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Los productores de almendra tradicional y ecológica lanzan un SOS: “Vamos camino de desaparecer”

Campos de almendros florecidos en la zona de Rioja Baja.

Cristina G. Bolinches

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“No podemos vender la almendra, la estamos almacenando. Somos productores pequeños, tradicionales, en zonas de secano, donde los almendros no necesitan riego. Es una almendra de calidad, ecológica, que no podemos vender. Nos han desplazado”. Así resume Francisca Iglesias, responsable de Frutos Secos de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), la situación que vive el sector.

Este cultivo tradicionalmente se ha concentrado en todo el litoral mediterráneo y se ve amenazado por dos motivos. Por un lado, por la alternativa de regadío que se ha desarrollado tanto en España como en Portugal, mucho más productiva, que está integrada por explotaciones más grandes y, en muchas ocasiones, controladas por inversores. Por otro, por las elevadas importaciones de almendra californiana.

“Podemos desaparecer como sector. Hay cerca de 40.000 familias que viven de esto, en zonas donde no hay alternativas de cultivo. Hablamos de la España despoblada y de un sector que ya ha hecho una reconversión”, argumenta Francisca Iglesias. Un replanteamiento que llevaron a cabo hace años para poner el foco en la almendra certificada como ecológica, que representa el 20% del conjunto de estos árboles de secano. 

España es el segundo mayor productor de este fruto seco, del que depende buena parte de la industria de los dulces navideños que, precisamente, ahora está en plena campaña de fabricación. Compañías de alimentación que, indica UPA, han desplazado sus compras a la almendra más barata. Y esa es otra de las críticas, porque en los envases de los turrones y mazapanes, que se venden con denominación de origen, muchas veces no se especifica el origen de la materia prima.

Un producto de inversión

En total, España produce 370.000 toneladas de almendra, pero también es un país importador. Alrededor de 100.000 toneladas vienen, sobre todo, de California.

Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, contamos con 600.000 hectáreas de cultivo de almendra en secano y 118.000 de regadío, según datos de 2022. Las primeras han crecido un 20% desde 2013. Las segundas se han disparado más de un 171%. “Nosotros conseguimos 500 kilos [de fruto seco] por hectárea; ellos, 2.000”, apunta la responsable de UPA.

Al hablar de “ellos” se refiere al cultivo no tradicional. La situación, explica, cambió hace casi una década. “El sector de los frutos secos siempre ha estado en zonas de secano, pero, desde 2015, cuando hubo una caída en la producción de California, la almendra comenzó a atraer nuevas empresas y a inversores”, que vieron una alternativa rentable en los almendros de regadío, explica Iglesias. Además, a pesar de que California es el líder mundial en este fruto seco, también es un territorio afectado en los últimos años por sequías e incendios y tuvo que cambiar de variedades de producción para no perder el paso. 

Este año, sin embargo, ha sido positivo para la almendra californiana, por las abundantes lluvias que vivió la Costa Oeste norteamericana durante la última primavera. Las cifras que publica el Departamento de Agricultura de Estados Unidos apuntan a que este año se alcanzarán los 1,38 millones de hectáreas de cultivo. Un dato que estaría por encima de los 1,35 del año 2022 y que, de hecho, sería la cifra récord de los últimos cinco ejercicios, según los datos mensuales que publica la Administración estadounidense.

El almendro, como otros cultivos –aceite de oliva, pistachos o cítricos–, se ha convertido en los últimos años en una materia prima más que atrae el interés de los inversores institucionales. La consultora CBRE calculaba hace unos meses que, su demanda anual, crece anualmente entre un 2% y un 3%. “Son productos con proyección de consumo que dan seguridad sobre la inversión, porque hay una creciente demanda de alimentos saludables, de origen local y que dejan menos huella de carbono y de agua”, argumentó. Y hay firmas de inversión, como Beka Finance, que tienen en el mercado fondos específicos que se centran en alimentos. Por ejemplo, uno denominado Beka & Bolschare Iberian Agribusiness Fund, que “tiene como objetivo desarrollar y gestionar cultivos de olivo, almendro, aguacate y avellano, tanto en modelo de propiedad como en modelo de alquiler”, indica. 

Caída de precios

En cuanto a los precios, UPA apunta que “la almendra ecológica ha pasado de una media de 7,35 euros/kilo” de hace un año a una media de “4,80 euros” en este ejercicio, a pesar de que la producción se ha reducido en casi un 50%. Y pese a esa caída de precios, la californiana es más barata, ya que ronda los 3,8 euros.

En este contexto, lo que piden los agricultores pasa por una reunión con el Ministerio de Agricultura para pedir un plan de protección y promoción de la almendra española tradicional, que incluya medidas como un fuerte control de las importaciones desde Estados Unidos, poniendo sobre la mesa la opción de plantear aranceles.

“Tendría que hacerse una etiqueta, para que los consumidores sepan lo que están comprando”, indica Francisca Iglesias. Argumenta que hay productos alimentarios donde se afirma que la almendra que contienen es de origen “ibérico”, en genérico, sin desglosar su procedencia y si se trata de producción tradicional. También, que estos contienen almendra estadounidense y, sin embargo, no se especifica. Una situación que no difiere de lo que viven los productores de miel, que quieren una mayor precisión de los etiquetados, porque en muchas ocasiones no consta que contienen producto de origen chino. 

“Tenemos un problema porque hay jóvenes que se han metido en inversiones en almendros tradicionales, en maquinarias y en secaderos de almendra. Nos hemos creído el cuento de fijar población en el territorio. Hemos transformado un producto, para que sea de más calidad y certificado, en zonas donde no llueve y donde no hay alternativa. Y ahora, mira. No podemos luchar contra los que controlan el mercado”, resume Iglesias.

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