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La banca afronta con beneficios de récord su nuevo impuesto y la presión para proteger a los hipotecados vulnerables

Protesta de sindicatos en la entrada de un banco, este viernes.

Diego Larrouy

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La banca niega que haya tenido beneficios extraordinarios, pero han cerrado los nueve primeros meses del año con más de 16.000 millones de euros, lo que supone un avance de casi el 33% respecto al año pasado. Y eso pese a que, aseguran, el impacto de la subida de tipos todavía no se ha trasladado por completo a sus resultados. Con esta cifra, los bancos afrontan en las próximas semanas tres asuntos en los que los grandes beneficios juegan, paradójicamente, como argumento en contra de sus intereses: la formalización del nuevo impuesto temporal para el sector, la presión por ayudar a los hipotecados frente a la subida de tipos y la creciente presión por el conflicto social que está aumentando en sus plantillas por la exigencia de los sindicatos de que renegocien salarios frente a la inflación.

Primero, las cifras. Los 16.000 millones de euros de ganancia en apenas nueve meses elevan el beneficio bancario a otros tiempos. El año 2021 ya culminó con el mejor resultado desde antes de la crisis financiera, al cerrar en 21.000 millones, y este año esa cifra apunta a quedarse atrás. Los seis grandes bancos (Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell, Bankinter y Unicaja) han mejorado sus resultados en niveles entre el 20% y el 90%. La buena actividad comercial y el crecimiento en determinadas áreas de ingresos se encuentran detrás de esta mejora, tal y como han ido explicando todos ellos durante la última semana.

“No estamos en ganancias extraordinarias sino en menor pérdida”

Los datos señalarían un crecimiento extraordinario de los resultados, muy por encima de otros marcadores económicos. Con el argumento de esta alza el Gobierno justifica la creación de un impuesto extraordinario al sector, junto con el de las energéticas. Se gravará el 4,8% de los ingresos por intereses y comisiones durante dos años. El Gobierno aspira a recaudar 1.500 millones de euros al año. Sin embargo, la banca mantiene su rechazo a esta justificación. Gonzalo Gortázar, consejero delegado de CaixaBank, defendió este viernes que “no estamos en ganancias extraordinarias sino en menor pérdida”. El banco incrementó sus beneficios un 21%, pero mantiene que los ingresos por intereses, los más afectados por los tipos, todavía no crecen.

El resto de banqueros que en los últimos días se han puesto frente a los medios a explicar las cuentas de sus respectivas entidades mantienen un discurso similar: no existen los beneficios extraordinarios. Y van más allá. En Sabadell, que ha doblado su ganancia respecto al año pasado, se considera que la banca ya tiene una fiscalidad “anormal”, como aseguró César González Bueno, su primer ejecutivo. “Ese [beneficio] extraordinario parece que es más grande que el que había antes, pero sigue siendo insuficiente”, defendió, en un mensaje repetido por el sector, que mantiene que la subida de tipos no es suficiente para cubrir los costes de su capital.

Así los bancos mantienen su negativa al impuesto y durante estos meses se ha sugerido la búsqueda de vías legales para frenarlo. Mientras se concreta la norma en el Congreso, en el sector hay resignación ante la expectativa de que finalmente se ponga en marcha. Si bien, muestran abiertamente su rechazo a que no se aplique a todo el sector que opera en España, ya que deja fuera a los que facturen por debajo de 800 millones. “Pedimos que al menos haya neutralidad en el sector, pese a que ya no la hay en el conjunto de la economía”, aseguró González Bueno.

Protección a hipotecados

La banca lleva más de dos semanas en negociaciones para dar respuesta a la exigencia del Gobierno de que cree un sistema para proteger a los clientes hipotecados vulnerables ante la subida de tipos de interés y de precios que ahoga las economías familiares. Aunque Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda, sostiene que las medidas deben de aplicarse a las clases medias en general. Sea como fuere, el sector sigue sin llegar a un entendimiento y existen incluso diferencias sobre el modelo a utilizar. Hasta ahora se había planteado, a propuesta del Gobierno, modificar el código de buenas prácticas vigente desde hace una década. Sin embargo, esta solución sería estructural, también para futuras crisis, y no solo para esta. González Bueno rechazó esta alternativa asegurado que la respuesta “preferiblemente debe de ser fuera del código”.

