, explica. Después fue a vivir a vivir a Liverpool. “Es una ciudad completamente abierta, que da la bienvenida a los migrantes como no tenés idea. Yo no puedo estar más feliz por el recibimiento que se me dio”, continúa. 

“Next question”: un 'no' detrás de otro

De la mano del grupo 'Many hands one heart' inició un proceso legal que se alargó durante casi tres años. En abril de 2019, tuvo que enfrentarse a una primera entrevista en el Ministerio de Interior, donde expuso su caso como un hombre gay y en la que presentó evidencias sobre la violencia en El Salvador, de las Naciones Unidas y Amnistía Internacional, además de narrar su propia experiencia. “Estas entrevistas suelen durar dos o tres horas. La mía duró ocho”, cuenta. “Yo era muy inocente y creía que me iban a ayudar, pero están allí para sacarte del país”, afirma. Entre sus sospechas, que le preguntaran insistentemente por su infancia, pero al relatar los abusos policiales y de la población en general la respuesta fuera: “Next question”. La respuesta, tres días después, fue que su solicitud estaba denegada. “Ni se lo leyeron”, asevera. 

Apelaron a corte, donde se resuelven la mayoría de solicitudes de asilo, pero la respuesta también fue negativa. “Yo llevaba un año en el proceso, en el que no tienes permiso para trabajar. Tienes que vivir con la pensión del Gobierno, que entonces era de 37 libras a la semana (algo más de 42 euros). Había un concierto de Britney Spears o de Taylor Swift y ¿de dónde saco el dinero?”, bromea, “eso es superficial, pero de repente no tenía ni para un par de calcetines. Era comer o comprar ropa interior”. La dureza del proceso llevó a Arthur Britney a terapia y a tomar antidepresivos. “Empecé a tener ideas suicidas. Prefería suicidarme en Reino Unido a volver a El Salvador a que me torturen. Los crímenes allí son indescriptibles en cuanto al nivel de barbarie. Las personas LGTBI son torturadas, te introducen palos y cristales por el ano, te cortan los genitales y te los meten en la boca. Si me das a elegir... no es muy difícil”.

En el año 2019, un total de 1.212 personas solicitaron asilo en Reino Unido por razón de su orientación sexual, lo que representa el 3% de todas las solicitudes. De ellas, 464 fueron aprobadas en una primera fase y otras 299 en la fase de apelación. El Salvador, de dónde llegó Arthur Britney en 2017, no es uno de los países con más solicitantes. Según datos del departamento de Interior británico, la mayoría provienen de Pakistán, Nigeria, Malasia, Namibia y Uganda. 

Tras la negativa del tribunal, el siguiente paso es apelar al Supremo, que debe decidir si acepta o no el recurso. En ese intervalo Arthur Britney debía presentarse todos los meses en las oficinas de Interior. En una de esas vistas de trámite, dice, tuvo que entrar a una sala aparte donde le indicaron que su caso estaba cerrado y que debía acogerse al programa de retorno voluntario. “Te dicen que si no estás conforme te regresan a tu país y te dan un dinero para que empieces de nuevo, pero yo no había venido por dinero. Yo no quiero morir en El Salvador, no voy a regresar. Pero insistían en que o volvía o me podían detener y enviarme a un lugar que no podían garantizar que fuera el mejor”, cuenta. Tras varias horas, consiguió hablar con su abogado y pudo irse. “Varias organizaciones hicieron una queja pública por esta clase de situaciones, porque mi caso no es el único”, indica. 

Como explica la portavoz de UKLGIG Leni Candan, uno de los principales problemas a los que se enfrentan las personas LGTBI que solicitan asilo en Reino Unido es tener que demostrar su orientación sexual o identidad de género, algo que ocurre en toda Europa. “El ministerio de Interior puede tener ideas muy estereotipadas sobre lo que significa ser LGTBI y esperar que las personas encajen en estos estereotipos”. Además, estos solicitantes “pueden ser enviados a centros de detención de inmigrantes sin un límite de tiempo, donde a menudo enfrentan acoso y abuso”, indica. 

Una respuesta negativa ante el Tribunal Supremo no supone automáticamente un billete de vuelta al país de origen. En Reino Unido todavía se pueden presentar nuevas evidencias para que el caso se reabra. Su visibilidad pública en defensa de los derechos LGTBI, también en Reino Unido, y cartas de apoyo de personas con las que había realizado activismo y voluntariado reforzaron sus avales como solicitante de asilo. También una carta de su terapeuta que dio un vuelco a la solicitud. 

