La naturaleza singular de las Islas Canarias, el plan infalible para este final de verano
Un lugar donde hay 146 espacios naturales protegidos, entre los que se incluyen cuatro Parques Nacionales, además de tres Reservas Marinas, 4.000 especies endémicas y donde en muy poco tiempo puedes viajar de la costa a la montaña, pasando por algunos de los paisajes más espectaculares del planeta. Es un lugar que, sin duda, no te deberías perder. Y si andas buscando un plan de vacaciones tranquilo, seguro e ideal para este verano, con más razón todavía.
Así son las Islas Canarias, un archipiélago que mantiene el 40% de su territorio protegido para conservar en perfecto estado uno de sus grandes atractivos: su naturaleza. Viajando a Canarias podemos visitar hasta siete Reservas de la Biosfera, caminar por campos de lava, subir a más de 3.700 metros y atravesar bosques de pinos y laurisilva. Escenarios tan distintos que, si no fuera por la singularidad de Canarias, parecería imposible encontrarlos en un solo lugar.
Cada isla de este archipiélago atlántico es única, y todas son distintas entre sí, por lo que siempre es fácil dar con el plan que más se adapte a nuestros gustos y necesidades. Busquemos mar y playa, montaña, todo tipo de deportes al aire libre, ocio, cultura o gastronomía, siempre tendremos cerca la opción perfecta para dejarnos cautivar durante unos días de relax.
De volcanes, montañas y campos de lava
Viajamos desde el nivel del mar a las cimas más altas. Y no es un decir, porque en la isla de Tenerife puedes estar disfrutando de un chapuzón en la playa y, en la misma mañana, llegar al Teide, el punto más elevado de España, a 3.715 metros de altitud, y la tercera estructura volcánica más alta y voluminosa del planeta. Perfecto para dejarse sobrecoger por sus paisajes, en el Parque Nacional del Teide, declarado también Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, encontrarás multitud de senderos para recorrer a pie y también una carretera para admirarlo desde el coche, pudiendo ascender caminando hasta la cima o en teleférico. Para seguir disfrutando de la naturaleza tinerfeña tampoco deberíamos pasar por alto el Parque Rural de Teno, un lugar donde encontrar paz y armonía, o recorrer el Barranco de Masca atravesando su garganta desde la cumbre hasta la playa entre caseríos y flora endémica.
Para seguir asombrándonos entre paisajes volcánicos, Fuerteventura nos recibe con un escenario surcado por formas onduladas, como en Montaña Cardón, y un hito donde la historia nos habla por sí misma, la montaña de Tindaya, donde los antiguos aborígenes de la isla dejaron impresos en piedra grabados podomorfos como legado de su paso. El Paisaje Protegido de Malpaís Grande es un buen ejemplo del efecto de las coladas de lava.
Aunque si lo que vas buscando es una geografía volcánica extrema, con campos de lava infinitos que parecen transportarnos a otro planeta, el lugar indicado es la isla de Lanzarote. Estamos sin duda ante uno de los paisajes más sobrecogedores de las Islas Canarias y en uno de los espacios protegidos de mayor belleza: el Parque Nacional de Timanfaya. Merece la pena visitarlo y comprobar en persona el calor que emana del interior de la tierra, a pocos metros de la superficie. Seis años de actividad volcánica entre 1730 y 1736, más nuevas erupciones en 1824, crearon un paisaje plagado de volcanes y campos de lava. Si se busca un buen trekking, la ascensión a la Caldera Blanca hará las delicias de los amantes del senderismo, al igual que sucederá con la ruta Tremesana, un recorrido guiado e interpretativo que transcurre por una zona restringida del Parque Nacional, ambas altamente recomendables para comprender la creación de la isla. Nadie puede irse de Lanzarote sin asomarse al Mirador del Río para contemplar los espectaculares Riscos de Famara y el Archipiélago Chinijo, del que forma parte La Graciosa, la octava y más pequeña de las Islas Canarias en la que encontraremos playas paradisiacas de aguas turquesas y blanca arena donde olvidarnos del mundo.
De calderas, nubes y bosques prehistóricos
En Canarias no hay más que cambiar de isla para encontrar un paisaje totalmente diferente. O a veces ni eso, porque La Palma, también conocida como la Isla Bonita, puede presumir de tener un poco de todo. Una isla pintada de verde donde no faltan las playas, pero tampoco paisajes volcánicos, profundos barrancos y frondosos bosques de pino canario y laurisilva. Si vamos buscando montaña, el mayor hito que podríamos alcanzar es el Roque de los Muchachos, el punto más elevado de la isla a 2.426 metros, donde se sitúa uno de los observatorios astrofísicos más importantes del mundo. Adentrarnos en el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente nos lleva a las entrañas de un viejo volcán, una enorme depresión con escarpadas paredes cubiertas de pinos canarios, donde también el agua es protagonista, con arroyos permanentes y cascadas. En su interior hay una zona de acampada perfecta para los que quieran sumergirse en el medio natural.
Y de un Parque Nacional a otro, esta vez en La Gomera, en el Parque Nacional de Garajonay. Esta isla, a pesar de su pequeño tamaño, nos deja cambiar de paisaje al instante. Aquí encontramos uno de los bosques más singulares del mundo, la laurisilva, un bosque del Terciario ya desaparecido en la mayor parte del planeta pero que aquí ha encontrado un refugio gracias, entre otros factores, a la bruma casi permanente que crea el entorno húmedo propicio para este auténtico fósil viviente. Entre las visitas obligadas se encuentran el Mirador de los Roques, el acantilado de Los Órganos y Valle Gran Rey, pero has de saber que más de 600 kilómetros de senderos recorren la isla para que puedas perderte a tu gusto.
Si seguimos hablando de bosques, uno de los pinares mejor conservados de las Islas Canarias se ubica en el Parque Natural de Tamadaba, en Gran Canaria, donde también podremos llenar los pulmones de aire puro a más de 1.000 metros de altitud y contemplar desde las alturas la sucesión de impresionantes acantilados, un paisaje conocido como “cola de dragón”. Un clásico en la isla, ineludible para los amantes de la naturaleza, es llegar al corazón de Gran Canaria y subir hasta la base del Roque Nublo, un impresionante monolito volcánico de 80 metros que preside la espectacular Caldera de Tejeda. Además, si lo tuyo es la escalada, habrás llegado al lugar indicado.
Y en El Hierro, aunque muchos de sus visitantes llegan buscando las aguas de buceo de la Reserva Marina del Mar de las Calmas, verás cómo cada desplazamiento en la isla te lleva por relieves que se elevan por encima de los 1.000 metros, áridos paisajes volcánicos y densos bosques. El pico de Malpaso es el más alto de la isla con sus 1.501 metros y, si quieres caminar, te gustará saber que los bimbaches, los antiguos habitantes de El Hierro, tenían una completa red de senderos que atravesaban la isla en todas las direcciones y que muchos de esos caminos se encuentra hoy perfectamente señalizados. Además, puedes realizar visitas guiadas en el Julan para descubrir petroglifos de la época aborigen, pero no sin antes subir al Sabinar para contemplar los troncos de las sabinas retorcidos por la acción del viento, asomarte al Mirador de la Peña y divisar desde allí espectaculares vistas del impresionante Valle de El Golfo, o acercarte a conocer el Garoé, el árbol sagrado para los aborígenes, que les suministraba el agua necesaria gracias al fenómeno de la “lluvia horizontal”.
Con opciones tan numerosas y variadas como estas, nadie podrá negar que las Islas Canarias son el plan perfecto para vivir un verano repleto de naturaleza y regresar a casa como nuevo.