Un blog de Juventud Sin Futuro pensado por y para los jóvenes que viven entre paro, exilio y precariedad. Si quieres mandarnos tu testimonio, escríbenos a nonosvamosnosechan@gmail.com.
El deporte invisible
La selección está jugando el campeonato europeo. Sí, has oído bien. La selección está jugando y tú no te has enterado. Los bares no sacan pantallas gigantes a las terrazas, no hay anuncios televisivos protagonizados por las estrellas del equipo, los supermercados no ofertan merchandising, y ni siquiera vemos los balcones adornados con banderas. Por si fuera poco, la selección está compitiendo a un muy buen nivel, está ganando, ha pasado a cuartos de final invicta, pero no se oyen petardos ni la gente se baña en las fuentes. ¿Qué es lo que pasa?
“Es baloncesto, no es fútbol”.
“Sí, pero 'los chicos de oro' llenaron la plaza de Colón cuando ganaron el mundial en Japón”.
“Es la selección femenina”.
“Haber empezado por ahí”.
Selección femenina, hay que decirlo todo, que si no puede dar lugar a confusión. La selección de baloncesto, de fútbol, o de balonmano; el deporte sin “apellido” siempre es el practicado por hombres. Consideramos necesario colocar un adjetivo detrás si las que juegan son mujeres. El deporte masculino es el universal, el bueno, el de verdad, no necesita presentaciones. El femenino es una excepción y por eso hay que especificar.
Sabemos que quien destaca en un deporte se convierte en referente, en un ejemplo a seguir para niños y jóvenes que buscan alguien a quien parecerse. Seguro que eres capaz de nombrar tres o cuatro grandes deportistas de diferentes disciplinas, aunque no sean tu preferida. Y seguro que los primeros que se te vienen a la mente, sin pensarlo mucho, son hombres. Encontrar un referente femenino cuesta más, una niña que empieza a jugar y a ver baloncesto conocerá a Ricky Rubio, Pau Gasol o Sergio Llull de manera casi inmediata, porque todas las semanas podemos ver algún partido de ellos. Para conocer a Alba Torrens, Laia Palau, Silvia Domínguez, estas tienen que llegar a clasificarse para algún campeonato internacional y que alguna televisión haga un hueco en su parrilla.
Y es que no es noticia. A pesar de los logros alcanzados en europeos, mundiales y olimpiadas, el deporte femenino ocupa una columna en un periódico, treinta segundos en la radio, una imagen al final del telediario o una franja horaria nocturna en algún canal secundario. Los medios de comunicación siguen ejerciendo un papel muy importante en la opinión de la sociedad, y las decisiones que toman sobre los contenidos que incluyen y la relevancia que les adjudican son determinantes a la hora de hacer que un tema esté de actualidad, que hablemos de ello con los vecinos en el ascensor o al llegar al trabajo. Sin repercusión mediática, el deporte femenino es invisible. Y si es invisible es muy difícil que una niña vea que se puede llegar alto, que con esfuerzo y constancia nosotras también podemos lograr grandes hazañas.
Siempre hay excepciones. Carolina Marín y Mireia Belmonte han saltado a las portadas llegando al máximo nivel de sus respectivos deportes, han conseguido escalar el muro, desplazando noticias muchísimo menos relevantes pero que están protagonizadas por hombres. Pero ningún medio informa sobre cómo ha sido el entrenamiento previo a la competición de Mireia, o si Carolina ha tenido problemas físicos, algo a lo que estamos acostumbrados cuando se trata de deporte masculino. Por eso, aun en casos excepcionales como los de estas dos portentos, el deporte femenino sigue relegado a un segundo plano.
El deporte femenino sorprendentemente, a pesar de trabas y menosprecios, avanza, progresa a pasos de gigante, el nivel cada vez es mayor y los logros cada vez más frecuentes. Quizás la sociedad no le sigue el ritmo, quizás tengamos que ponernos en forma.