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Óscar Villas es el Economista del Estado más joven con 24 años: “El filtro para opositar no debería ser económico”

Óscar Villas, el 'teco' más joven, en la sede de la CNMC en Madrid, donde ha obtenido su primer trabajo en la Administración.

Daniel Yebra

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El ex vicepresidente Pedro Solbes, la vicepresidenta en funciones Nadia Calviño, el actual número dos del BCE Luis de Guindos, los ex ministros Jordi Sevilla, Álvaro Nadal o José Manuel Soria, los ex gobernadores del Banco de España Miguel Ángel Fernández Ordóñez o Luis María Linde... Todos ellos son 'tecos' (Técnicos Comerciales y Economistas del Estado), el cuerpo de funcionarios de élite que más ha nutrido y sigue nutriendo a las instituciones económicas de nuestro país. Gobierne quien gobierne, ellos y ellas siempre están en el poder.

También en la fontanería de todas esas instituciones: ministerios, el Tesoro Público, las oficinas comerciales en el extranjero, la Comisión Europea, el BEI... Incluso desde edades muy tempranas, como la de Óscar Villas, que con 24 años (nació en diciembre de 1998), es desde marzo su miembro más joven. Su carrera ha comenzado en la CNMC (Comisión Nacional del Mercado y la Competencia), tras sacarse, en tiempo récord y con insolencia jovial, una oposición de alrededor de 175 temas y 5 fases.

Todo en él destila disciplina, constancia y brillantez. Y horizontes lejanos, al menos en consonancia con los alcanzados por la larga lista de nombres notorios que ensamblan el prestigio del cuerpo. Aunque él los niegue con humildad latina: “Concibo que mi carrera laboral irá rotando por distintos puestos, como solemos hacer los Economistas del Estado, trabajando en ámbitos muy distintos, intentando siempre aportar nuestro granito de arena a la Administración y trabajar por eso que nos entusiasma, que es mejorar la vida de las personas a través de las condiciones económicas. Pero el tema de los cargos políticos me queda un poco más al margen. No es algo que me atraiga. Prefiero mantenerme con un perfil técnico”.

Eso ya se verá. En 2012, una jovencísima Judith Arnal (1985) hablaba en términos similares cuando pasa a ser 'teco' con solo 26 años (en El Diario Vasco se puede encontrar la entrevista que le hicieron tras aprobar la oposición). Ni una década después, en 2021, fue elegida por Calviño para ser su jefa de gabinete. Abandonó el cargo en 2022 y desde 2023 es consejera del Banco de España.

Pero el caso de Óscar Villas no solo destaca por su juventud. Se han visto otras gestas intelectuales parecidas. Hace poco, Gonzalo Olmos superó la oposición de Registrador de la Propiedad con 25 años. Apenas necesitó 2 años para conseguirlo, pese a que el propio Colegio profesional de estos funcionarios estima que son necesarios entre 5 ó 10 años.

Este tipo de pruebas exigen en general estudiar más horas al día que la jornada laboral legal, y casi sin descanso, y también con formadores especializados. Judith, Gonzalo u Óscar desafiaron esa lógica, que supone ciertas barreras que hay que entender y debatir. La primera barrera de entrada de las oposiciones a los cuerpos de élite del Estado es la capacidad. Óscar se define como una persona que se lo ha sacado todo “a través de la constancia. No me considero inteligente genuinamente, sino más bien un tipo que va con el pico y la pala, y con los objetivos a largo plazo muy claros”.

Es su opinión. Muchos pensarán que muy discutible. Basta una conversación con él para recibir pruebas de más cosas que la disciplina: es fácil intuir su inteligencia y su rapidez mental. “Soy así desde pequeño”, dice. Todas las asignaturas se le daban bien, “y siempre tuve claro que la especialización no me convencía”. Solo fallaba en Educación Física, hasta que “comprendí una máxima que aplicaban los griegos y es muy importante para lograr la estabilidad en la vida: 'mens sana in corpore sano'. Llegó el punto de mi vida con cierta madurez que ya lo vislumbré y también me dediqué a formarme físicamente”. Y de eso también hay pruebas en su aspecto voluminoso y definido.

