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El espacio como herramienta pedagógica

La arquitecta Claudia Stella Celis en uno de sus talleres con infantiles.

María Muñoz

Cuando la arquitecta colombiana Claudia Stella Celis se dio cuenta de que muchos de sus colegas pasaban por alto detalles a la hora de diseñar espacios destinados a la primera infancia se dio cuenta de que en la profesión faltaba información al respecto. Llevaba varios años trabajando en un programa municipal de la ciudad de Bogotá para la construcción y transformación de escuelas infantiles y vio que el espacio podía convertirse en una herramienta más de pedagogía siempre y cuando fuera el adecuado. Decidió entonces investigar acudiendo a las fuentes principales, los propios niños.

Bajo el nombre Ambientes pedagógicos para la primera infancia, una oportunidad para repensar el proyecto arquitectónico inició una investigación en la Universidad Nacional de Colombia con una serie de talleres con los más pequeños para precisamente “entender cómo ven y sienten los niños”, como explicó la arquitecta durante la presentación del proyecto en el III Encuentro Internacional de Educación en Arquitectura para niños y jóvenes que se acaba de celebrar en Madrid.

En los talleres, en los que han participado sobre todo niños de entre tres y cuatro años, se les planteaba situaciones en las que por ejemplo se daban cuenta de que su cuerpo podía ser una unidad de medida más y que luego podían utilizar como herramienta. “Aprendían a medir con la palma de su mano mobiliario que luego usaban”, señala.

Aprendizaje del entorno

En su taller De metro cuadrado a metro cúbico descubrían que los elementos que les rodeaban estaban hechos de triángulos y cuadrados y aprendían con estructuras que podían tocar y hacer suyas cuántos eran capaces de meterse en un metro cúbico. “Dos semanas después de uno de estos talleres regresé al colegio y un niño me contó cómo ahora en el camino al colegio veía triángulos y cuadrados en varios sitios, con lo que te das cuenta que van adquiriendo conocimientos y cómo el entorno puede ser una herramienta más de aprendizaje”, señaló Celis.

Precisamente, adquirir conocimientos para plantear que el espacio pueda convertirse en una herramienta más de pedagogía es uno de los planteamientos que llevó a la arquitecta a iniciar su investigación. Mientras trabajaba en le Secretaría Distrital de Integración Social del Ayuntamiento de Bogotá en un programa para transformar y construir escuelas infantiles comprobó cómo el espacio influía directamente en cómo aprendían los niños. Contó el caso de un niño de uno de los centros que estaban interviniendo y cómo se quedaba dormido en cuanto entraba en clase. “Cuando terminamos de pintar el centro de repente era el más activo y participativo y lo que le ocurría es que el jardín era tan aburrido que se dormía”, explicó.

En los casi ocho años que trabajó en el programa de la Secretaría fue viendo y desarrollando una serie de criterios para lograr espacios seguros y que al mismo tiempo fomentaran su creatividad. Así por ejemplo, se deben evitar los colores rojos, o dejarlos en espacios muy reducidos porque es un color que excita a los niños; o cómo el naranja es un color perfecto para el comedor porque abre el apetito; o cómo un aula pintada en tonos pastel combinados con algún turquesa favorecerá que los niños estén tranquilos en el aula pero al mismo tiempo se estará fomentando su creatividad.

Diseño a escala infantil

“Todos recordamos el primer día de nuestro colegio y si es un espacio alegre, ellos serán más felices”, detalló. Explicó que con respecto a la seguridad se debe evitar mobiliario en el que puedan trepar como estanterías desde el suelo o colocar adhesivos de colores en los cristales para evitar los golpes. Para que el mantenimiento sea más largo en el tiempo lo mejor es pintar las paredes hasta cierta altura con pinturas lavables.

El programa también comenzó a trabajar con comunidades indígenas que iban llegando a la ciudad y había jardines infantiles que se convirtieron en centros interculturales. A nivel estatal también comenzó a ponerse en marcha el programa de Cero a Siempre que desde 2010 construye por todo el país lo que denominan Centros de Desarrollo Infantil, que funcionan como escuelas infantiles pero también pueden ser centros culturales y sociales en horas no lectivas. Un grupo de arquitectos trabaja con toda la comunidad y a través de talleres participativos con los vecinos de la zona van desarrollando juntos el proyecto que todos idean.

Entre 2010 y 2014 se construyeron por todo el país 33 de estos centros -cada uno diferente del otro- que están atendiendo a 16.411 niños y niñas que viven sobre todo en zonas con un alto porcentaje de población afrodescendiente, campesina, indígena, mestiza o de víctimas de grupos armados al margen de la Ley, como subrayan desde el propio programa.

“Los niños buscan sentirse protegidos y abrazados en los espacios que les rodean”, y de ahí, subrayó que sea tan importante que todo lo que se diseñe para ellos esté proyectado a su escala. “Pero no solo”, puntualizó, “también es necesaria nuestra responsabilidad social como diseñadores y que veamos la importancia que tienen los espacios en el aprendizaje”.

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