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Domingo Martorell y Fernández-Cernuda: dos expolicías con información sensible y negocios millonarios en El Corte Inglés

Juan Carlos Fernández-Cernuda, en la 43 edición del Festival de la Avellana

José Precedo / Pedro Águeda

Como en las buenas novelas de intrigas, la historia reciente de El Corte Inglés, esa batalla encarnizada por el control del grupo plagada de traiciones familiares, demandas en los juzgados y hasta acusaciones de espionaje, tiene entre sus personajes secundarios a dos expolicías con mucha información que pueden dar un giro a la trama.

Juan Carlos Fernández-Cernuda es un antiguo inspector que se incorporó en 1990 al equipo de escoltas de Isidoro Álvarez y escaló hasta la dirección de seguridad del grupo que ha ocupado durante lustros. El policía conoció al magnate de la distribución en España a través de un excomisario de los tiempos de la Transición, Domingo Martorell, que se hizo famoso en 1982 tras liberar al padre de Julio Iglesias, el doctor Iglesias Puga, secuestrado por ETA en un pueblo de Zaragoza.

Martorell dejó el Cuerpo años después para convertirse en representante del cantante y de otros artistas, fundó una agencia de representación de jugadores y aterrizó en las plantas nobles de Antena 3 para negociar los derechos de televisión en la primera guerra del fútbol, a mediados de los 90, de la mano de otro de los empresarios más poderosos del país, el magnate de la comunicación Antonio Asensio, ya fallecido, que entonces era presidente del grupo Zeta.

Los nombres de esos policías desconocidos para el gran público, Fernández-Cernuda y Domingo Martorell, figuran en dos escritos anónimos que han llegado al Consejo de Administración de El Corte Inglés y que relatan presuntas prácticas irregulares en la gestión del grupo durante los últimos años. De fondo, un millonario negocio vinculado a la seguridad del gigante de la distribución, objetivo de ETA en varias ocasiones y que sufrió uno de los atentados más sangrientos en la historia de la banda, con 21 fallecidos y 45 heridos en 1987. 

En esa documentación sin firma, que llegó a los principales despachos de la compañía, aparecen detalladas dos sociedades, Mega-2 Seguridad y Mega-2 Servicios Integrados, vinculadas a la familia de Fernández Cernuda y en las que Martorell tiene el 49% de las acciones. Y también una larga lista de contratos que recibieron por unos 300 millones de euros durante la última década de El Corte Inglés y sus empresas filiales. Dos auditorías, una externa y otra encargada a la firma E&Y, analizan ahora los contratos por encargo del consejo de administración. 

Fernández-Cernuda, que debutó en el grupo hace casi treinta años como guardaespaldas del expresidente Isidoro Álvarez, se ha alineado ahora con sus herederas. “El actual presidente tiene el 2,5% de las acciones, creo que no llega a eso. Estoy donde está la mayoría de la empresa”, aseguró este martes en conversación telefónica con eldiario.es.

Un directivo que le ha tratado durante años retrata a Fernández-Cernuda como un “personaje oscuro, que sabe moverse en los despachos y que se ha hecho imprescindible por su capacidad para recopilar información sensible de la compañía y de sus principales dirigentes”. “El presidente lo protegió siempre ante cualquier tipo de crítica”, sostiene otro alto cargo de El Corte Inglés que ha visto de cerca sus movimientos. Como responsable de seguridad del emporio tenía entre sus funciones la de proteger las viviendas, vehículos y rutas de directivos que en algún momento fueron objetivos de la banda terrorista, algo que ha levantado suspicacias en algunos despachos del grupo. 

En la cacería que le costó el puesto al ministro Bermejo

Fernández-Cernuda es uno de esos hombres del poder que están pero no se ven. Sus fotos no se prodigan en la prensa y tampoco aparece en los ecos de la alta sociedad, a pesar de su ingente influencia que se extiende al propio consejo de El Corte Inglés. El expolicía, sin embargo, niega que hubiese manejado “ningún tipo de información ni dossieres sobre nadie” y defiende que su estatus en la firma solo obedece a sus años de trabajo.  

