España, el séptimo país europeo que más alimentos desperdicia y el que más comida dona
Una de cada nueve personas pasa hambre en el mundo, lo que supone un total de 821 millones, según el último informe de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura). La cifra de por sí es tremenda, pero lo es aún más si se tiene en cuenta que lleva unos años creciendo después del descenso de la década anterior; que cerca de uno de cada cuatro niños menores de cinco años está afectado por retraso del crecimiento debido a la malnutrición; que el 7,5% de ellos (más de 50 millones) padecen emaciación (peso bajo para la altura); y que una de cada tres mujeres en edad reproductiva tienen anemia.
Echemos ahora un vistazo a otros datos: alrededor de un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se pierden o se desperdician cada año, lo que equivale a 1.300 millones de toneladas de comida. El volumen desperdiciado en la Unión Europea asciende a 90 millones, entre un 30% y un 50% de los alimentos sanos y comestibles, y de ellas 7,7 se las ‘adjudica’ nuestro país; 179 kilos por habitante y año. Ocupamos el séptimo lugar en esta lista, tras Reino Unido (14,4 millones de toneladas) Alemania (10,3 millones de toneladas), Holanda (9,4) Francia (9), Polonia (8,9) e Italia (8,8).
Sin embargo, también hay que decir que España es el que más dona de la UE: 153 millones de kilos en 2017
Como sostiene Camelaia Bucatariu, responsable del Departamento de Food Waste de la FAO, el problema supone “un uso extremadamente ineficiente de los recursos globales”. Y no sólo por el padecimiento de millones de personas, sino porque para producir esos alimentos desaprovechados, en cualquier lugar del mundo, se consume una gran cantidad de recursos naturales preciosos, como tierras y agua, y se emplea mucha energía, con la emisión equivalente de gases de efecto invernadero.
Tristram Stuart, escritor y activista contra el ‘food waste’, explica detalladamente en esta conferencia cómo se produce este sinsentido. “Se desperdicia más comida en el mundo de la que podrían consumir todas las personas hambrientas”, asegura.
En la solución es imprescindible la participación de los estados (legislando) pero también, y muy especialmente, la del sector privado, desde los agricultores y los procesadores hasta los minoristas y los consumidores. Porque, como ocurre con la lucha contra el cambio climático (tan relacionada con este problema), no parece que haya otra opción que cambiar de hábitos.
El sector privado se alía para ceder alimentos a colectivos vulnerables
En los últimos años, no son pocas las iniciativas privadas que han surgido para recoger y ceder alimentos a colectivos vulnerables, en muchos casos ligadas a las nuevas tecnologías.
Es el caso de Hope Food (HoFo), que nació después de que varios amigos se quedaran impactados tras ver una serie de reportajes sobre esta realidad. Comenzaron en 2017 con la pretensión de que “los comedores sociales tengan la comida en perfectas condiciones y en menos de 24 horas”, según afirmaba recientemente uno de los co-fundadores. “Las empresas, aparte de la labor social que hacen y de contribuir a su plan de responsabilidad social corporativa, pueden desgravarse fiscalmente parte del valor de las donaciones realizadas gracias a la Ley de Mecenazgo. Y nosotros lo que hacemos es tanto gestionar la logística como los certificados de donación para los comedores sociales como informar a las empresas colaboradoras del impacto social que tiene su ayuda”.
Una de esas empresas es Santander España, que en este tuit reciente, con vídeo incorporado, recordaban que desde julio de 2018 el banco dona alimentos no consumidos en sus comedores de empleados que permiten a HoFo distribuir 2.000 cenas al mes. El vídeo termina animando a otras empresas a que cedan sus excedentes.
HoFo comenzó trabajando principalmente con cuatro comedores sociales del centro de Madrid, y su pretensión es ampliar geográficamente su actividad a ciudades como Barcelona. Otra de las empresas colaboradoras es Starbucks España.
Como casi todo proyecto nuevo que se precie, HoFo funciona mediante una ‘app’, que ‘casa’ oferta y demanda. Los menús se recogen y entregan con furgonetas.
No es la única iniciativa de este tipo funcionando en nuestro país: están también yonodesperdicio, nilasmigas y WeSaveEat. Y lo mismo ocurre en otros países, con ejemplos como NoFoodWaste (India), NoFoodWasted (Holanda) o FoodCloud (Reino Unido e Irlanda).
Otra de las fuentes de desperdicio reside en el sector de la distribución, al que le sobran cada año cerca de 400.000 kilos de comida. En este caso, las cadenas de supermercados, que como compañías con ánimo de lucro intentan reducir al máximo sus excedentes pero, una vez hecho todo lo posible, suelen optar por donar a los Bancos de Alimentos.