“Yo veía chicos gais, mujeres trans, pero no veía a nadie como yo”

“La terapia estaba enfocada a cómo yo iba manejando el proceso de asilo, pero en un momento dado mi terapeuta me preguntó si tenía interés en transicionar, si me sentía mujer. Le dije que no, que me sentía feliz como en el medio”, recuerda Joestar. Ese momento abrió una posibilidad ante sí que jamás se había planteo. “Me dijo que quería hablarme acerca de otras alternativas de género, como el género no conforme, las personas no binarias, queer... Empecé a leer y a investigar sobre el tema y vi que entraba dentro de ese grupo de personas, porque tampoco me sentía un hombre. Eso no te lo enseñan en El Salvador. Yo veía grupos de chicos gais, de mujeres trans, pero no veía a nadie como yo. No sentía que encajaba en esos grupos. Cuando salí del closet como persona no binaria, todo el mundo me dijo: 'make sense [tiene sentido]'”, ríe. 

Arthur Britney reconoce que el proceso de aceptación tampoco fue fácil: “La sociedad te dice que lo travesti, los trans, está mal... y ahora yo soy eso. Aceptar que eres lo que la sociedad más ataca no es fácil, pero el bienestar personal está por encima de todo. Identificarme como persona no binaria me ayudó a aceptarme”.  

Con las nuevas evidencias, Arthur Britney tuvo que enfrentarse a un panel de jueces que decidirían sobre su caso. “Desde el primer momento que los vi, supe que eso no era para bien”, explica. Unos días antes de esa vista, el departamento de Interior había publicado en su página web un informe de país sobre El Salvador en el que, entre otras cosas, indicaba que “las personas LGTBI, y particularmente las personas trans, son vulnerables a la discriminación, la violencia y los crímenes de odio por parte de actores estatales y de la sociedad en general”. Pero su solicitud volvió a ser denegada. 

“¿Alguien te ha preguntado por tus pronombres?”

Aún quedaba una última oportunidad. Arthur Britney volvió a tener que ponerse delante de un juez. En este caso, de la jueza Bruce. “Cuando la vi, dije: esta es”, dice Joestar con el tono más feliz de toda la conversación. Tenía razón, porque la primera intervención de Bruce dejó claras sus intenciones: “¿Por qué en los casos anteriores se siguen refiriendo a ti como un chico gay? ¿Por qué utilizan el pronombre 'he' si has dicho que eres una persona no binaria? ¿Alguien te ha preguntado con qué pronombres quieres que se dirijan a ti? Yo te lo pregunto: ¿Qué pronombres quieres que utilicemos?”. Arthur Britney pide que se utilice el pronombre 'they/them', que en inglés corresponde al género no binario. 

A partir de ahí, según el relato de Joestar, la jueza preguntó por qué se le había denegado el asilo anteriormente si el propio Ministerio del Interior admitía la violencia que sufrían las personas LGTBI en El Salvador. Algo a lo que nadie pudo responder. Cuando la jueza Bruce anunció que tenía el fallo definitivo, comenzó a hablar en el español que había aprendido durante la pandemia. “Me dijo que quería hacerme saber a mí, antes que a cualquier otra persona en la sala y en mi propio idioma, que me daba el derecho a ser libre en este país, a ser quien yo era y a llamarme como me quisiera llamar”, recuerda Arthur Britney, que adoptó legalmente su nombre en ese momento. 

“Arthur es la traducción de mi nombre anterior al inglés y Britney es porque amo a Britney Spears, siempre está en los buenos y malos momentos. Cuando me sentía mal, ponía su música y ella me levantaba. Además, siempre que ella iba al tribunal –por el caso #freeBritney para desembarazarse de la tutela legal de su padre– yo iba a corte”, recuerda. Aunque confiesa que durante todo su proceso de solicitud de asilo, el disco que más le acompañó fue Reputation, de Taylor Swift. De hecho, la portada del disco está presente durante toda la conversación, junto a una bandera LGTBI, un funko de Britney y un anime de Jojo's bizarre adventure. “Todo lo que me representa”, bromea. Tanto, que su apellido proviene de esa serie de anime, en la que todos esos personajes, de aspecto andrógino, se apellidan Joestar. 

Su cambio de nombre ha sido para elle la puerta a su nueva vida en su nuevo país. “No me identifico con El Salvador, quiero borrar todo rastro de ese país. Mi país es Reino Unido, que me ha abierto las puertas y me ha aceptado. La persona que nombra el pasaporte salvadoreño ya no existe, nunca existió. Mi yo antiguo necesitaba ser enterrado por todo lo que sufrí para estar en paz. No fue un entierro de odio, fue más bien un 'descanse en paz'”.  

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