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La 'Gran Dimisión' de EEUU llega a su fin ante el miedo de una nueva recesión

Trabajadores de la cadena Starbucks protestan, en una fotografía de archivo.

Javier de la Sotilla

24 de julio de 2023 04:37 h

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Por primera vez en décadas, en un sistema que prioriza la maximización del beneficio ante la dignidad laboral, la pandemia empoderó a decenas de millones de trabajadores en Estados Unidos, que decidieron dejar en masa sus trabajos en busca de mejores condiciones. En 2021, dimitieron 47,7 millones de personas y en 2022, otros 50,5 millones, las cifras anuales más altas que jamás ha registrado el Departamento de Trabajo. Entre los motivos, los trabajadores citaban el hartazgo, la insatisfacción laboral o la necesidad de conciliar y cuidar de sus hijos o sus mayores durante la pandemia.

Con la reapertura de los negocios, los escaparates del país se llenaron de carteles buscando empleados, especialmente en la hostelería, el ocio y el comercio minorista, y los empresarios asumieron que el equilibrio del mercado laboral estaba cambiando: eran ellos quienes debían seducir a sus trabajadores, y no al revés. Muchos se vieron obligados a ofrecer mejores salarios, horarios y condiciones, lo que se consideraron importantes conquistas de la clase trabajadora.

Pero esa ola de esperanza, que recibió el nombre de 'la Gran Dimisión', parece estar calmándose después del temporal producido por el coronavirus: el número de personas que dejan voluntariamente su trabajo ha registrado fuertes caídas en el último año y ya se encuentra casi al nivel previo a la pandemia (2,3 por cada 100 trabajadores). Y la sensación es que, más allá de algunas conquistas individuales, lo que se vendió como un gran momento para el conjunto de los trabajadores se ha quedado en una 'Gran Desilusión': el trabajo precario, la explotación laboral y los bajos salarios persisten a lo ancho y largo del país.

En el pico de la Gran Dimisión –finales de 2021 y principios del 2022–, 4,5 millones de estadounidenses dejaban su trabajo mensualmente, según los datos oficiales de la Oficina de Estadísticas Laborales. Ante la falta de mano de obra, especialmente en el sector servicios, algunos empleadores comenzaron a ofrecer subidas salariales para suplir el aumento de demanda tras el fin de las restricciones. Además, en el peor momento de la pandemia, el gobierno ofreció unas ayudas al desempleo de hasta 600 dólares semanales, con el objetivo de que las personas pudieran permanecer en casa a salvo sin trabajar.

Estas ayudas dieron a muchos trabajadores un cojín que les permitió margen de maniobra para dejar el trabajo sin grandes consecuencias y evitar caer en empleos precarios. Con la reapertura de la actividad económica presencial, los restaurantes, los hoteles y las tiendas requerían a decenas de miles de empleados, pero estos rehuían de trabajar de cara al público por miedo a contagios y por la incomodidad de llevar mascarilla todo el día.

Como consecuencia, los empleadores no tuvieron más opción que subir sueldos, especialmente en las escalas salariales más bajas: el salario medio por hora de los trabajadores de restaurantes y hoteles aumentó un 28% entre finales del 2020 y finales del 2022, muy por encima de la inflación y del crecimiento salarial general. Esta situación contrastó con la del conjunto del país, cuyo sueldo subió a un ritmo inferior a la inflación, implicando una pérdida de poder adquisitivo.

Un reciente estudio del National Bureau of Economic Research indica que la diferencia de ingresos entre la parte superior de la escala salarial y la inferior, tras aumentar durante cuatro décadas, empezó a reducirse. Entre 2021 y 2022, el aumento de la desigualdad salarial registrado desde 1980 se revirtió hasta en una cuarta parte, algo que se explica en parte por la mayor facilidad de cambiar de empleo.

Los trabajadores pierden poder de negociación

Ahora que ha quedado atrás el desenfreno de la economía tras el parón de la pandemia, el mercado laboral ha vuelto a una cierta normalidad, y no está claro hasta qué punto van a perdurar esta serie de conquistas de los trabajadores peor pagados del país. El crecimiento de este nivel salarial se ha ralentizado y los empresarios, aunque siguen manifestando una escasez de mano de obra, afirman que es más fácil contratar y retener a los trabajadores, sin necesidad de subidas de sueldo como ocurría hace dos años.

Uno de los motivos se encuentra en el horizonte de recesión, que los economistas llevan meses alertando, y que genera miedo entre los trabajadores a la hora de dejar su trabajo. Es una consecuencia directa de las agresivas subidas de los tipos de interés que ha introducido la Reserva Federal, el banco central del país, con el objetivo de frenar la inflación: durante el último año, los tipos ha pasado de estar cerca del 0% al rango actual del 5%-5,25%. Si el precio del dinero se encarece, se ralentiza la actividad económica, lo que en última instancia implica un menor crecimiento de los salarios.

Además, en el último año se ha visto un auge de los despidos masivos en empresas de primer nivel, como Alphabet, Meta o Amazon, que han recortado significativamente sus puestos de trabajo, y se han producido quiebras de empresas de renombre en el país como Bed Bath & Beyond o Tupperware. Todo ello, sumado a la crisis financiera que hizo caer a tres bancos regionales, ha contribuido a crear una narrativa del miedo entre los trabajadores, que prefieren mantener su trabajo ante la desconfianza en el mercado laboral. De hecho, razón no les falta, puesto que las ofertas de empleo han descendido un 16% interanual, según el portal de búsqueda de empleo Indeed.

Ante la nueva realidad, con el reequilibrio de la oferta y la demanda laboral, el poder negociador de la clase trabajadora ha vuelto a los niveles previos a la pandemia, sin haber materializado grandes conquistas laborales. Pero el espíritu de protesta contra el trabajo precario sigue muy presente, con importantes huelgas en distintos sectores a lo largo del país: los guionistas y actores de Hollywood, los camioneros de UPS, los hosteleros de California, o los trabajadores de Starbucks están liderando reivindicaciones sin precedentes en la historia del país.

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