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Análisis

Juicio a una era: las tarjetas black

Miguel Blesa, de cacería en Namibia, en noviembre de 2007.

Belén Carreño

Dos años, nueve meses y catorce días. No es una condena. Es el tiempo que ha pasado entre la publicación en este medio de la exclusiva que destapó la existencia de unas tarjetas 'black' en Caja Madrid y el inicio del juicio que dirime las condenas penales este mismo lunes. Un macroproceso con 65 acusados. Lo mejor del establishment español muy cerca de convertirse en pequeños ladrones de guante blanco. “Apropiación indebida” según la Fiscalía. Banqueros, sindicalistas, políticos, empresarios. Un juicio a una era. A los años dorados donde un plástico engrasaba voluntades sin atender a ideologías. Donde el dinero de todos no era de nadie.

Fue en un correo fechado el 1 de septiembre de 2009 el que ha destapado un caso que, como pocos, ha escenificado la versión española de lo que Alan Greenspan, el presidente de la Reserva Federal, calificó en su momento de “exuberancia irracional”. En aquella misiva electrónica que puso sobre la pista a los audidores de Bankia, el secretario saliente del consejo de Administración (Enrique de la Torre) informaba a su sustituto (Jesús Rodrigo) de las remuneraciones en los órganos de Gobierno de la entidad madrileña. En el correo se detallaba lo que cobra cada consejero. En copia estaba Miguel Blesa, quien supuestamente había pedido que se transmitiera esta información.

“Tiene cada uno una tarjeta visa de gastos de representación, black a efectos fiscales hasta ahora (no esta nada claro que la nueva jefa de inspección mantenga este criterio [...]), de 25000 € anuales excepto su Presidente que tiene una cobertura de 50000 €”, explicaba el mail interno de los consejeros.

El mismo día en el que se envió el correo delator, los usuarios de las 'black' (muchos más en realidad de los que sucintamente sugería el correo), habían gastado 7059 euros con sus tarjetas. El propio Blesa tenía la cabeza en otra parte. Pagó al menos 646 euros en un hotel Four Seasons (en ese momento no había ningún establecimiento de la cadena hotelera en España) pero también hizo un abono en el Hotel Arts de Barcelona. El uso de las tarjetas estaba absolutamente integrado y normalizado en el día a día. Blesa también pagó en una gasolinera y en un supermercado, quizá mientras consultaba en su blackberry el correo que ha terminado siendo el detonante del proceso judicial. Usar su 'black' era pura rutina.

Tres años y dos meses tardó ese correo en llegar a eldiario.es (gracias a una fuente derivada por el Partido X) dentro de una masiva filtración de casi 8000 correos. Pero aún se tardó casi un año más (octubre de 2014) en que saltara la noticia de que Anticorrupción investigaba el uso de aquellas tarjetas gracias a una auditoría interna que Bankia impuso tras leer la exclusiva en este diario.

En total, apenas quince millones de euros en una era de impunidad (las tarjetas se usaron desde 1996 hasta al menos mayo de 2012). Pero el juicio tiene un valor más cualitativo que cuantitativo. Lo que se juzga es una forma de gobernar en connivencia entre el poder financiero y el político para saquear las entidades de crédito. “La caja no es mi cortijo” le tuvo que recordar Blesa al hijo de Aznar para no ceder a sus presiones que se traducían en uno de los correos. Los enchufes, el despilfarro y el desenfreno en la Caja que desveló eldiario.es en Los Correos de Blesa no han llegado a tener nunca calificación penal. Pero las tarjetas fraudulentas marcaron la línea roja entre lo moral y lo legal que por fin la Justicia podrá cruzar.

No es este el primer juicio por el despilfarro de los consejeros de las cajas de ahorro. Las cúpulas de Caixa Penedés, Caja del Mediterráneo (CAM), Novacaixagalicia, Caixa Catalunya y Caja Castilla-La Mancha se las han visto con mayor o menor éxito en los juzgados. Pensiones millonarias, operaciones de crédito que resultaron un desfalco, favores inmobiliarios y sueldos desmesurados son algunas de las lindezas que sentaron a sus responsables en el banquillo. Pero ninguna de estas tropelías financieras (que no han supuesto penas de cárcel por el momento), causó el revuelo y la indignación que causó la aparición de las tarjetas black.

Por encima de sus posibilidades

La transversalidad (políticos del PSOE y del PP, sindicalistas de CCOO y de UGT, miembros de la patronal, catedráticos y otros próceres) es una de las chispas que prendieron rápido en la indignación. Pero también lo es el número de afectados por las chapuzas de Bankia (129.000 preferentistas y alrededor de 200.000 accionistas) a los que se les había privado de sus ahorros y que podían observar escandalizados la sincronización entre la gestación de sus estafas y el uso de las tarjetas.

