La Seguridad Social alertó de que toda la planta de Renfe en Málaga se expuso al amianto sin protección
Las dos últimas sentencias que condenan a Renfe por la muerte de dos trabajadores en el taller de Los Prados en Málaga como consecuencia de dos tumores relacionados con el amianto -que inundaba ese centro de trabajo en la década de los 80- se apoyan sobre un informe de la Seguridad Social que acusa a la empresa de no implantar medidas de prevención contra esa sustancia cancerígena durante aquellos años en los que el asbesto todavía no estaba prohibido en España.
El estudio fechado el 6 de junio de 2011 y realizado a instancias de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social concluye que todas las personas que trabajaron en la planta de Los Prados en Málaga estuvieron “potencialmente expuestas al amianto” entre 1978 y 1987. En aquella época Renfe empleaba en ese taller a más de 700 trabajadores.
El informe de la Seguridad Social dice mucho más: revela que la operadora de transporte no estableció mecanismos de protección para su plantilla, pese a que ya desde 1947 regía una normativa franquista que obligaba a prevenir la asbestosis, y concluye que como el período de latencia del amianto es de 25 años, es ahora cuando comienzan a aparecer en el personal del taller casos de “mesotelioma pleural”.
Los viejos de la Renfe en Málaga conocen de primera mano lo que cuenta ese informe. Han visto enfermar y morir a compañeros víctimas de esa sustancia venenosa que no se prohibió en España hasta 2002. Y están familiarizados con ese diagnóstico aterrador, dos palabras “mesotelioma pleural”, que aluden a un tipo de tumor letal. Según la Agencia Internacional de Investigación del cáncer en el 98% de los casos está relacionado con la exposición al asbesto.
La última sentencia
Es la enfermedad que mató a Francisco Padilla, un electricista que pasó 23 años en el taller de Málaga, fallecido el pasado agosto a los 54 años y a cuya familia Renfe está condenada a pagar 260.559,58 euros según la sentencia por la incapacidad del Juzgado de lo Social de Málaga en concepto de incapacidad. El pleito lo había iniciado el propio Padilla en el juzgado después de conocer su tipo de cáncer. El exempleado no llegó a tiempo de leer la sentencia. Y ahora su familia debe decidir si pleitea por los daños morales que le causó su muerte.
El mismo mesotelioma pleural se había llevado por delante en agosto de 2011 a José Antonio López Luna, carpintero durante 44 años en la misma planta malagueña y que según la condena del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía trabajó reparando los viejos trenes de la serie 8.000 con asbesto en el chasis, en el techo, y en el revestimiento de los vagones. La operadora de transporte debe resarcir a su familia con 233.665,05 euros.
Su sentencia se apoya en un dictamen, este del Centro de Prevención de Riesgos Laborales dependiente de la Junta de Andalucía, que también en 2011, certificó que en el caso de Luna “existió exposición al amianto, sin que consten medidas preventivas y específicamente relacionadas con la exposición e inhalación de fibras de amianto y que hubo una relación de causalidad entre la exposición al amianto vía inhalatoria y el padecimiento del trabajador”.
A esos mismos argumentos -nula prevención de Renfe y falta de información sobre los riesgos a la plantilla- se aferra María Luisa Vilchez, pendiente del veredicto que el Juzgado de lo Social número 13 de Málaga debe dictar sobre la muerte de su padre. Luis Vilches, ajustador y montador en Los Prados entre 1981 y 1999 se encargaba de retirar las planchas de asbesto de los viejos ochomiles sin más protección que sus propias herramientas. Cuando escuchó del médico esas dos palabras: “mesotelioma pleural”, cayó en una depresión que ya lo acompañó hasta su muerte, en octubre de 2015. María Luisa exige a Renfe 150.000 euros de indemnización. Al menos una cuarta familia de Málaga ha denunciado otra muerte por las mismas causas.