La barrera económica

Batida la barrera de la capacidad, llega otra menos justa: la económica. Dedicar de 5 a 10 años a estudiar no está al alcance de los ingresos de todos los hogares. Ni siquiera invertir un par. Y en España no existen becas ni otras ayudas que lo favorezcan. Óscar admite que compatibilizar un trabajo remunerado con opositar es complicado. Él atajó este problema quedándose en el pueblo, en la casa de sus padres, tras terminar la carrera en 2020, en plena pandemia. Exactamente, el exclusivo grado en Filosofía, Política y Economía (ya avisó de que no le gustaba la especialización), que se imparte en diferentes universidades de Madrid (la Carlos III y la Autónoma) y de Barcelona (la Pompeu Fabra y la Autònoma). Antes rechazó la invitación de cursar un máster en Oxford.

Su vuelta al pueblo, a Torrente de Cinca, un municipio de poco más 1.000 habitantes de Huesca, destapa la otra gran barrera de las oposiciones: el acceso a los formadores necesarios y a las relaciones sociales con compañeros y tutores que faciliten la resolución de dudas y la última información sobre los diferentes procesos. Una barrera que combina la exigencia económica con la geográfica. Como siempre, las mejores ubicaciones, donde están las academias, los profesores y la mayoría de estudiantes, son las más caras: Madrid y Barcelona.

“Cuando tienes a gente brillante que se está quedando fuera porque no se lo pueden permitir económicamente es una pérdida para toda la Administración Pública en términos de coste de oportunidad. Al final, si el filtrado de opositores se da más por características económicas que por capacidad intelectual, tenemos un problema”, reflexiona Óscar Villas, quien admite que en su caso Internet ha sido crucial para vencer estas barreras.

Toda su preparación para la oposición fue en línea, desde su pueblo, al que, de todas formas, reivindica con orgullo. “Lo buenos es que hay menos distracciones”, bromea. Sin embargo, más en serio, se detiene en otra cuestión: “Me sentí muy arropado. Todo el mundo me conoce y sabía lo que estaba haciendo, y me animaban”.

Más economía desde el colegio

Óscar comenzó a opositar a finales de 2020 y en mayo de 2023 ya estaba entrando por la puerta de la CNMC. Por el camino tuvo que aprender un segundo idioma extranjero desde cero, además del inglés. Eligió el italiano por cierto pragmatismo y porque la cultura clásica le abrasa en la boca. Seguro que con más tiempo hubiera optado por el griego. Si le preguntan por el libro que le marcó como estudiante, prepárense para que les conteste que 'Económico', de Jenofonte, en los que el historiador heleno pone a conversar a Sócrates sobre conceptos como la rentabilidad, el precio, la productividad...

“Era proto ciencia porque la economía no se sistematizaría hasta dos milenios después con Adam Smith. Pero fíjate, un filósofo del siglo V y IV antes de Cristo, ya está hablando de que la gestión eficiente de los recursos es todo un saber. Y que implica empaparse de los que más saben para obtener ese conocimiento”, relata.

Desde esa visión se entiende su defensa apasionada de una reforma educativa que incluya clases de economía desde primaria. “Tenemos una falta de educación financiera que hace que la gente no pueda tomar sus decisiones económicas de manera adecuada”, advierte. Según incide, no consiste “en hacer ideología a través de esa asignatura, ni mucho menos, sino de dotar a los alumnos de conceptos básicos para que tengan las herramientas con las cuales se van a enfrentar el mundo, ya que hoy en día obviamente las condiciones materiales determinan muchos ámbitos de nuestra libertad”.

Óscar, por ejemplo, no tuvo más estímulos para interesarse por la economía que los que él mismo se proveyó hasta Bachillerato. En su casa no surgían espontáneamente. Tampoco tuvo un 'teco' ni ningún otro funcionario de referencia en la familia. Pero su forma de pensar le ha llevado irremediablemente al servicio público: “La filosofía siempre me ha acompañado en el cuestionamiento de todo y yo creo que separarla de la economía es un error, porque pierdes el pensamiento crítico y la mirada: ¿de dónde viene este conocimiento? ¿Este conocimiento es conocimiento verdadero? ¿Sobre qué base se está construyendo? ¿Son los cimientos firmes o es simplemente una fachada muy bonita como la del edificio de la CNMC?”.

Ahora, desde la Comisión, es uno de esos funcionarios que intenta que las empresas compitan en nuestros mercados para que los precios y los productos y servicios que llegan a los consumidores sean los mejores posibles. Una función esencial, como se ha visto en la actual crisis de inflación, en la que mercados restringidos como la banca o el sector eléctrico han aprovechado la situación para engordar sus beneficios.

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