Un respiro a la España Vaciada: el empleo donde más se necesita
Desde que llegó la revolución industrial, el campo comenzó a vaciarse. Y eso, en España, empezó a notarse a partir de los años treinta del siglo XIX. Sin embargo, lo que hoy conocemos como la España Vaciada llegó mucho después, y ese nuevo concepto hace referencia a aquellos territorios que se han visto afectados por la despoblación entre 1950 y 2020, con una importante pérdida de habitantes y con una densidad poblacional inferior a la media nacional. En total, ya son más de veinte provincias las que cumplen ambos requisitos, en su mayoría de zonas de interior, y la suma de su superficie se acerca al 60% del territorio nacional.
La concentración laboral en las grandes ciudades ha dejado sin empleo a las zonas rurales. La población se ha visto en la necesidad de migrar dejando atrás pueblos sin jóvenes, sin emprendimiento, sin servicios y sin oportunidades. Cayendo en un círculo vicioso del que cada vez parece más difícil salir.
El resurgir de la economía local
Sin embargo, diferentes apuestas por estas zonas rurales están demostrando que la vida puede volver a estos lugares, y que pueden volver a latir con pulso propio a lo largo de todo el año y no solo cuando son elegidas como lugar de descanso durante el verano. Proyectos e iniciativas sostenibles, concienciadas con la conservación del patrimonio ambiental y cultural, están haciendo posible que cada vez más jóvenes encuentren la oportunidad que necesitan en su propia tierra, sin necesidad de abandonarla para poder trabajar.
Que la industria apueste por el medio rural hace posible un desarrollo económico local al generar puestos de trabajo en la producción, logística, distribución y servicios relacionados con diferentes sectores. Facilita la diversificación económica, conlleva una mejora de las infraestructuras, contribuye a la sostenibilidad, reduce la presión sobre las ciudades y, todo de manera conjunta, frena la despoblación de las zonas más aisladas.
Una apuesta por lo rural: el ejemplo de Pascual
Cuando la industria, especialmente la alimentaria, apuesta por lo rural, el beneficio es mutuo. La zona, porque tiene una oportunidad de crecimiento económico, y la empresa, porque es el lugar del que puede obtener las mejores materias primas. Y en este sentido, si hablamos de empresas que suponen un apoyo al medio rural, Pascual y sus cifras nos ayudan a ver cómo es posible poner freno a la despoblación del campo.
Pascual, de propiedad familiar y con más 50 años de experiencia a sus espaldas, da vida a los pueblos de la España Vaciada al apostar por productos de origen 100% local, y sin ir más lejos sus siete fábricas se encuentran en municipios de menos de 34.000 habitantes, como por ejemplo Aranda del Duero en Burgos, Ortigosa y Trescasas en Segovia o Gurb en Barcelona. Con su presencia la compañía crea valor social y económico en las comunidades donde opera, y más aún en los entornos rurales.
Pascual trabaja con 292 granjas situadas en núcleos rurales y colabora de forma estrecha con los ganaderos, lo que hace que el 85% de ellos lleve comprometido con la compañía más de 15 años. Eso si hablamos de leche y lácteos, pero hay que tener en cuenta también que la compañía trabaja igualmente con el sector agrícola, de la mano de 220 agricultores con materias primeras 100% cultivo local para su marca de bebidas vegetales Vivesoy, e incluso con su agua mineral natural Bezoya, cuyo manantial está en la vertiente segoviana de la Sierra de Guadarrama.
“La externalización de las empresas y que no se queden en las ciudades es una gran ayuda para el medio rural”, asegura Juan Antonio Matesanz, trabajador de Bezoya en la planta de Trescasas. “Tengo la suerte de tener el trabajo a 25 km de mi casa, pero mis propios hermanos tuvieron que dejar nuestro pueblo, Navafría, por falta de empleo. Ves cómo la población va envejeciendo, que los servicios escasean, y pocos somos los que podemos quedarnos donde queremos vivir”.
Pascual cuenta con 2.300 empleados directos y con más de 15.000 indirectos, y su presencia en el entorno rural crea una cadena de valor que genera una economía circular en los pueblos y en sus zonas de influencia. Sus empleados pueden vivir en pequeñas poblaciones, en las que los pequeños comercios son necesarios porque hay demanda, en las que es necesario garantizar unos servicios y una oferta, creando así un círculo socioeconómico que garantiza la vida del entorno rural.
“Una de las líneas de trabajo más fuertes que tenemos es la de asegurar el talento de nuestros empleados en nuestras fábricas del medio rural”, comenta Joseba Arano, Director de Personas de Pascual. “Para ello colaboramos con los centros de formación profesional más cercanos a cada uno de los ámbitos, facilitando que los chicos y las chicas se incorporen a nuestra empresa cuando aún siguen estudiando para que tengan a su alcance una carrera de futuro dentro de Pascual, y así poder optar a una oportunidad laboral que les une aún más a su zona”.
Además, para evitar la huida de talentos, Pascual cuenta con un programa de becas. “Con ellas, aquellos hijos de ganaderos y agricultores que proveen a la compañía y que están cursando estudios relacionados con el mundo agropecuario puedan dar continuidad al negocio familiar, garantizando así las explotaciones en territorios que tienen especial dificultad para atraer y retener talento joven”, asegura Arano. De manera que, trabajando de manera estrecha con sus proveedores, situando sus plantas en áreas donde más empleo se necesita y facilitando a los jóvenes la entrada laboral, con ejemplos como el de Pascual, la España Vaciada puede conseguir estar cada día un poco menos vacía.