Una constante en todos los discursos de los banqueros de esta semana han sido las frases asumiendo su preocupación por este problema. “Todos estamos en el mismo barco”, aseguró José Antonio Álvarez, consejero delegado saliente del Banco Santander. “Nosotros también somos ciudadanos y somos responsables con este mundo”, apuntó Onurg Genç, su homónimo en BBVA. “El sector está muy concienciado en que hay que echar una mano”, enfatizó, por su parte, María Dolores Dancausa, consejera delegada de Bankinter.

Sin embargo, la banca ha restado importancia a este problema, de una manera más o menos explícita. El más claro fue Álvarez, quien aseguró que “la inflación no suele ser tan mala para pagar los préstamos”. La argumentación de la banca es mayoritariamente la misma y la plasmaba Gortázar en su presentación. En los últimos seis años más del 70% de los préstamos se han hecho a tipo fijo, estos no se verán afectados por la subida de tipos. En el periodo anterior, el peso del variable era mayoritario. Si bien, en este caso y según defiende la banca, son créditos que ya pagaban ese nivel de interés cuando lo contrataron y que lo que se produce ahora es una normalización. Por tanto, señalan como potencialmente problemáticos únicamente a quienes han firmado su hipoteca a tipo variable en el último lustro.

Además, los bancos plantean que no ha habido todavía una constatación de este problema y que se espera que se concrete durante el último año. De este modo, pretenden rebajar la imagen de urgencia y necesidad de este acuerdo, ya que defienden que, de concretarse, la crisis para los hipotecados sería temporal y no estructural. “El deterioro va a ser razonablemente moderado y no estamos hablando de una situación de morosidad disparada como en algunos años tras la crisis de 2008”, defendía Gortázar.

Reivindicaciones salariales

Atrás han quedado los años en los que se hablaba de la paz social en el sector bancario. Desde el pasado año, con los grandes ERE, los sindicatos han elevado el tono en el sector y las movilizaciones se han multiplicado en prácticamente todas las entidades. No solo por los despidos. Las exigencias comerciales que tienen presionados a los trabajadores o, más recientemente, las reivindicaciones salariales han centrado este debate. Los representantes de los trabajadores defienden que, en un contexto de altos beneficios de los bancos y elevada inflación, se debe de hacer un esfuerzo para mejorar el nivel salarial de los trabajadores y que se evite la pérdida de poder adquisitivo. Durante los últimos días se han producido múltiples protestas y este viernes CaixaBank presentaba sus resultados con una manifestación de trabajadores en la puerta de su sede en Valencia.

“La dirección se empeña en aprovechar esta situación extraordinaria para devaluar nuestros salarios mientras las cúpulas directivas y el accionariado se están enriqueciendo”, señalaban desde CCOO esta semana para llamar a la movilización. Las protestas se han extendido a otras entidades para presionar al sector a que se renegocien los salarios de los trabajadores. En banca hay dos grandes convenios, el de las antiguas cajas, negociado con Ceca, y el de los grandes bancos, negociado con la AEB. Ambos tienen una vigencia hasta finales de 2023. Además, en los próximos meses se celebran elecciones sindicales en ambos sectores.

A este argumento se aferran las entidades, que se muestran cautas con la idea de conceder estas reivindicaciones. “Si los trabajadores no tienen un salario acorde pierden poder adquisitivo, pero si acompañamos la inflación con subidas salariales hay una espiral y nos empobrecemos todos”, defendía Gortázar. Apuestan, en todo caso, por mantener el diálogo pero no abrir esta negociación hasta que se debata el próximo convenio. “Es un tema evidentemente muy importante, pero tenemos que enmarcarlo en un contexto de prudencia”, señaló el responsable de CaixaBank. Este mensaje se ha multiplicado en otros directivos que, como González Bueno, subrayaron la necesidad de “moderación salarial” pese a los beneficios de récord en la banca.

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