Biden condona 39.000 millones de deuda estudiantil: “No es suficiente”
A finales del mes pasado, la mayoría conservadora del Tribunal Supremo de EEUU falló en contra de una de las promesas estrella de la campaña del presidente Joe Biden: la condonación de 10.000 dólares de deuda a todos los estudiantes, y hasta 10.000 adicionales para todos los que accedieron a la universidad con ayudas públicas por su bajo nivel de ingresos. Desde su anuncio hace un año, más de 26 millones de personas habían solicitado esta ayuda federal, de la que se podrían haber beneficiado hasta 43 millones de personas.
Sin embargo, esta condonación masiva nunca se dio, puesto que la máxima instancia judicial dio la razón a los seis estados liderados por republicanos que habían demandado el plan de Biden por exceder sus competencias, al firmar el programa de ayuda sin la aprobación del Congreso. “La lucha no ha terminado”, declaró el mandatario ante la prensa tras conocer la sentencia del Supremo, y prometió un plan alternativo: “La decisión de hoy ha cerrado un camino. Pero se abren nuevas rutas, que recorreremos hasta lograr nuestro objetivo”.
La primera de estas medidas ha llegado este viernes: Biden condonará la deuda federal a un total de 804.000 exalumnos que se inscribieron en su momento en planes dependientes de los ingresos. Estos préstamos, facilitados por el Departamento de Educación, prevén el perdón pasados 25 años desde que se asumieron. Sin embargo, los fallos en el sistema burocrático, que pasa por empresas gestoras de esas deudas, han hecho aumentar las deudas de estos prestatarios, que a partir de ahora van a ser perdonadas.
“Durante demasiado tiempo, los prestatarios han sido víctimas de un sistema roto que no pudo gestionar el perdón. Hoy, la Administración Biden-Harris da otro paso histórico al corregir los fallos administrativos del pasado”, aseguró el viernes el secretario de Educación, Miguel Cardona. En total, el perdón de estas deudas supondrá unos 39.000 millones de dólares a la Administración
“No me esperaba lo que venía después”
“Estaba orgullosa de ser la primera en mi familia en poder cursar estudios universitarios. Pero no esperaba lo que vendría después”, lamenta Shanna Hayes, una mujer de 34 años, que en 2011 terminó su grado en Matemáticas y comenzó a dar clases en una escuela secundaria de Nuevo Hampshire. Con su primer sueldo regular, había llegado la hora verdad, a la que se enfrentan cada año millones de estudiantes en Estados Unidos: el pago de la inmensa deuda que había acumulado. En su caso, alrededor de 100.000 dólares entre préstamos privados y federales.
“Firmé un contrato para trabajar de lo que siempre había soñado, sentía que al fin había alcanzado el éxito. Pero rápidamente se me bajó la excitación cuando vi lo que iba a cobrar: 29.000 dólares anuales. Me quedé perpleja: ¿cómo diablos iba a pagar lo que debía?”, se preguntaba Shanna. Para aumentar su ingreso, combinaba el trabajo de maestra con otros temporales, pero aun así tan solo le daba para cubrir sus necesidades básicas. Decidió retrasar el pago de sus préstamos, lo que le supuso un aumento de los intereses, que se añadieron a la inasumible carga que ya tenía en sus espaldas.
Al cabo de unos años, respondió a la llamada del sistema. Con el fin de aumentar su valoración en el mercado laboral, se inscribió en un máster, gracias al que consiguió un mejor trabajo, y su sueldo aumentó hasta 40.000 dólares. “Pero el título también trajo consigo una deuda adicional de 30.000 dólares en préstamos estudiantiles, así que de poco me sirvió”, explica. Entre préstamos e intereses compuestos, su deuda total ascendía a 150.000 dólares. “Cuando debes tanto dinero, ni siquiera puedes pensar en comprarte una casa o un coche, ningún banco te prestará el dinero”, asegura, “es una carga que llevaré toda mi vida”.
Poco después llegó la pandemia, que supuso un alivio para Shanna y el conjunto de los prestatarios estudiantiles: primero el gobierno de Donald Trump y después el de Joe Biden suspendieron el pago de las deudas con motivo de la crisis sanitaria. Sin embargo, estos se reanudarán el próximo 1 de septiembre, implicando la vuelta de un cargo mensual que muchos ya obviaban en sus finanzas y que siguen considerando injusto: en el caso de Shanna, rondará los mil dólares al mes.