Y, es que, cada fecha importante de la historia de Caja Madrid, y también de su heredera Bankia, está marcada por el extracto de una tarjeta. El 21 de mayo de 2009, el día que la CNMV aprobó el folleto para la emisión de las preferentes, los usuarios black gastaron 4.088 euros. En plena crisis financiera, algunos “beneficiarios” de estos sobresueldos estaban en más apuros que otros. Gerardo Díaz Ferrán, entonces presidente de la patronal y con su grupo empresarial desmoronándose como un castillo de naipes, gastó ese mismo día 600 euros negros en un restaurante de su concuñado, Arturo Fernández. Estos gastos no correspondían a opíparas cenas sino en una devolución a plazos de un préstamo pendiente entre los representantes patronales.

La coincidencia de fechas es una de las claves para entender el resorte del escándalo que provocó que en un país en el que casi no se dimite, se sucedieran las renuncias. Difícil digestión tiene para un preferentista saber que en ese fatídico día en el que se dio luz verde a la colocación de 2.200 millones de euros en preferentes, Carmen Contreras, directora de auditoría de la entidad, se gastara 1.250 euros en un tratamiento de belleza. A cargo de su 'black'. A cargo de los fondos de una caja que precisamente acudía a buscar los ahorros de sus clientes para no quebrar.

Miguel Blesa, presidente entre 1996 y 2010 de Caja Madrid, y auténtico artífice del sistema de sobresueldos mediante las tarjetas, es el único financiero español que ostenta por ahora el dudoso mérito de haber pasado noche en la cárcel por la desastrosa gestión de una caja de ahorros. Las cámaras le fotografiaron saliendo de Soto del Real con una elegante bolsa de viaje de cuero. No se distinguían anagramas, pero la abultada factura de Blesa con su 'black' en Louis Vuitton hace sospechar. El banquero se gastó 3.400 euros en la firma francesa con la visa fraudulenta en apenas un año.

El cese de Blesa al frente de Caja Madrid, el 28 de enero de 2010, tuvo su merecido consuelo en una 'black'. El amigo personal de José María Aznar celebró su destitución gastándose 4.016 euros en Investrónica, el departamento de electrónica de El Corte Inglés. Después de 14 años viviendo a expensas de la Caja de los madrileños, el exinspector de Hacienda tenía que poner al día su equipamiento informático para comenzar su vida privada. Lo normal. El tren de vida que describía la investigación de Los Correos de Blesa, yates, safaris, joyas, se había pagado con las tarjetas fraudulentas. Después de un lustro escuchando que los españoles habían vivido por encima de sus posiblidades, miles de víctimas de la crisis financiera descubrieron que era otro lugar en el que había que mirar.

Rodrigo Rato, sucesor de Blesa al frente de Caja Madrid y presidente de Bankia hasta mayo de 2012, estará en el banquillo junto con los otros 64 acusados. Con el exdirector gerente del FMI y vicepresidente del Gobierno con José María Aznar, las cámaras tampoco han tenido piedad. España entera vio en directo su detención por posible fraude fiscal con sus sociedades patrimoniales, en principio sin relación con las 'black'. Mañana se sentará en el banquillo de los acusados quizá con una de las camisas que pagó con su 'black' en Camisería Burgos, donde llegó a gastar de una tacada 650 euros.

La salida a Bolsa de Bankia, que acabó siendo un pufo para sus miles de accionistas y terminó precipitando el rescate financiero de la entidad, se regó con buen vino. El 20 de julio de 2011, los usuarios de la 'black' se gastaron casi 6.000 euros tras el toque de campana. Rato hizo una compra ese día de 293 euros en vino, garantizando la calidad del brindis de la operación. Otros como Juan Iranzo vicepresidente en aquel momento del think tank de CEOE, de gustos más sencillos, lo celebraron en el Burger King a razón de 25 euros.

Rato no creó las tarjetas pero las perpetuó hasta el día de la nacionalización de la entidad, cuando se frenan radicalmente los gastos. Las últimas horas de uso de las black antes del rescate muestran que no había ningún remordimiento sobre lo que estaba ocurriendo. El plástico fraudulento quemaba en las mismas manos de los que conducían a la entidad financiera, y a todo el país, al rescate bancario. Era 2012, el ejercicio que terminó siendo uno de los años más duros de la recesión. Después de aquel mayo de rescate los españoles pagaron la barra libre de las black a escote. Recortes, recesión y cientos de miles de trabajadores al desempleo. Y un rescate que hipotecó el país y que cuatro años después se sigue sin pagar.

Mañana no se juzga ni a los principales ni a los únicos responsables de la crisis. Pero sí a los que parasitaron las cajas de ahorro de la forma más obscena.

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