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Sobre este blog

Un blog de Juventud Sin Futuro pensado por y para los jóvenes que viven entre paro, exilio y precariedad. Si quieres mandarnos tu testimonio, escríbenos a nonosvamosnosechan@gmail.com.

Familia trinchera

Arkaitz Sanz, cuya familia sufrió en los últimos años las consecuencias de la crisis.

Juventud Sin Futuro

Arkaitz Sanz —

Mi nombre es Arkaitz, tengo 28 años y soy trabajador social por formación, vocación y experiencia. A partir de 2008, coincidiendo con el estallido de lo que llaman crisis, mi vida, como la de tantas otras personas de este país cuya existencia estaba también ligada al pago de una hipoteca, sufre un cambio radical. En cuestión de unos meses, mis padres ya no podían hacer frente a esta deuda. Estos años vinieron forzosamente acompañados de muchísimo esfuerzo: emprendimiento, jornadas de trabajo interminables y mil quebraderos de cabeza.

Cogimos todo lo que el sistema estaba dispuesto a poner a nuestro alcance. Habrá a quien le funcione pero, por nuestra experiencia, podemos decir que estas “ayudas” suelen tener un carácter perverso para muchísimos, haciéndote caer en una mayor situación de vulnerabilidad. Sin excepción, cada aspecto de tu vida cambia para siempre: tu familia pasa a ser esa trinchera en la que te refugias al final de cada día y por la que te levantas cada mañana; piensas, de manera nostálgica, en tus amigos y en el tiempo libre que tenías antes para poder disfrutar y dedicarte a tus aficiones mientras que ahora, cualquier tiempo libre se convierte en algo valioso para poder hacer algo que te permita ganar unos euros; el trabajo pasa a ser algo que haces por ilusión y pasión a ser una cosa que aceptas  como algo que debe mantenerte, y aceptas condiciones que probablemente en otra situación no te hubieses ni planteado. Y eso teniendo la mejor de las suertes, pues más de un 12% de personas con empleo estan por debajo del umbral de la pobreza (en esto España es la tercera campeona europea).  

Tu nuevo hobby, a menudo más amargo que dulce, se resume en que a todas horas trabajas en establecer un plan de defensa contra este sistema bancario y legislativo tremendamente injusto: los periódicos pasan a ser esa especie de manual que consultas todos los días en busca de una nueva noticia en la que se denuncie este sistema, empiezas a formarte sobre derecho en materia de vivienda, contactas con colectivos que te puedan ayudar y orientar, y empiezas a darte cuenta de que, aunque tu lucha no sea fácil, tampoco es imposible.

Parece lógico acabar pensando que hay una fuerza real que conspira contra ti y que te pone realmente dificil llevar una vida digna. No hay tregua, por mucho que suspires y a veces incluso supliques. Durante gran parte del proceso piensas que estás solo para planificar un plan de defensa que afecta a tu formación, vivienda, sanidad, trabajo... Desborda a cualquiera.

Y sin embargo, dentro de esa sociedad aparentemente implacable, surgen personas de infinita paciencia, organizadas o no, que nos han ayudado a seguir adelante en todo momento, ya sea para hacernos ver que siempre quedaba algo nuevo que intentar, ya sea para animarnos en los momentos en los que más bajo teníamos los ánimos, ya sea para ponernos en contacto con alguien que podía ofrecernos cualquier tipo de solución en nuestra particular batalla.

Nuestro caso es un ejemplo de lo que muchos han definido como movilidad interior: cuatro personas buscando subsistir en cuatro comunidades autónomas distintas. Lo que podría entenderse como un proceso de desgranamiento y desestructuración familiar, acaba convirtiéndose en cuatro frentes que combaten simultáneamente y con el mismo objetivo. En un ejercicio de aprendizaje mucho más específico, aprendimos a separar las necesidades personales de las colectivas, siendo mucho más importantes las segundas. Comprendes la importancia de tejer redes de apoyo, de avanzar en colectivo y colectivamente.

En este tiempo hemos aprendido muchísimo. La cantidad de recursos que tanta gente ha ido prestándonos ha conseguido mucho más que hacer que dejemos de sentirnos aislados. Hasta el punto de llegar a algo impensable no mucho tiempo atrás: en común todo es más fácil y más llevadero, aprendes a ayudar y a dejarte ayudar.

Soy consciente de que no puedo descartar la idea de exiliarme por falta de oportunidades (ya estuve cerca de irme a Dinamarca), porque desde que decidí apostar por buscar un trabajo en relación a mi propia satisfacción, vivo el período más largo en situación de desempleo desde que me incorporé al mercado laboral hace casi 10 años. Sin embargo sería irme en contra de mi voluntad: a día de hoy vivo en una ciudad que no deja de aportarme herramientas, técnicas y maneras de seguir construyendo un mundo mejor, un mundo y una ciudad para la gente que los vivimos, y es aquí donde quiero seguir viviendo y construyendo.

Me siento muy agradecido por la paciencia infinita que tuvieron las personas que nos acompañaron. No rendirse significa seguir viviendo con esperanza, ser parte de una familia trinchera. Y cuando digo familia no me refiero solo y exclusivamente a mi padre, a mi madre y a mi hermano, sino a todas esas personas con las que me he ido encontrando por este camino lleno de obstáculos. A todas esas personas que me hicieron entender que este mundo no es el único posible. Que, como dijo Galeano, este mundo de mierda está embarazado de otro, y ese es el nuestro, el de estas inmensas familias como trincheras.

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