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Conocer para conservar

Sistema de reparto de agua en una de las caceras que se puede visita cerca de la Sierra de Guadarrama. / Tenada del Monte

María Muñoz

El deseo de trabajar “en lo suyo” sin salir de su provincia de nacimiento, Segovia, llevó a una pareja de biólogos a irse a vivir a la pequeña localidad de Cabanillas del Monte a la casa heredada de un bisabuelo donde comenzaron un proyecto de alojamiento rural que fuera algo más que un lugar donde alojarse. Querían que se convirtiera en un vehículo para transmitir sus conocimientos como forma de conservación del medio ambiente. Diez años después, Tenada del Monte sigue ofreciedo talleres, rutas guiadas de senderismo, ornitológicas o formación ambiental con el objetivo precisamente de preservar la biodiversidad y el patrimonio etnográfico de su tierra.

“No se conserva lo que no se conoce”, afirma David Martín, quien junto a su mujer Mar Pinillos celebra este año el décimo cumpleaños de su proyecto particular de conservación. “Comenzamos con las rutas interpretativas en las que aprovechamos todos nuestro campo de formación explicando qué tenía de especial la flora y la fauna en estas zonas y con el tiempo fuimos ampliando los conocimientos para ofrecer información desde otros puntos de vista”, explica, y añade que “tan importante es la biodiversidad como el uso humano de las tierras y las huellas que hemos ido dejando”.

En este sentido, cuenta por ejemplo cómo han ido adquiriendo esos conocimientos que luego transmiten a los que quieren conocer la zona. “Previamente nos gusta a hacer a nosotros un trabajo de investigación y muchas veces nuestras fuentes de información son los propios habitantes de los pueblos los que tienen ese conocimiento, los que saben por qué un lugar se llama de una determinada manera, por qué un camino está en un sitio y no en otro, y nos convertimos así en transmisores de conocimiento”, subraya.

Señala que ellos mismos, que conocen bastante bien las singularidades de las tierras segovianas, han descubierto a su vez caminos, rutas y peculiaridades que desconocían hasta entonces. “Cuando guiamos a personas de la propia provincia muchas veces nos dicen que con nosotros ven los lugares de otra manera, porque de repente conocen qué es lo que hay alrededor de un lugar por el que habían pasado miles de veces pero que jamás habían sabido qué era eso que veían”, explica.

Rutas a las caceras

Hace un par de años, cuando la crisis aún persistía y las colaboraciones con colegios e instituciones comenzaban a reducirse, decidieron dar un impulso y crear su programa Conocer para conservar, donde precisamente volcaron los conocimientos adquiridos en los últimos años y ampliaron sus rutas y actividades. Entre ellas, una muy singular son las rutas de las caceras -o acequias-, que esta pareja de biólogos conoce bien porque llevan años investigándolas. “Hay algunas que existen desde el siglo XII y explican muy bien el uso del agua y la importancia que tenía en los pueblos”, describe. Señala que todas son de uso comunal y que ya desde la época medieval estaban construidas para “hacer un reparto equitativo a cada una de las localidades que abastecía”.

A través de sus actividades, la pareja de biólogos trata de que quienes participan en ella no solo sean conscientes y sepan cómo es la naturaleza que están viendo sino que también “vean la necesidad de armonizar el desarrollo humano con la conservación del medio ambiente a través del respeto a la flora, la fauna, los paisajes y la cultura local”. Por ello, sus grupos siempre son limitados a unas 20 personas y respetando las épocas en que puede ser más sensible el acceso a determinados lugares.

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