Lo que está pasando ya lo advertía en 2011 ese estudio que la Inspección de Trabajo realizó en 2011 sobre las condiciones en las que operó la plantilla de los Prados entre 1978 y 2011. Sus conclusiones son aplastantes: “Toda la plantilla del taller que prestaba sus servicios en el mismo, incluyendo personal de oficinas, almacén, servicios médicos, contratas ferroviarias y cualquier persona que visitara las instalaciones durante los años 1978/1987, estuvieron potencialmente expuestos a amianto, acorde con las concentraciones de amianto medidas en los informes higiénicos realizados en esa época, máxime cuando la mayoría de los trabajadores no tenía protecciones o las que tenía no eran adecuadas para los niveles de amianto. Además, el amianto era esparcido por todos los rincones del taller, bien por la propia naturaleza a través del aire (máquinas de aire comprimido, corrientes de aire que se provocaban al abrir las puertas de las naves) o por las personas que estaban en contacto con el mismo, en sus desplazamientos a las distintas dependencias del taller. El período medio de latencia de exposición al amianto es de 25 años, por lo que desde hace unos años comienzan a aparecer casos de mesotelioma pleural en el taller, consecuencia de la exposición entre los años 1978/1997”.
José Antonio Aguilar vivió toda esa época en Los Prados, donde sigue trabajando. Es representante de Comsiones Obreras y confirma nadie de los que pasó aquellos años en la planta puede sentirse a salvo. “No es solo la gente de taller, los de electrificaciones, quienes trabajaron en las subestaciones donde también se usaba el amianto como aislante, los que estuvieron en contacto con los revestimientos que llevaban los vagones de los ochomiles. Todos los que trabajaron en aquella época son potenciales víctimas porque el asbesto no se empezó a retirar por empresas especializadas hasta finales de los 80. Yo vi morir a un compañero que se fue de aquí a Ourense. Y fallecidos raros en la empresa hay a mantas. Un día te enteras de que a uno le extirpan un riñón, a otro el estómago. Y aunque no tenga que ver, te queda la duda”.
Juan Carlos Paúl, presidente de la asociación de víctimas del amianto (Avida) se ha especializado en trenes. Recuerda que los convoyes de aquella vieja serie, los llamados ocho mil, “tenían hasta 30 puntos en los que había amianto”. Los conductos de la calefacción y el aire acondicionado, los techos, la maquinaria, los revestimientos, bajo la decoración... Paúl está convencido de que hay víctimas del asbesto entre los extrabajadores de Renfe en Málaga que no saben que lo son: “Muchos de los jubilados están enfermos y no los tenemos controlados. Porque las enfermedades relacionadas con el amianto surgen 25 años después. Es imposible de calcular”.
Fernando Morillo, abogado de la Asociación de Víctimas del Amianto en Málaga, ha llevado directamente alguna de las demandas, aunque rechaza ofrecer datos concretos sobre sus clientes. Está seguro de que aparecerán nuevos casos. “En España en Renfe trabajaban miles de personas. Y durante años se expuso a los trabajadores a un material nocivo para la salud sin implantar medidas de seguridad ni informar de los riesgos. No hubo protección ni información. Eso es lo que alegamos. Y es grave porque en España el primer decreto que declara la asbestosis enfermedad profesional es de 1947. En 1978 ese tumor, el mesotelioma pleural es reconocido también como enfermedad profesional. Aunque no sabíamos tanto del amianto como ahora [su uso está prohibido en España desde 2002] en los 80 ya se conocían ciertos riesgos y se siguió utilizando porque era un aislante efectivo y barato”.
Consultada por el diario.es, la empresa Renfe ha señalado a través de un portavoz oficial que el amianto es en la actualidad “un asunto central” en sus políticas de prevención de riesgos laborales. Sobre las sentencias acerca de las condiciones de trabajo en los años 80, el mismo portavoz señala que la operadora de transporte defiende sus derechos en los tribunales y asume lo que dicten los jueces en cada caso.