A propósito de la lectura del pregón en Piloña (Asturias) del Festival de la Avellana del Infiesto, Fernández-Cernuda concedió una de sus pocas entrevistas a La Nueva España el 4 de octubre de 2014. En ella accedió a hablar de la famosa cacería en la que coincidieron el juez Baltasar Garzón y el exministro de Justicia Mariano Fernández Bermejo, en pleno estallido del caso Gürtel, y que derivó en la dimisión del ministro de Zapatero. 

En la fotografía en aquel coto de caza asturiano, junto al juez y el ministro de Justicia, aparecía agachado y con la rodilla sobre uno de los jabalíes el directivo de El Corte Inglés. En aquella entrevista, Fernández-Cernuda explicó que su “amistad” con Garzón y Bermejo “viene de muy atrás”, pero no se extendió en detalles. Testigos directos de aquella jornada de caza aseguran que Baltasar Garzón invitó a Cernuda, como le conocen en ambientes policiales, y que éste se presentó con el entonces ministro. “Siempre se lleva bien con quien manda”, dice uno de sus detractores en esos círculos.

Formalmente al menos, Fernández Cernuda dejó la dirección general de seguridad de El Corte Inglés en 2017 y se la entregó en a una de sus protegidas, Catalina Polán, una inspectora de policía especializada en violencia de genéro. Desde ese momento, según consta en los organigramas internos, Cernuda pasó a ocuparse del departamento de Protección de Datos del gigante comercial.

Durante los últimos años, el expolicía ha seguido cuidando la relación con sus viejos amigos del Cuerpo. Organiza a menudo comidas a las que asisten comisarios en ejercicio. Y ha reclutado a antiguos colegas que llegan la edad de pasar a segunda actividad -una jubilación anticipada sin destino y cobrando menos que en activo- para que trabajen en El Corte Inglés . Los mandos completan su salario en la etapa anterior a la jubilación y a la empresa mete en nómina a policías formados y con contactos que le salen “baratos”. Todos ganan.

Martorell, de luchar contra ETA a agente de futbolistas

Son esas entretelas del poder en las que se han movido durante los últimos 30 años tanto él como su amigo y socio en las empresas de su familia, Joaquín Martorell. Este último ocupó puestos de altísima responsabilidad en la Policía -fue comisario jefe en la Brigada Central de Información y segundo en la Brigada del Banco de España-, antes de abandonar el cuerpo para encarrilar una exitosa carrera en el sector privado. 

“Cuando Isidoro tenía algún problema”, le llamaba a él, cuenta una persona que le ha tratado mucho estos años. En los altos despachos de Antena 3 efectividad a la hora de rastrear el dinero de los contratos, ya fuesen de artistas, equipos de fútbol o toreros, y las negociaciones que asumió personalmente con algunos presidentes por los derechos televisivos en los 90 en plena guerra con el grupo Prisa. 

Algunos de aquellos dirigentes futboleros eran viejos conocidos de Martorell. A fin de cuentas, como policía había sido uno de los encargados de hacer guardias a principios de los 70 en casa del recluso Jesús Gil cuando el dictador Francisco Franco le perdonó la condena a cinco años de cárcel por imprudencia temeraria en la construcción de un complejo turístico que se vino abajo en Los Ángeles de San Rafael el día de su inauguración causando la muerte a 58 personas.

Como asesor personal de Asensio en Antena 3 negoció en los noventa con equipos de fútbol, intentó comprar algún club y pugnó con el grupo Prisa por los derechos televisivos de la liga, antes de que ambos grupos de comunicación sellaran la paz la Nochebuena de 1996. 

Ahora, Martorell regenta una agencia de representación de futbolistas, Bahía Internacional, que tiene en su cartera a estrellas internacionales como Fernando Torres, Pedro Rodríguez, Javi Martínez o Jesús Navas.

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