“Transformar las vidas de millones de personas”
La medida de Biden, que alivia la situación de casi un millón de personas en el país, ha sido bienvenida por las asociaciones de estudiantes, como el Student Debt Crisis Center. En una entrevista con eldiario.es, su directora general, Sabrina Calazans, ha asegurado que “esta decisión es un recordatorio del inmenso potencial que tiene la condonación de la deuda estudiantil. Reafirma que aquello por lo que luchamos no es un concepto político abstracto, sino una solución tangible capaz de transformar las vidas de millones de personas”.
Sin embargo, asegura que “no es suficiente”, pues “no sustituye al perdón general de la deuda por el que estamos luchando”. Tampoco le parecía suficiente a Sabrina el plan inicial del gobierno demócrata de perdonar hasta 20.000 dólares de deuda, aunque “hubiera sido un muy buen inicio hacia el objetivo final”. La directora del SDCC asegura que “fue extremadamente descorazonador y frustrante” ver cómo el Tribunal Supremo bloqueaba una medida que “tiene toda la legitimidad”.
Para seguir con su plan, Biden todavía tiene en sus manos un amplio abanico de medidas, como la reforma de la Ley de Educación Superior, tal como avanzó tras el fallo del Supremo. Esta medida “tiene una base legal sólida, aunque requiere de un proceso muy largo hasta ser aprobada, con la intervención de muchos actores, y prevemos que no podrá darse hasta julio del próximo año”, explica Sabrina, que tampoco ve que esta opción vaya a solucionar el conflicto.
De haberse dado el Plan A de Biden, el coste estimado para la Administración hubiera ascendido a unos 400.000 millones de dólares, lo cual habría supuesto un alivio para decenas de millones de personas. Pero el problema de la deuda estudiantil, que oscila alrededor de los 1,8 billones de dólares en todo el país, seguiría lejos de resolverse.
“En este país, lo que tenemos que abordar es el precio de la universidad (que se ha triplicado desde 1980), de la sanidad y, en general, el precio de la vida”, reclama Calazans, recordando que los niveles de inflación récord que se han vivido en el último año han añadido una nueva capa de inseguridad para los prestatarios. La propia Sabrina, con 30.000 dólares de deuda a sus espaldas y un pago mensual de 300 al mes, se encuentra entre las millones afectadas.
La deuda estudiantil, otra capa de la desigualdad racial
“Hay casi dos billones de deuda estudiantil en este país, y dos terceras partes pertenecen a las mujeres negras”, asegura, indignada, Amari Fennoy, responsable de la división de Jóvenes y Universitarios de la National Association for the Advancement of Colored People (NAACP). “Y esto es especialmente grave porque las negras cobramos de media el 60% de lo que cobran las personas blancas”, lamenta.
Sustenta sus quejas en un estudio de la American Association of University Woman, que sitúa la deuda estudiantil media de las mujeres afroamericanas en 37.558 dólares, la más alta de todos los grupos estudiados. Las peores condiciones de partida y la discriminación en el mercado laboral, que dificulta el acceso a mejores puestos de trabajo, son los principales motivos. Además, la imposibilidad de pagar alarga la deuda y aumenta el interés, por lo que termina afectando en mayor medida a las clases más necesitadas.
Amari tiene 26 años debe unos 220.000 dólares, provenientes de los préstamos de un grado universitario y un máster. “Vivo de sueldo en sueldo. Todo lo que gano al mes se me va en el alquiler y las necesidades básicas. Y la situación empeorará cuando se reanude la deuda en septiembre”, lamenta. “En mi comunidad, el salario medio está alrededor de 26.000 dólares anuales, es injusto que los que menos tenemos seamos los que más debemos”.
Por ello, su organización, que está liderando la lucha contra la deuda estudiantil, reclama en primera instancia la condonación de 50.000 dólares de deuda por persona, y en última instancia, el perdón de su totalidad. “Somos víctimas de unas empresas depredadoras, que fabrican préstamos y tipos de interés abusivos, y los dirigen hacia las clases pobres porque somos precisamente las que más necesitamos del dinero para recibir educación y lograr la movilidad social”, concluye, “pero eso es lo que nos condena a la deuda eterna”.
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